Sentindo Amigoniano De Justicia
Enviado por • 8 de Mayo de 2014 • 7.065 Palabras (29 Páginas) • 1.043 Visitas
En qué consiste la dimensión social de la justicia según Luis Amigo?
La justicia amigoniana tiene un profundo contenido social, desarrollada en la forma de caridad y misericordia, de inclinación permanente de la voluntad de brindar al desprotegido, al discapacitado, al discriminado, al necesitado, al que ha caído en desgracia, al menor en dificultades, lo que socialmente le corresponde en orden al desarrollo integral de su persona. Estos son valiosos elementos fundantes del carisma y la espiritualidad amigonianos.
Pero ha de tenerse siempre en cuenta que la caridad es la virtud de las virtudes, la excelente entre todas, la que informa a las demás; de suyo, no puede haber verdadera virtud sin caridad, como ha señalado la doctrina tradicional; mientras que la justicia es una exigencia mínima, aunque tantas veces inalcanzada, del comportamiento humano, tanto respecto a sí mismo como a las demás personas.
La pobreza, la miseria, la exclusión social, la marginación, el hambre, el subdesarrollo, la ausencia de posibilidades reales de una vida digna, no son fenómenos naturales que escapan al dominio de las personas, sino fenómenos sociales que pueden estar bajo su control, o, en cualquier caso, son de su responsabilidad, tanto individual como colectiva, especialmente de las sociedades más ricas y desarrolladas.
Con todo, no existe contraposición entre justicia y caridad, sino inclusión. Es decir, por un lado, no hay verdadera caridad donde no se persigue conseguir la justicia. O, dicho de otra manera, puede que en algún momento sea necesaria la actuación puramente benéfica o caritativa, en el sentido más habitual del término (tal vez se puede también utilizar el calificativo de asistencial), pero no sería verdadera caridad si no estuviera enfocada a la transformación de la realidad de las personas y los pueblos para que cuanto antes dejaran de necesitar la ayuda que se les presta.
A su vez, no existe una verdadera justicia que no quiera llegar más allá, no sólo de los términos que la ley humana impone en momentos determinados, sino de los mismos límites de la pura obligación moral, para adentrarse en un horizonte sin fronteras que es el del amor. Es posible, entonces, hablar "de una caridad que acaba en justicia y de una justicia que se funda en la caridad, es decir, en el amor decidido ante cuanto se contempla y se detesta porque deshumaniza al ser humano".
Dice el Padre Juan Antonio Vives a propósito del valor de la misericordia que preside la acción amigoniana: “El mensaje de la misericordia, aprendido junto al Buen Pastor y Nuestra Madre, se tonifica en la escuela franciscana de sencillez y mansedumbre, de dulzura y de alegría: Gocémonos de convivir con gente de baja condición y despreciados, entre los pobres y los débiles, entre los enfermos y los leprosos, y con los que piden limosna a la vera del camino.”
Por ello, el carisma y la espiritualidad amigoniana se estructuran exactamente como lo plantea el apóstol Pablo: “Cuando se está animado de la caridad de Cristo, se siente uno vinculado a los demás, experimentado como propias las necesidades, los sufrimientos, las alegrías extrañas y la conducta personal en cualquier sitio es firme, alegre, humanitaria, e incluso cuidadosa del interés ajeno, porque la caridad es paciente, es benigna; no es envidiosa, no es jactanciosa, no se hincha; no es descortés, no es interesada; no se irrita, no piensa mal; no se alegra de la injusticia, se complace en la verdad; todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera. Pero, sólo quien toma conciencia de sus limitaciones y experimenta el perdón del Señor, puede abstenerse de juzgar al hermano y estar pronto a ejercer con él misericordia, cubriendo con el manto de la caridad su falta, pues no son los sanos los que necesitan el médico, sino los enfermos.”
El ejercicio de todas las virtudes está animado e inspirado por la caridad. Ésta es "el vínculo de su perfección"; las articula y las ordena entre sí; es fuente y término de su práctica cristiana. La caridad asegura y purifica nuestra facultad humana de amar. La eleva a la perfección sobrenatural del amor divino. La práctica de la vida moral animada por la caridad da al cristiano la libertad espiritual de los hijos de Dios.
La tradición Amigoniana ha traducido al terreno pedagógico, la preocupación espiritual del fundador, proponiéndose como uno de sus ideales el de despertar en el ánimo de cualquier formador: la sensibilidad, la creatividad, la fortaleza, el amor y demás valores que debe poseer el ser humano como hijo de Dios.
La visión de Justicia que los amigonianos desarrollamos está claramente sustentada en los argumentos de la Doctrina Social de la Iglesia, la cual entiende la Justicia como parte del destino que le toca a cada persona y expresa dos aspiraciones de la humanidad: que las leyes se constituyan desde la igualdad de todos los seres humanos y que se apliquen con equidad y sin privilegios discriminatorios.
Desde el punto de vista de la doctrina social de la Iglesia, la justicia cumple tres funciones fundamentales:
-La justicia es un ideal utópico de igualdad. La moral social tiene sentido en la medida en que contribuye a buscar la igualdad y a hacerla efectiva.
-La justicia como “cuestionamiento” anterior al orden establecido. Cuando la justicia sirve al orden establecido, se convierte en justificación de él y en apoyo de estructuras injustas. Es necesario tomar la noción de justicia como <<cuestionamiento<< moral anterior a todo sistema legal porque la justicia trasciende con su capacidad crítica el orden establecido, corrige y rectifica las situaciones sociales que envuelven una injusticia previa.
2. Los valores que marcaron la vida de Luis Amigó fueron:
Misericordia: Monseñor Luis Amigó sitúa únicamente un Bien-estar, que para el cristiano consiste, en un Bien-ser. Él hizo del Evangelio su programa, pero enfatizó sobre todo en el Evangelio de la Misericordia: Dios es esencialmente amor: el amor es por sí mismo difusivo, tiende a comunicarse; pero ese amor, ante el que sufre se convierte en misericordia. Las grandes revelaciones de las Parábolas de la misericordia, no son sino la comunicación del latido íntimo de Dios, de su amor misericordioso a los hombres. Los encuentros de misericordia con la Samaritana, con la adúltera, con la Magdalena son otra prueba no solamente del amplio perdón, sino también de amor. Ese amor vuelto misericordia, ese corazón dulcificado, esa capacidad de comprensión, ese sufrir con el que sufre.
La Justicia Social: ¿Qué haría del mundo un cielo anticipado, reinando en él la justicia, la paz, el orden y la moralidad y fundamentalmente el bienestar y progreso moral de las naciones? “Todos los problemas sociales pueden
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