Resumenn De Papelucho Dixleso
Enviado por fenitaravi • 1 de Noviembre de 2013 • 1.848 Palabras (8 Páginas) • 626 Visitas
PAPELUCHO ¿SOY DIX-LESO?
Marcela Paz
Al salir de clase me llamó la Srta. Brigitte y me entregó una carta.
-Papelucho, dale esta carta a tu mamá.
Mañana me traes este sobre firmado por ella. ¿Entendiste?
-Claro que entendí - le dije - y también le puedo traer más sobres si no tiene.
-No – dijo ella con cara de odio-. Quiero este sobre firmado.
Me lo eché al bolsón y me vine pensando en que seguro que ella quería felicitar a mi mamá por su hijo. ¿Para que otra cosa podría escribirle?. Me sentía como liviano por dentro, con esto de que la mamá de uno tenga un hijo tan choro que soy yo. Así que llegando le entregué la carta y mientras ella leía yo me quedé esperando el abrazo.
Por fin terminó y me quedó mirando sin hablar. Sus ojos parecían dos metralletas mellizas. Yo me reí, siempre esperando alguna cosa.
- Anda a jugar – me dijo sin abrazarme y tampoco me dijo: “ anda a hacer tus tareas” como otras veces. Algo raro pasaba
Al otro día, cuando yo iba saliendo, me atajó:
- Hoy no vas al colegio. Te voy a llevar al médico – me dijo.
-¿De qué estoy enfermo? – pregunté -. No me duele ninguna cosa ni tengo pintas por ningún lado.
Y en la tarde fuimos al doctor. Me martilló las rodillas y otras cuestiones con un martillo lindo.
En un momento me dejó en la camilla y se fue a conversar con la mamá.
Traté de entender lo que decían, y casi lo entendí. No estoy bien seguro si la cosa es que soy superdotado o viceversa.
Parece que soy dix-leso que es algo muy choriflay y distinto.
En todo caso con este asunto, el papá y la mamá hablan y hablan de mí, van al colegio a ver a mi Profe y vuelven furiosos con ella y siguen alegando.
De todos modos yo tengo mi enfermedad propia y nadie me la quita.
Pero en la noche, me desvelé. Porque claro, en el día a uno le gusta ser enfermo y en la noche no.
Me desperté con esa cuestión de felicidad como de que es mi cumpleaños. Y como no era, me acordé de que estaba enfermo.
Pero sin remedios. Y también sin colegio ni tareas...
Por fin podía hacer mis inventos urgentes, antes de que los hiciera otro. En el colegio no hay tiempo, así que con estas vacaciones enfermosas me iban a resultar.
Pesqué mi diario y me trepé en el peral donde nadie molesta. Y anoté todo antes que se me olvide.
Invento 1. La churrasquera jugosa. Ahora que no hay carne podría ser la solución mundial. Funciona en un helicóptero a bajo vuelo. Automáticamente cae la carne sobre el motor caliente, se achurrasca y el copiloto la mete en el pan.
Invento 2. Zapatos electrónicos. Tienen tres velocidades y sirven en vez d e micro o bicicleta. Tienen tres velocidades y sirven en vez de micro o bicicleta. Es pura cuestión de un alambrito de contacto en el talón del zapato y dos pilas en el bolsillo. Es un invento barato y fácil.
Invento 3. Aspirador ventilante. No lo alcanzo a inventar hoy.
Resulta que cuando bajé del peral, ya habían almorzado y apenitas me dio mi almuerzo la domi porque le tocaba salida.
No porque uno es dix-leso se ha de aburrir. Uno se aguanta un rato haciendo inventos, pero también se cansa.
Cuando uno está solo no hay más que dos alternativas: o lo pasa uno bien, o se aburre. Pero lo malo es que uno trata de pasarlo mejor, entonces lo pasa peor.
Entonces me senté en la vereda a esperar “algo”. Dios siempre tiene lástima de los lateados, pensé. Y en ese mismo momento vi un peugeot blanco y me acerqué a mirar.
Habían abierto el capó y le metían dedo a cada cosa.
- ¿Qué querís,? – me dijo uno.
- Lo que le falta es bencina – dije, por decir algo y ellos se miraron. Olieron el motor y se secretaron.
- ¿Tenís un tarro? – preguntó uno.
- ¿Hay bomba bencinera cerca? – preguntó el otro.
- Tres cuadras para allá y dos a la izquierda. Se miraron y se secretaron de nuevo.
- ¿Podrías cuidar el auto mientras vamos a buscar bencina?
Y me senté al volante. Los miré alejarse bien contento porque podría entretenerme harto jugando a se taxista.
Pero no duró mucho. Por la esquina apareció un carabinero y se acercó con harto disimulo. De repente miró el taxi y sacó una libreta.
Yo lo miraba por el espejito retro no se cuanto, esperando...
Se acercó con frecuencia modulada y me miró.
-¿Es tuyo el cacharro? – preguntó sin soltar su libreta.
- Ojalá – contesté.
- ¿De alguien de tu familia?
- ¡Dame las llaves! – ordenó muy seco.
- Es que no las tengo...
- ¿De quién es el auto?
- No tengo la mayor idea. Unos gallos no podían hacerlo partir y me dejaron cuidándolo mientras iban a comprar bencina.
Me llevó a mi casa y me dijo: - Llama a tu papi.
Pero mi papá no estaba así que me llevó a un teléfono y llamó a otro sargento y, mientras llegaba ese otro caballero nos quedamos vigilando por si aparecían los gallos dueños del auto. No te muevas del volante – dijo y desapareció
...