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Sujeto Politico


Enviado por   •  1 de Noviembre de 2013  •  2.533 Palabras (11 Páginas)  •  525 Visitas

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ESTADO, DEMOCRACIA Y SUJETO POLÍTICO

Una nueva forma para una vieja relación

La relación entre el Estado, la Democracia y el o los sujetos políticos no es nueva. Pero estoy seguro de que dentro de la proposición original tanto el juego como el tono de las relaciones ha cambiado lo suficiente como para que las antiguas formas de encarar su estudio ya no nos ofrezcan grandes posibilidades.

Desde la mirada de quien le interesa la construcción de una sociedad democrática resulta indispensable remarcar que, al menos en el caso de la Argentina, la construcción de esa sociedad no ha contado con la densidad en los debates que sin duda esta se merece. La democracia argentina mas bien ha sucedido y sus modificaciones a lo largo de los últimos veinte años han sido mucho mas fruto de improvisaciones mas o menos originales o ingeniosas que fruto de la reflexión colectiva.

Desde mi punto de vista sería deseable adensar el estado de discusión de ideas sobre la significación de la construcción democrática evitando utilizar las palabras como una suerte de exorcismo debajo del cual cualquier práctica es posible y cualquier construcción conceptual se vuelve pertinente.

Este ensayo, preliminar, tan preliminar como por definición mi propia concepción filosófica lo permite, tiene como mayor pretensión la de problematizar la relación existente entre la construcción democrática y la naturaleza, características y especificidades de lo que, en la literatura de las ciencias sociales y las humanidades, difusamente se denomina como sujeto político.

Más allá de las ambigüedades propias del corpus conceptual e incluso lingüístico que está siempre presente en nuestra práctica intelectual, las nociones alrededor del sujeto político reconocen, tal como veo las cosas, un trato por lo menos desaprensivo.

Creo reconocer dos grandes formas, una mucho mas extendida que la otra, de tratar la construcción teórica de los sujetos políticos.

La primera de ellas es la que coloca bajo esa denominación un constructo de naturaleza estrictamente colectiva. Sujeta a tradiciones intelectuales vigorosas, trae el reverbero del concepto de praxis y se reconoce en la necesidad un poco mas o un poco menos esencializadora de la existencia de colectivos estables, con prácticas reconocidas y con pretensiones unificadoras y homogeneizantes.

Versiones más sofisticadas de esta perspectiva han sido capaces de introducir modificaciones propias de la suma de lecturas mas actuales aún cuando no han modificado sus rasgos mas potentes.

Desde este punto de vista es importante reconocer los matices planteados por definiciones que sostienen que el sujeto político de la transformación se construye en la misma transformación. Estas interpretaciones suponen que ningún proceso de transformación puede realizarse sin sujeto, pero el sujeto no ingresa en el proceso ya prefigurado sino que se construye a sí mismo mientras avanza. Por lo tanto, es menester conocer las condiciones presentes de las que se parte en la construcción, pero inmediatamente deberemos imaginar las potenciales direcciones de la articulación colectiva que han de enriquecer al sujeto político en el proceso mismo de creación del nuevo poder.

Estas concepciones colectivistas pero pluralistas coinciden en afirmar que como sucede en casi todas las producciones históricas, el sujeto político carece también de esencia. No es una categoría estadística ni la suma de un conjunto de sectores de la sociedad. No se trata tampoco de un actor social (los trabajadores, los desocupados, los pobres) o una identidad cultural (los argentinos, el pueblo). Se trata –valga la redundancia– de un sujeto político que, como tal, no puede surgir sino de una interpelación. El sujeto político no puede ser el emergente puramente mecánico y especular de la agregación de sectores sociales, sino el producto de un discurso que constituye a las voluntades individuales en una subjetividad colectiva que se realiza en el compartir un proyecto. Mostrando el proyecto y convocando a luchar por su realización a través de un proceso colectivo, la interpelación construye a su propio sujeto. Un sujeto que, por lo demás, es siempre un sujeto en construcción: estructuralmente abierto y negando toda ilusión de fin de la historia, el sujeto político democrático no puede nunca considerarse plenamente realizado.

Aún reconociendo los avances de posiciones como las glosadas y acentuando la importancia de ellas en relación al estudio y la investigación de las condiciones de posibilidad de nuevos escenarios políticos, quisiera distinguirla de la otra concepción, menos transitada, pero a mi criterio mas adecuada para la interpretación actual.

Desde el lugar en que me gustaría se situara este ensayo el sujeto político que habría que investigar reconoce su centro en la relación planteada entre la construcción subjetiva y la política como espacio decisional concreto, es decir, que creo en la fecundidad de darle a la sonoridad “sujeto político” la tonalidad de una persona o un conjunto de ellas en situación política concreta.

Sugiero, entonces, que las habituales concepciones colectivistas, desde el marxismo hasta el comunitarismo y también las perspectivas políticas tradicionales den un paso al costado para permitir el acceso, desde la mejor tradición liberal, a una concepción de lo político que partiendo de las nuevas formas de la subjetividad reconozca que las instituciones democráticas no pueden, si quieren ser eficaces, ser muy distintas a esa nueva construcción de las subjetividades.

Así expuesto esto genera una cantidad enorme de dificultades si no se realiza el ejercicio previo de poner en discusión cuestiones centrales que, por razones antes esbozadas, la sociedad argentina y sus responsables políticos e intelectuales aún no han sido capaces de generar.

Por banal que parezca, el autoevidente dato acerca de las modificaciones que los relatos individuales han sufrido (piensese solamente en el enorme cambio que supone pasar de una sociedad es donde el ideal es ser todos iguales a otra en donde la única posibilidad, al menos inicial, que se requiere para la autonomía es el reconocimiento de las características diferenciales de cada uno de los individuos que componen una sociedad) no parece ser suficiente para pensar que las instituciones que pretenden interpretar o representar requieren también de una actualización que acompañe este complejo proceso.

Desde el mundo de las ideas, entendidas estas como lo hizo Dewey, es decir, como plan de acción, lo mas que podemos hacer los filósofos o especialistas es generar la discusión sobre las categorías que se están utilizando para dar cuenta del proceso de construcción de nuestras sociedades. Creo

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