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Sábado, 20.00h. Son las 8 de la tarde y estamos en casa de Philippe


Enviado por   •  28 de Febrero de 2014  •  Examen  •  2.957 Palabras (12 Páginas)  •  388 Visitas

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Sábado, 20.00h.

Son las 8 de la tarde y estamos en casa de Philippe. Paco y Lucía me explican que, normalmente, en el Carnaval, los grupos de amigos quedan en casa de uno de ellos para disfrazarse todos juntos y hacerse unas fotografías. Luego van todos juntos al centro de la ciudad, donde todas las personas jóvenes (y no tanjóvenes) se encuentran para salir de marcha. Y eso es lo que hacemos ahora: esperar.

Poco a poco la casa se llena de gente. Me presen­tan a todos los que llegan y yo olvido inmediatamen­te cómo se llaman. Hay mucho ruido y todo el mun­do se pone sus disfraces. Nos disfrazamos todos mien­tras en la casa suena un disco que provoca las risas de muchos. Yo no entiendo casi nada y me dicen que es normal, que es un disco de chirigotas, y que después me lo explican. Llega la hora de marcharse y salimos todos rápidamente. Bueno, es un decir, porque

como somos tantos la cosa dura lo suyo. Media hora más tarde nos encontramos en una pla­za que se llama Plaza de Mina, en el centro de la ciu­dad. ¡Nunca he visto a tanta gente junta en mi vida! ¿Cuántas personas hay en esta plaza? ¿Mil, dos mil, cinco mil? No sé decir cuántas...

Es una locura. Absolutamente todo el mundo está disfrazado y la gente habla, bebe y se ríe con sus ami­gos. Cada cierto tiempo pasa por delante de nosotros un grupo de gente con tambores de todos los tipos, y tocando ritmos típicos del Carnaval que provocan un continuo baile mientras duran. Es increíble.

Nuestro grupo es muy grande, y yo hablo con unos y con otros, aquí la gente es muy abierta y enseguida se interesan por ti. Además, como soy francesa, pare­ce que resulto muy exótica y todo el mundo quiere ha­blar conmigo y hacerme preguntas. ¡Es genial

Al cabo de un rato miro a mi alrededor y no veo a Philippe. Hace bastante que no hablo con él. Miro a un lado y a otro, pero no lo encuentro. Le pregunto a Lucía, que está a mi derecha:

- Oye, Lucía, ¿has visto a Philippe?

- Sí, está por aquí, no te preocupes.

- Vale, gracias -le digo y me meto otra vez en las conversaciones de mis nuevos amigos.

Un chico que se llama Pepe me explica más cosas sobre el Carnaval de Cádiz.

- Es increíble, ¿verdad? Y ahora vamos al Barrio de la Viña. Es un barrio muy pequeño pero muy fa­moso en Cádiz, y hay diferentes tablaos en la ca­lle con grupos de chirigotas que cantan gratis pa­ra la gente.

- ¿En la calle, gratis?, ¿tan tarde? -pregunto asom­brada.

- Sí, sí, claro, hasta las cuatro o las cinco de la ma­ñana.

- ¿Cómo?, ¿estás de broma? -grito sorprendida.

- No, no estoy de broma, ¡es verdad! -dice Pepe riendo-. Aquí en Cádiz nos encanta salir de mar­cha, y más todavía cuando es Carnaval. Además, como no hace mucho frío, podemos estar en la calle toda la noche. Lo sé, lo sé... es un sitio bas­tante especial -dice sonriendo.

Interrumpo mi conversación para mirar de nuevo a mi alrededor, pero sigo sin ver a Philippe. Esto ya no me gusta tanto, él es en realidad mi único amigo aquí. Yo duermo esta noche en su casa, y no puedo perder­lo. Así que empiezo a preguntar a todo el mundo.

- Oye, ¿sabéis dónde está Philippe?

- Pues no sabemos, está por aquí -dicen unos.

- Hace un rato que no lo vemos -dicen otros.

Pero el caso es que nadie me puede dar una res­puesta concreta. Además, la plaza está tan llena de gente que es muy fácil perderse.

- Tranquila, Natacha -Lucía intenta calmarme-. Seguro que está en algún bar, en el cuarto de baño y que dentro de poco vuelve, i Son muchas horas sin ir al cuarto de baño y todos somos humanos!, ¿no? A propósito, ¿necesitas ir al cuarto de baño? Yo voy ahora, a un bar que está aquí al lado.

La verdad es que sí tengo ganas de ir, lo llevo un rato pensando, pero no me atrevo a ir sola, con tanta gente por todos lados...

- Sí, vale, vamos juntas -contesto a Lucía.

- De acuerdo. Seguro que Philippe vuelve antes que nosotras.

Avanzamos entre una masa de gente disfrazada y tratamos de salir de la plaza. Poco a poco conseguimos llegar al bar y, tras esperar un poco haciendo cola, entramos al servicio.

Cuando salimos del bar, Lucía se encuentra con unos amigos y se ponen a hablar. No tiene tiempo de presentármelos porque una música que suena detrás de mí llama mi atención, y me doy la vuelta instinti­vamente. Poco a poco, abriéndose paso lentamente entre la multitud, aparece un grupo de unos 10 músi­cos, todos ellos vestidos de blanco, con plumas en la cabeza y en las piernas. A su lado, otras seis u ocho personas, vestidas de la misma manera, bailan alegre­mente al ritmo de la música. Me recuerda algunos re­

portajes que he visto sobre el Carnaval de Brasil. Es un ritmo realmente bonito e intenso, y no puedo evi­tar comenzar a bailar yo también. Es un momento muy mágico, y veo que otras personas a mi alrededor también bailan y disfrutan del momento como yo. Cierro los ojos por unos instantes y me dejo llevar por la música. Por un momento me olvido de todo, del tiempo y del espacio. Es maravilloso...

Tras un par de minutos muy intensos, el sonido de los tambores se aleja poco a poco, a medida que el grupo de músicos sigue su camino. Abro los ojos y vuelvo a la realidad. Miro a una chica que está a mi la­do y le sonrío. Ella también me sonríe.

- ¡Soy idiota! -me digo a mí misma en voz alta. No me lo puedo creer, primero pierdo a Philippe y ahora pierdo a Lucía...

Bueno, calma, me digo. Respiro hondo y trato de no ponerme nerviosa. Trago saliva. A ver, creo que sé volver a la Plaza de Mina, y seguro que allí están todos, esperándome.

Comienzo a andar hacia la plaza. Paso lentamente entre la multitud que llena la calle. Finalmente llego, pero esta plaza es tan grande y hay tanta gente que no estoy segura de saber volver al sitio donde están todos. Camino un rato, me doy cuenta de que doy vueltas en círculo, pero nada, no veo a nadie conocido. Empiezo a sudar, creo que otra vez me estoy poniendo nervio­sa. Miro a la gente y todos los disfraces antes tan di-

un escatomo me recorre

vertidos me parecen ahora figuras fantasmagóricas que me miran amenazantes. Todo el mundo habla en voz alta y el ruido me parece insoportable. Sigo sudando. No me encuentro bien, tengo mucho calor y siento que me mareo... Tengo que salir de aquí cuanto antes. Tengo que respirar aire fresco, tengo que pensar...

Me alejo de la plaza, hasta llegar a una calle más tranquila. Ya no hay tanta gente ni tanto ruido, y eso me tranquiliza un poco. Siento de nuevo el aire fresco que me golpea en la cara y me encuentro algo mejor. Me siento en un banco, para pensar qué

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