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SUNZI, El arte de la guerra, Madrid


Enviado por   •  12 de Febrero de 2014  •  Ensayo  •  9.546 Palabras (39 Páginas)  •  239 Visitas

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SUNZI, El arte de la guerra, Madrid: Trotta, 2001 (traducció del xinès d’Albert Galvany)

I

CÁLCULOS

El Maestro Sun dijo:

La guerra es el asunto más importante para el Estado. Es el terreno de la vida y de la muerte, la vía que conduce a la supervivencia o a la aniquilación. No puede ser ignorada.

La guerra se estructura en cinco factores que deben ser calculados y comparados con el fin de precisar el estado de fuerzas.

El primero de ellos es la virtud; el segundo, el clima; el tercero, la topografía; el cuarto, el mando; y el quinto, la disciplina.

La virtud es lo que permite la cohesión entre los superiores y el pueblo, de modo que éste acude a la vida como a la muerte sin temer el peligro.

El clima abarca la alternancia de la oscuridad y de la claridad, del calor y del frío, y la rotación de las estaciones.

La topografía comprende la cercanía o lejanía del terreno, su accesibilidad o inaccesibilidad, su amplitud o estrechez, su naturaleza propicia o mortal.

El mando es una cuestión de conocimiento, de credibilidad, de humanidad, de resolución y de severidad.

La disciplina requiere la efectividad de la organización, de la jerarquía de mandos y de la logística.

No existe general que no haya oído hablar de estos cinco factores, mas sólo aquellos que los dominen vencerán, mientras que quienes no lo hagan serán vencidos.

Así, el cálculo y la comparación de esos cinco factores hacen posible determinar el estado de fuerzas. Para ello debemos preguntarnos además:

¿Quién cuenta con el soberano que posee la virtud? ¿Quién con el general más capaz? ¿Quién con las condiciones climáticas y topográficas más favorables? ¿Quién con la mayor disciplina y obediencia? ¿Quién con el ejército más poderoso? ¿Quién con los soldados mejor preparados? ¿Quién con el mejor sistema de castigos y recompensas?

Las respuestas a estas preguntas permiten conocer quién resultará victorioso y quién derrotado.

El general que comprenda mis cálculos y los aplique vencerá: es preciso conservarlo; el general que no los comprenda y los aplique será derrotado: es preciso deshacerse de él.

Tras comprender las ventajas de esos cálculos es posible crear un potencial estratégico que incida en el exterior. ¿Qué significa crear el potencial estratégico? Ponderar y decidir en función del beneficio.

La guerra es el arte de engañar. Así, si eres capaz, finge incapacidad; si estás preparado para entrar en combate, finge no estarlo; si te encuentras cerca, finge estar lejos; si te encuentras lejos, finge estar cerca. Si el enemigo es ávido en ganancias, sedúcelo. Si está confuso, atrápalo. Si es consistente, prepárate. Si es poderoso, evítalo. Si es colérico, provócalo. Si es humilde, hazlo arrogante. Si está quieto, oblígalo a actuar. Si está unido, divídelo. Atácalo cuando no esté preparado, lánzate sobre él cuando no se lo espere. Estas fórmulas propician la victoria a los estrategas, pero no pueden decidirse de antemano.

La victoria es segura cuando los cálculos realizados antes del combate en el templo ancestral son favorables en la mayoría de los factores; en el caso de que no lo sean más que en algunos, la victoria no es posible. Así, vencerá aquel que reúna la totalidad de los cómputos favorables, mientras que el que reúna pocos será vencido. iQué decir entonces de aquel que no reúna ninguno! Una vez hechas estas observaciones, el devenir del combate resulta evidente.

II

LAS OPERACIONES MILITARES

El Maestro Sun dijo:

Todo enfrentamiento exige, por lo general, mil cuadrigas veloces', mil furgones revestidos con protecciones de cuero, cien mil soldados provistos de corazas y provisiones suficientes como para mantener todo un ejército a mil millas de distancia; hay que contar además con los costes del frente y de la retaguardia, con los gastos de las misiones diplomáticas y con los de los materiales —como la cola y la laca— necesarios para el mantenimiento y la reparación de las cuadrigas y de las armaduras. Todo ello supone un coste total de mil unidades de oro por día. Sólo una vez recaudada tal cantidad es posible movilizar un ejército de cien mil hombres.

Si las operaciones militares se prolongan y la victoria tarda en llegar, la eficacia de las armas se desgasta y el ardor de las tropas declina; si se consumen las fuerzas de los soldados atacando fortificaciones y la lucha se prolonga en exceso, los recursos del país no serán suficientes.

Las armas desgastadas, el ardor de las tropas en declive, las fuerzas consumidas, los recursos económicos arruinados: los Estados vecinos aprovecharán la ocasión para alzarse contra ti. En ese caso, ni tus estrategas más hábiles podrán hacer nada para preservar tu porvenir.

Se han visto operaciones militares que fracasaron por precipitación, pero jamás ninguna que, dirigida eficazmente, se eternizase. Ningún país ha podido beneficiarse nunca de una guerra prolongada. Aquel que no sea consciente de los riesgos propios a toda acción militar tampoco podrá serlo de sus ventajas.

El experto estratega no requiere de una segunda leva de efectivos ni necesita de tres aprovisionamientos. Parte con sus propios recursos y se abastece de las provisiones enemigas, de modo que el avituallamiento de las tropas queda asegurados.

Lo que empobrece un país es el transporte de víveres a larga distancia. El suministro de un ejército a larga distancia acarrea la ruina del pueblo. Además, allí por donde pasan las tropas suben los precios. Si los precios suben, los recursos del pueblo disminuyen, y si los recursos del pueblo disminuyen, será preciso aumentar los impuestos para la guerra.

Las fuerzas se desgastan, las riquezas se agotan y las familias se arruinan. Las economías particulares pierden una séptima parte y, en lo referente al erario público, los gastos ocasionados por las reparaciones de las cuadrigas, la fatiga de los caballos, la renovación de cascos, flechas, ballestas, lanzas, escudos, estacas, las bestias de tiro y los medios de transporte, se llevan una sexta parte de la recaudación.

Por lo tanto, el estratega competente procura alimentarse del adversario, ya que una medida de alimentos arrebatada al enemigo vale por veinte de las suyas; un celemín de forraje enemigo, por veinte de los suyos.

Para incitar al exterminio utiliza la furia; para incitar la captura de bienes enemigos utiliza las recompensas. Cuando, en el transcurso del

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