Retos, desafíos y competencias para el desarrollo rural con enfoque territorial y planeación participativa para la paz.

LOS COLORES DE LA MONTAÑA

Reseña – Por César Augusto Muñoz

Seminario de grado: Retos, desafíos y competencias para el desarrollo rural con enfoque territorial y planeación participativa para la paz.

Es difícil conocer el momento en que la fantasía deja de ser fantasía y se convierte en realidad, los colores de la montaña es un film donde los contrastes colapsan, donde se pasa de lo noble a lo salvaje en una sola escena, donde la imaginación, y la realidad convergen en la mentalidad y en el concepto inocente de unos niños. Un poco más o menos de realismo, hubiera significado la pérdida en la concepción de esta película, pero el director y guionista Carlos César Arbeláez,  supo tratar las diferentes situaciones y darles un tono apropiado para llegar al espectador.

Esta película ofrece al público una visión dulce e inocente de las montañas de Colombia, de la tranquilidad que ofrece el campo, de los hermosos amaneceres, del arraigo campesino por el territorio, del realismo mágico con el que los niños ven la realidad. Realidad que se ve empañada por la guerra que imponen los grupos armados en el conflicto que por más de cincuenta años ha sacudido a Colombia.

El conflicto armado en Colombia ha llevado el terror y la zozobra a la población civil, y esta pieza cinematográfica lo ilustra sin ser sensacionalista, confluyen los distintos hechos victimizantes  que se han ocasionado a lo largo de la historia del conflicto: desplazamiento de población, despojo de tierras, reclutamiento ilícito de niños, niñas y adolescentes, tortura, asesinatos selectivos y masacres, amenazas, delitos contra la libertad y la integridad, desaparición forzada, minas antipersonal y munición sin explotar.

Los colores de la montaña retrata la vida cotidiana en alguna zona rural de Antioquia y se centra en los fuertes lasos de amistad entre Manuel, el niño protagonista, y Julián, su mejor amigo y compañero de escuela. Un día mientras juegan un partido de futbol en una cancha colmada de barro, por cosas del destino su balón va a parar  a un campo minado. Junto a poca luz, buscaran por cualquier medio recuperar este preciado objeto, fundamental para sus sueños y diario vivir.

Mientras Ernesto, padre de Manuel y actor importante en la historia, tiene que pensar diariamente en asistir o no a las reuniones citadas cada ocho días por grupos guerrilleros, Manuel, la gran alma de esta película, solo se enfoca en dos o tres cosas. La primera, el fútbol, una segunda, la pintura, y una tercera que está puesta bajo varias capas de narración, pero que para mí vendría a ser la más especial, saltando en el último plano. Es la de Cecilia, la amiguita que le da el color amarillo, la primera en desaparecer de la escuela y la que vuelve a “aparecer” de forma infantil cuando Manuel juega con los muñequitos que ha hecho su Mamá.

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