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RASGOS CARACTERISTICOS DE LA RERUM NOVARUM


Enviado por   •  15 de Junio de 2012  •  Tesis  •  7.165 Palabras (29 Páginas)  •  839 Visitas

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I. RASGOS CARACTERISTICOS DE LA RERUM NOVARUM

A finales del siglo pasado la Iglesia se encontró ante un proceso histórico, presente ya desde hacía tiempo, pero que alcanzaba entonces su punto álgido. Factor determinante de tal proceso lo constituyó un conjunto de cambios radicales ocurridos en el campo político, económico y social, e incluso en el ámbito científico y técnico, aparte el múltiple influjo de las ideologías dominantes

En el campo económico, donde confluían los descubrimientos científicos y sus aplicaciones, se había llegado progresivamente a nuevas estructuras en la producción de bienes de consumo. Había aparecido una nueva forma de propiedad, el capital, y una nueva forma de trabajo, el trabajo asalariado, caracterizado por gravosos ritmos de producción, sin la debida consideración para con el sexo, la edad o la situación familiar, y determinado únicamente por la eficiencia con vistas al incremento de los beneficios.

El trabajo se convertía de este modo en mercancía, que podía comprarse y venderse libremente en el mercado y cuyo precio era regulado por la ley de la oferta y de la demanda, sin tener en cuenta el mínimo vital necesario para el sustento de la persona y de su familia. Consecuencia de esta transformación era "la división de la sociedad en dos clases separadas por un abismo profundo".

En el momento culminante de esta contraposición, cuando ya se veía claramente la gravísima injusticia de la realidad social, que se daba en muchas partes, y el peligro de una revolución favorecida por las concepciones llamadas entonces "socialistas",

Las "cosas nuevas", que el Papa tenía ante sí, no eran ni mucho menos positivas todas ellas. Al contrario, el primer párrafo de la Encíclica describe las "cosas nuevas", que le han dado el nombre, con duras palabras: "Despertada el ansia de novedades que desde hace ya tiempo agita a los pueblos, era de esperar que las ganas de cambiarlo todo llegara un día a pasarse del campo de la política al terreno, con él colindante, de la economía. En efecto, los adelantos de la industria y de las profesiones, que caminan por nuevos derroteros; el cambio operado en las relaciones mutuas entre patronos y obreros; la acumulación de las riquezas en manos de unos pocos y la pobreza de la inmensa mayoría; la mayor confianza de los obreros en sí mismos y la más estrecha cohesión entre ellos, juntamente con la relajación de la moral, han determinado el planteamiento del conflicto".

Nos hallamos aquí ante la primera reflexión, que la Encíclica no sugiere hoy. Ante un conflicto que contraponía, como si fueran "lobos", un hombre a otro hombre, incluso en el plano de las subsistencia física de unos y la opulencia de otros,el Papa sintió el deber de intervenir en virtud de su "ministerio apostólico", esto es, de la misión recibida de Jesucristo mismo de "apacentar los corderos y las ovejas" y de "atar y desatar" en la tierra por el Reino de los cielos. Su intención era ciertamente la de restablecer la paz, razón por la cual el lector contemporáneo no puede menos de advertir la severa condena de la lucha de clases, que el Papa pronunciaba sin ambages. Pero era consciente de que la paz se edifica sobre el fundamento de la justicia: contenido esencial de la Encíclica fue precisamente proclamar las condiciones fundamentales de la justicia en la coyuntura económica y social de entonces.

Con el propósito de esclarecer el conflicto que se había creado entre capital y trabajo, León XIII defendía los derechos fundamentales de los trabajadores. De ahí que la clave de lectura del texto leoniano sea la dignidad del trabajador en cuanto tal, y , por esto mismo, la dignidad del trabajo, definido como "la actividad ordenada a proveer a las necesidades de la vida, y en concreto a su conservación". El Pontífice califica el trabajo como "personal" ya que "la fuerza activa es inherente a la persona y totalmente propia de quien la desarrolla y en cuyo beneficio ha sido dada". El trabajo pertenece, por tanto, a la vocación de toda persona; es más, el hombre se expresa y se realiza mediante su actividad laboral. Al mismo tiempo, el trabajo tiene una dimensión social, por su íntima relación bien sea con la familia, bien sea con el bien común, "porque se puede afirmar con verdad que el trabajo de los obreros es el que produce la riqueza de los Estados". Todo esto ha quedado recogido y desarrollado en mi Encíclica Laborem exercens.

Si se tiene presente lo que dice la historia a propósito de los procedimientos consentidos, o al menos no excluidos legalmente, en orden a la contratación sin garantía alguna en los referente a las horas de trabajo, ni a las condiciones higiénicas del ambiente, más aún, sin reparo para con la edad y el sexo de los candidatos al empleo, se comprende muy bien la severa afirmación del Papa: "No es justo ni humano exigir al hombre tanto trabajo que termine por embotarse su mente y debilitarse su cuerpo". Y con mayor precisión, refiriéndose al contrato, entendido en el sentido de hacer entrar en vigor tales "relaciones de trabajo", afirma: "En toda convención estipulada entre patronos y obreros, va incluida siempre la condición expresa o tácita" de que se provea convenientemente al descanso, en proporción con la "cantidad de energías consumidas en el trabajo". Y después concluye: "un pacto contrario sería inmoral".

Otra nota importante, rica de enseñanzas para nuestros días, es la concepción de las relaciones entre el Estado y los ciudadanos. La Rerum novarum critica los dos sistemas sociales y económicos: el socialismo y el liberalismo. Al primero está dedicada la parte inicial, en la cual se reafirma el derecho a la propiedad privada; al segundo no se le dedica una sección especial, sino que -y esto merece mucha atención- se le reservan críticas, a la hora de afrontar el tema de los deberes del Estado, el cual no puede limitarse a "favorecer a una parte de los ciudadanos", esto es, a la rica y próspera, y "descuidar a la otra", que representa indudablemente la gran mayoría del cuerpo social; de los contrario se viola la justicia, que manda dar a cada uno lo suyo.

De esta manera el principio, que hoy llamamos de solidaridad y cuya validez, ya sea en el orden interno de cada Nación, ya sea en el orden internacional, he recordado en la Sollicitudo rei socialis, se demuestra como uno de los principios básicos de la concepción cristiana de la organización social y política. León XIII lo enuncia varias veces con el nombre de "amistad", que encontramos ya en la filosofía griega; por Pío XI es designado con la expresión no menos significativa de "caridad

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