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Programa de Educación Continua para el Magisterio ¿Qué es la literatura y qué importa lo que sea?


Enviado por   •  22 de Marzo de 2020  •  Documentos de Investigación  •  8.529 Palabras (35 Páginas)  •  127 Visitas

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U N I V E R S I D A D  D E  C H I L E

Facultad de Filosofía y Humanidades

Programa de Educación Continua para el Magisterio

¿Qué es la literatura y qué importa lo que sea?

Jonathan Culler[1]

¿Qué es la literatura? Uno pensaría que esa ha de ser una cuestión central en la teoría literaria, pero en realidad no parece haber importado demasiado. ¿Por qué razón?

Al parecer hay sobre todo dos razones. En primer lugar, dado que la propia teoría entremezcla ideas de la filosofía, la lingüística, la historia, la teoría política y el psicoanálisis, ¿por qué habríamos de preocuparnos de si los textos que leemos son literarios o no? Los estudiantes y los profesores de literatura tienen hoy a su alcance una larga serie de proyectos de investigación sobre los que escribir y leer — «imágenes de la mujer a principios del siglo XX», por poner un ejemplo— que dan cabida con igual derecho a textos tanto literarios como no literarios. Se pueden estudiar las novelas de Virginia Woolf, la narración de los casos clínicos de Freud o incluso esos dos ámbitos, y no parece que la distinción sea crucial para el método. No se trata de que todos los textos sean de algún modo iguales: algunos se consideran más ricos, más poderosos, ejemplares, revolucionarios o fundamentales, por las razones que sean. Pero ambas obras, las literarias y las no literarias, pueden estudiarse conjuntamente y con métodos parejos.

Literariedad fuera de la literatura

En segundo lugar, la distinción no es crucial porque diversas obras de teoría hayan descubierto lo que podríamos llamar, simplificando al máximo, la «literariedad» de numerosos fenómenos no literarios. Muchos de los rasgos que con frecuencia se han tenido por literarios resultan ser también fundamentales en discursos y prácticas no literarios. Por ejemplo, en las discusiones recientes sobre la naturaleza de la comprensión histórica, se ha tomado como modelo el análisis de la comprensión de una narración. Un historiador no ofrece propiamente explicaciones equiparables a las leyes científicas con valor predictivo; no puede mostrar que si X se da conjuntamente con Y, entonces indefectiblemente pasará Z. Lo que hace, más bien, es mostrar cómo un hecho condujo a otro, qué produjo que estallara una guerra mundial y no por qué tenía que estallar. El modelo subyacente a la explicación histórica es, por tanto, la lógica de la narración: la manera en que las narraciones muestran que algo ocurre, al engranar la situación inicial, el desarrollo y el resultado de modo que adquieran sentido.

El modelo de inteligibilidad histórica es, en resumen, el de la narración literaria. Los que gustamos de leer y escuchar relatos podemos determinar con facilidad si la trama tiene sentido y es coherente, o si la historia ha quedado sin final. Si tanto la narrativa histórica como la literaria se caracterizan por los mismos modelos de lo que tiene sentido y lo que estructura una historia, entonces deja de parecer un problema teórico urgente la distinción entre ambas.

Asimismo, la teoría ha insistido en la importancia crucial que en muchos textos no literarios —ya se trate de las narraciones freudianas de casos clínicos o de obras de discusión filosófica— tienen recursos retóricos como la metáfora, que se creía definitoria de la literatura, pero solía concebirse como meramente ornamental en otros tipos de discurso. Al mostrar cómo una figura retórica puede dar forma al pensamiento en discursos no literarios, los teóricos han demostrado la profunda literariedad de esos textos supuestamente no literarios, complicando así la separación entre lo literario y lo no literario.

Sin embargo, el mismo hecho de referirnos al descubrimiento de la «literariedad» de fenómenos no literarios para describir esta situación indica que la noción de literatura continua desempeñando un determinado papel que debemos desentrañar.

¿De qué pregunta se trata?

Nos encontramos de vuelta en la pregunta inicial, «¿Qué es la literatura?», que no encuentra respuesta. ¿De qué pregunta se trata, sin embargo? Si fuera un chavalín de cinco años el que se acercara a preguntármelo, lo tendría fácil: «La literatura son los cuentos, los poemas y el teatro», le diría. Pero si me lo pregunta un teórico, es difícil saber cómo afrontar la pregunta; quizá me interpela sobre la naturaleza general del objeto «literatura», que los dos conocemos a fondo. ¿Qué tipo de objeto o de actividad es? ¿Qué hace? ¿A qué fin atiende? En tal caso, «¿Que es literatura?» no reclama una definición, sino mas bien un análisis, incluso la discusión sobre por qué hay que ocuparse de la literatura.

Pero «¿Qué es literatura?» podría ser igualmente una pregunta sobre los rasgos distintivos de las obras que coincidimos en llamar literarias: ¿qué las distingue de las no literarias?, ¿qué diferencia a la literatura de otras actividades o entretenimientos del ser humano? Esta cuestión podría tener como origen el dudar sobre cómo decidir qué libro es literatura y cuál no; pero es más probable que ya se tenga una idea previa de que se considera literario y se quiera saber algo diferente: ¿existen rasgos distintivos esenciales presentes en todas las obras literarias?

Es difícil responder a eso. La teoría ha pugnado por encontrar la respuesta, pero sin demasiado éxito. Las razones están al alcance de todos: las obras literarias son de todos los tamaños y colores, y la mayoría parece tener más aspectos en común con obras que pocas veces llamamos literatura que con otras que son reconocidamente literarias. Así, Jane Eyre, de Charlotte Bronte, se parece bastante mas a una autobiografía que a un soneto; y un poema de Robert Burns —«My love is like a red, red rose» («Mi amada es una rosa, una rosa roja»)— se parece más a una canción popular que a Hamlet. ¿Existen rasgos compartidos por los poemas, las obras de teatro y las novelas que los distingan de, pongamos por caso, las canciones, la trascripción de una conversación o las autobiografías?

Perspectiva histórica

Basta con contemplarla bajo una ligera perspectiva histórica para que la cuestión se nos complique más. Lo que hoy llamamos literatura se ha venido escribiendo desde hace más de veinticinco siglos, pero el sentido actual de la palabra literatura se remonta a poco más allá de 1800. Antes de esa fecha, literatura y términos afines en otras lenguas europeas significaban «escritos» o «conocimiento erudito». Todavía hoy se conserva en inglés o alemán la acepción común de «bibliografía» o «estudios» para litterature y Literatur, e incluso en español cabe esa acepción cuando se habla, por ejemplo, de «literatura médica». Las obras que hoy se estudian como literatura inglesa, española o latina en las escuelas y universidades antes se consideraban solo ejemplos excelsos del uso posible del lenguaje y la retórica, y no un tipo particular de escritura. Eran muestras de una categoría mayor de prácticas ejemplares de la escritura y el pensamiento, que incluía el discurso retórico, los sermones, la historia y la filosofía. No se pedía a los estudiantes que los interpretaran, en el sentido en que se interpretan hoy las obras literarias, procurando explicar «de que tratan en realidad». Se llevaban a cabo otras tareas; los estudiantes memorizaban las obras, estudiaban su gramática, identificaban sus figuras retóricas y las estructuras o procedimientos de la argumentación. Una obra como la Eneida de Virgilio, que hoy se estudia como literatura, recibía un trato muy diferente en las escuelas de antes de 1850.

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