Satanás

Satanás, un Don Demonio, como quien dice, un rey de los abismos, salga a la tierra, y ande de aquí para allí, con una pluma de gallo en la gorra, como un simple alcahuete de docena? El diablo es poético y grande; perverso; diplomático; ruin. Ese es el soberbio personaje, el formidable y el príncipe de las tiniebla.

El corazón de este poeta-filósofo debe tener algo de profundidad e inconmensurable cuando en sus pasiones interviene personalmente en ser inconmensurable y profundo que en el cielo se llamó Luzbel, en la tierra se llama demonio, y en el infierno Lucifer.

Byron y Goethe, poetas del dolor, apóstoles de la desesperación, han pasado ciertamente, cual esos meteoros que van dejando tras sí una larga huella de miserias y desventuras. Chateaubriand y Lamartine, por el contrario, describen con sus pasiones una figura más común y modesta, su pecho es una elipse en uno de cuyos focos arde el fuego sagrado. La fe no describe parábolas ni hipérbole; la fe no describe nada, porque no gira en órbita ninguna; es una estatua de la religión que está girando sobre sí misma. Ciega es la fe, y nadie ve como ella, si, como lo tiene creído, es cierto que ve con Dios; dura es la fe, y siente como ella. Chateaubriand y Lamartine están contentos con su elipse, la figura de dos focos; a un lado, amor de Dios; al otro, amor del mundo.

...