Prólogo

Una vez más despertó sudando a mares, sin aliento y con las entrañas revueltas. Inmediatamente saltó de la cama, corriendo hacia el baño y ahí se dejó ir con esa mezcla de emociones mal asimiladas; terminando de vaciar su estómago –habían transcurrido cinco días de repetir esta odiosa rutina; despertar, correr y vomitar- comenzaba a creer que necesitaba ayuda, pero era algo a lo que se negaba siquiera a tomar como una posibilidad... ¿Cómo decir que lo que vio ese día la tendría así? En ese momento, comenzó a llover y con ello su esfuerzo por mantenerse fuerte desistió, era frustrante, exasperante y triste como todo había terminado de esta manera. Caminó hacia la ventana y se recargo en el marco de la ventana, definitivamente el clima de Praga no ayudaba en nada; miró la lluvia caer a través del frío cristal y en un intento de sonrisa sintió como el agua salada corría por sus mejillas, esa cálida, amarga y dulce sensación de librarse de esa triste carga.

Recordó nostálgica el primer día en que bajó del avión y sus pies tocaron la tierra con olor a humedad de la República Checa por primera vez, se encontraba en el aeropuerto de Praga.

“El día era nublado, nubes grises cubrían el manto azul que ya no se podía apreciar; se dedicó a mirar el cielo y hacerse a la idea que viviría en esta ciudad por seis años –esto no le agradaba, comenzar de nuevo ‘siempre tenía que ser así’-; en esta ocasión su padre le dijo que a pesar de darle seis años como un estimado, era seguro que se establecerían ahí... al final, su padre deseaba brindarle estabilidad a su familia.

Posó su mirada en sus padres, mientras hacían el amago de poner las maleta en la cajuela del auto que habían rentado, eran observados con ternura por su hija que sonreía de manera burlona; después de pensárselo bien durante el viaje no le venía mal comenzar de nuevo en una hermosa ciudad -aunque el clima no fuera tan motivador, proporcionaba tranquilidad-, teniendo a sus padres apoyándole todo marcharía bien.”

Pero, no sólo recordaba eso, sino recordó lo que le provocaba esa ola de sensaciones y amargas pesadillas, esto que la tenía bastante afectada en los últimos cinco días.

“Caminaba con la emoción y excitación a flor de piel, le daría una sorpresa a su novio ya que el día de hoy cumplían ocho meses de haber iniciado su relación, ¿quién diría que lo conseguiría? Se limitó a dejar salir una sonrisa altanera para sí misma.

Se encontraba parada frente a la puerta de la casa de los padres de su novio, -se inclinó para tomar la llave y así poder abrir (esta se encontraba bajo el tapete situado en la entrada)-; introdujo la llave y la giró y con ella giró la perilla.

De acuerdo a lo antes dicho por su novio, hoy sus padres irían a cenar así que tendrían la casa sólo para ellos; camino por el pasillo admirando la casa como era costumbre suya, justo a la

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