Somos de lo que nos rodeamos
Enviado por Burleria6 • 19 de Enero de 2017 • Trabajo • 4.072 Palabras (17 Páginas) • 274 Visitas
Somos lo que comemos, también de lo que nos rodeamos
ÍNDICE
DIRECTRICES
Resumen 2
Palabras clave 2
Propósito 2
CUERPO DEL TRABAJO
Introducción 3
Volver a la naturaleza 4-5
Somos lo que comemos. Equilibrio en los alimentos 5-8
Experiencias y escucha. 9-10
Conclusiones 10
Referencias bibliográficas 11
Resumen
El presente trabajo emana, ante todo, de la voluntad nacida de una serie de experiencias basadas en la escucha del cuerpo y la ingesta. “Somos lo que comemos” es una afirmación que ha cruzado las barreras generacionales. Pero, como toda frase repetida (siendo o no víctima de una falacia) nos preguntamos: ¿a qué se referían exactamente nuestros mayores?
A continuación pretendemos llegar hasta el fondo de la premisa anterior, entendiendo que, como bien acuña la ciencia: todo es energía y esta jamás desaparece; únicamente se transforma. Toda la naturaleza posee su propia fuerza vital y energía. Así que, partiendo de la energía esencial del cosmos –el yin y el yang- observaremos las cualidades y efectos de los alimentos y, puede que entonces, entendamos que cada individuo tiene unas necesidades diferentes para sentirse en armonía dentro del medio que le rodea y rodeado de éste.
Palabras clave
Naturaleza, el “yin y el yang”, energía vital, observación y escucha del cuerpo.
Propósito
Comprender, dentro de lo posible, cómo funciona la filosofía oriental y cómo ésta se refleja en la alimentación, basándose en el principio de justicia universal (yin y el yang), el cambio constante y la adaptación del cuerpo a dicho cambio.
Tras una breve reflexión, podríamos decir que el fin de este trabajo es plasmar todo un aprendizaje –el cual continúa en cuesta y movimiento- que una persona obtiene tras la puesta en práctica de todo aquello que se mencionó en el resumen.
Introducción
Dedicado a todo aquel que anima a los elementos de la naturaleza, nuestra fuente de vida.
“No tomar erróneamente como poder la adquisición de simple conocimiento; lo mismo que el alimento, las cosas han de ser digeridas y asimiladas para que se conviertan en fuerza de vida y energía vital. El conocimiento puesto en práctica, debe convertirse en sabiduría.” (Anónimo).
Antes de empezar y sin intención de darle fin al estudio del ser humano, quiero aclarar que, ante la oportunidad de realizar un trabajo de investigación –tanto interno como externo- sobre aquello que te apasiona, me tomaré el privilegio de redactar esta experiencia tanto en primera persona del singular como del plural -¿y por qué?- en primer lugar, animo a toda persona a que -dentro de la selección, valoración y organización de la información que en nuestros días precisa la sociedad de información- abran un poco el abanico de posibilidades ante el afán de descubrir nuevas perspectivas.
No sería productivo leer acerca del tarot si no aceptamos dicha posibilidad no sólo como una pseudociencia, sino como la oportunidad de reconocer que existen tantas verdades como seres humanos y que, al menos, cabe la posibilidad de cambiar nuestras preguntas cuando no encontremos esa “necesitada respuesta”.
Sin más dilación, diré que ha sido la transición personal la que me llevó a interesarme sobre estos temas y creo firmemente que el aprendizaje ha de estar ligado a la experiencia para que éste se dé realmente.
Volver a la naturaleza
El pensamiento parcializado y pragmático que alimenta la cultura occidental desde hace poco más de un siglo, ha llevado a las personas a interpretar y entender el cosmos como una gran dispersión de “cosas” y quimeras que no se relacionan entre sí, que separa el espíritu de la materia y a las personas de la naturaleza.
El ser humano es el único animal que ha sido capaz de colonizar todo el planeta, arrasando y vulnerando todo lo que éste le daba. Arrancando de la tierra -de él mismo- todo lo que ha encontrado a su paso, olvidando que ésta es nuestra fuerza de vida ya que somos ella misma. Decimos sí a los valores dictados por una sociedad capitalista que parece quebrarse poco a poco sobre su propio peso. La explotación y contaminación del medio, la inmensa pobreza y desigualdad, ganaderías y agriculturas expansivas –dadas por unos grandes intereses comerciales- y en definitiva el ambiente artificial que no respeta ni atiende a la naturaleza humana y que focaliza su “progreso” más en la importancia de la cantidad (obtener, consumir y producir) que en calidad (bienestar del ser y desarrollo).
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