Princesa Vietnamita
Enviado por marjoriecadiz • 15 de Junio de 2014 • 2.315 Palabras (10 Páginas) • 183 Visitas
LA CENICIENTA
(Versión Vietnamita)
Hace mucho, mucho tiempo, un hombre que había perdido a su mujer vivía con su hijita Arroz Partido. Volvió a casarse, pero la nueva esposa era malvada. La niña se dio cuenta al día siguiente de la boda: había un banquete y venían muchos invitados, pero la madrastra la encerró en una habitación, y luego la niña tuvo que irse a la cama sin cenar.
Tiempo después, la madrastra tuvo una hija a la que llamaron Paja de Arroz, porque tenía la piel morena. A partir de entonces, las cosas se pusieron peor aún para la pobre Arroz Partido: la madrastra contó a su esposo tantas mentiras sobre ella que él ya no quiso saber de su hija.
- ¡Ve y quédate en la cocina y apáñatelas sola, niña revoltosa! - le dijo la madrasta, y luego la obligó a estar en un mísero rincón, y ahí era donde tenía que vivir y trabajar.
Por la noche, la madrastra le daba una estera rota y una sábana hecha jirones. La niña tenía que fregar el suelo, cortar la leña, dar de comer a los animales, hacer la comida, lavar los platos y muchas cosas más. Le salían en las manos unas ampollas enormes, pero no se quejaba. La madrastra la mandaba al bosque a buscar leña esperando que las alimañas dieran cuenta de ella, y a buscar agua a sitios muy peligrosos para que se ahogase algún día.
La pobre Arroz Partido trabajaba y trabajaba, y se le pusieron la piel renegrida y el pelo enredado. A veces, al verse reflejada en el agua, se asustaba de lo fea y lo oscura que era, y se lavaba y se peinaba con los dedos, y entonces sí que se veía guapa.
Cuando se dio cuenta la madrastra de lo guapa que podía estar Arroz Partido, le tuvo más inquina que nunca y quiso hacerle más daño aún. Un día les dijo a ella y a su propia hija Paja de Arroz que fueran a pescar en el estanque del pueblo.
- Sacad tantos peces como podáis. Si traéis pocos, estaréis castigadas y os iréis a la cama sin cenar.
Arroz Partido sabía que lo decía por ella, porque a Paja de Arroz, que era la niña de sus ojos, no la iba a castigar, pero a ella siempre la castigaba todo lo que podía.
En el estanque, Arroz Partido se aplicó a la tarea, y al atardecer tenía una cesta llena de peces. Pero Paja de Arroz se había pasado el día revolcándose en la hierba, tomando el sol, recogiendo flores silvestres, cantando y bailando. Cuando se dio cuenta de que se ponía el sol y tenía la cesta vacía, le dijo a Arroz Partido:
- ¡Hermana, hermana!: ¡tienes el pelo lleno de barro! ¿Por qué no te das un chapuzón y te lo lavas? Si no, Madre te va a castigar.
Arroz Partido le hizo caso, y Paja de Arroz aprovechó para cambiar de cesta los peces y volvió a casa a todo correr.
Cuando se dio cuenta Arroz Partido, empezó a llorar llena de amargura. De repente, el cielo se hizo más limpio y las nubes más blancas, y en frente de ella, se apareció, sonriente y vestido de azul, con una preciosa rama de sauce en la mano, el espíritu de la compasión.
- ¿Qué te pasa, querida niña? - le dijo el espíritu con una voz muy dulce.
Arroz Partido le contó sus penas y después le dijo:
- ¿Qué voy a hacer cuando llegue esta noche a casa? Estoy muerta de miedo: mi madrastra me va a castigar mucho, mucho.
El espíritu le contestó:
- Tu mala suerte se acabará pronto. Fíate de mí y alégrate. Ahora, mira en la cesta por si queda algo.
Arroz Partido miró en la cesta y dio un gritito de sorpresa al ver un pececito con ojos dorados y aletas rojas. El espíritu le dijo que se llevara el pez a casa, que lo pusiera en el estanque que había detrás y que le diera de comer tres veces al día con lo que pudiera guardar de lo suyo.
Arroz Partido dio las gracias al espíritu y le hizo caso. Cada vez que iba al estanque, el pez salía a la superficie para saludarla; pero si llegaba alguien más, no. La madrastra espiaba a la niña, y se dio cuenta de su extraño comportamiento. Se acercó al estanque para ver al pez, pero éste se fue a lo más hondo. Entonces mandó a la niña a buscar agua a una fuente muy lejana, se puso las ropas más harapientas de ella, fue al estanque y, al asomarse el pez, lo capturó, lo mató, se lo llevó a casa y se puso a guisarlo.
Cuando volvió Arroz Partido, se acercó al estanque y llamó a su amigo. Llamaba y llamaba, pero solo se veía la superficie del agua lisa y ensangrentada. La niña agachó la cabeza y se puso a derramar lágrimas en el estanque.
Entonces se le volvió a aparecer el espíritu de la compasión, y le dijo:
- No llores, niña. Tu madrastra ha matado al pez, pero has de buscar las espinas y enterrarlas donde pones la estera para dormir. Cuando quieras algo, pídeselo a las espinas y lo tendrás.
Arroz Partido le hizo caso y se puso a buscar las espinas por todas partes, pero no las encontraba.
- ¡Co, co, co! - le dijo una gallina -. Dame un poco de arroz entero y te diré dónde están las espinas.
La niña le dio un puñado de arroz. La gallina se comió el arroz y luego le dijo:
- ¡Co, co, co! Ven conmigo, que te llevo.
La niña fue detrás. Llegaron al corral y la gallina se puso a escarbar en un montón de hojas nuevas, y allí estaban las espinas. La niña se alegró mucho, recogió los restos de su amigo y se los llevó para enterrarlos donde le había dicho el espíritu.
Poco tiempo después, Arroz Partido tenía oro, joyas y vestidos tan bonitos como hubiera hecho falta para alegrar el corazón de cualquier muchacha.
Cuando llegó el Festival de Otoño, la madrastra mezcló las judías pintas y las blancas que tenía separadas en dos cestos y obligó a la niña a quedarse para separarlas otra vez.
- Mientras no hayas terminado de separarlas, ni se te ocurra ir a la fiesta.
Entonces, la madrastra y su hija se pusieron sus más ricos vestidos y se fueron.
Cuando se hubieron alejado, Arroz Partido pidió ayuda al espíritu, que se le apareció al instante, y con la rama de sauce convirtió a unas mosquitas en gorriones que inmediatamente se pusieron a separar las judías. Al poco tiempo, el trabajo estaba hecho. Arroz Partido se secó las lágrimas y se puso un vestido azul brillante y plateado. Ahora estaba tan hermosa como una princesa, y se fue al festival.
Allí, la vio Paja de Arroz y empezó a hablarle al oído a su madre:
- Esa dama tan ricamente vestida ¿no te extraña que se parezca tanto a mi
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