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TEATRO DEL ABSURDO


Enviado por   •  1 de Junio de 2012  •  2.798 Palabras (12 Páginas)  •  896 Visitas

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TEATRO DEL ABSURDO.

El Teatro del Absurdo es un término empleado por el crítico Martin Esslin en 1962 para clasificar a ciertos dramaturgos que escribían durante la década de 1950, principalmente franceses, cuyo trabajo se considera como una reacción contra los conceptos tradicionales del teatro occidental.

El término, que se acuña como alternativa al de anti-théâtre o nouveau théâtre, ha pasado ya a designar sobre todo el teatro de Samuel Beckett, Eugène Ionesco, Fernando Arrabal, las primeras obras de Arthur Adamov y Jean Genet.

Muchas de las preocupaciones de este teatro encuentran su motivación teórica en los escritos de Antonin Artaud en “El Teatro y su doble” (1938) y, de alguna manera, en la noción brechtiana de Verfremdungseffekt (efecto alienante), mientras que la comicidad bufonesca tiene sus raíces en las películas de Charles Chaplin, Stan Laurel y Oliver Hardy, los Hermanos Marx y Buster Keaton.

Tomando como punto de partida lo absurdo de la vida, visto de forma palpable y no como evocación, tal y como sucedía en el teatro de Giraudoux, Anouilh, Sartre y Camus, el teatro del absurdo no es un movimiento o una escuela y los autores presentan un panorama heterogéneo. Lo que tienen en común es el rechazo generalizado del teatro realista y su base de caracterización sicológica, estructura coherente, trama y confianza en la comunicación dialogada.

A través de procesos de desfamiliarización y despersonalización, estos dramaturgos, ferozmente anticartesianos, desmontaban las estructuras del lenguaje, la lógica y la conciencia convencionales.

La aceptada creencia de que el mundo tiene sentido (un mundo que poco tiempo antes había sufrido las experiencias de Hiroshima y los campos de concentración) es subvertida y reemplazada por un mundo donde las palabras y las acciones pueden ser completamente contradictorias.

Sin embargo, lo que se propone no es tanto el sin sentido como una perpetua prórroga del sentido, sino mostrar una realidad oculta y amarga que subyace en la idea de felicidad y confort del modo de vida burgués.

Cada obra crea sus propios modelos implacables de lógica interna, a veces triste, patética, angustiosa, cómica, macabra, humillante, o violenta. Todas tienen en común la presentación de una realidad grotesca.

El cuestionamiento de los referentes, alineados dentro o fuera del escenario, afecta a tres áreas fundamentales: el personaje (que puede cambiar de sexo, personalidad o estatus), la trama (que a menudo es circular, no va a ninguna parte y rechaza cualquier resolución estética) y los objetos (que pueden proliferar hasta el punto de expulsar a los personajes, como pasa en las obras de Ionesco, o pueden también ser reducidos al mínimo, como sucede con Beckett, para enmarcar la temática del vacío y la nada).

El Teatro del Absurdo forma parte del incesante esfuerzo de los verdaderos artistas de nuestro tiempo por derribar la pared de la complacencia y el automatismo y establecer un conocimiento de la situación humana enfrentada con la realidad fundamental de su condición, zarandearle de una existencia trivializada, mecánica, complaciente y falta de la dignidad. Como tal, el Teatro del Absurdo cumple un doble propósito y se presenta al público con una doble absurdidad.

Por un lado castiga satíricamente lo absurdo de las vidas vividas en la inconsciencia. Este es el sentimiento de muerte y de insensibilidad mecánica de las vidas semiconscientes. En eso se basa el aspecto satírico y parodístico del Teatro del Absurdo, su crítica social, su deseo de poner en entredicho a una sociedad inauténtica y mezquina. Este es el mensaje más fácilmente accesible y por tanto más conocido del Teatro del Absurdo pero no es, por supuesto, su rasgo más esencial o significativo.

Se sitúa en un nivel aún más profundo de absurdidad, el absurdo de la misma condición humana en un mundo donde la crisis de todo tipo de creencias ha privado al hombre de certidumbres, el absurdo es una de las expresiones de esta búsqueda. Ya no es posible aceptar por más tiempo las formas artísticas, científicas o sociales, basadas en la continuidad de standards y conceptos sin validez; esto es, la posibilidad de conocer las leyes del hombre en el universo es simplemente algo absurdo.

El Teatro del Absurdo, vinculado como está a las realidades fundamentales de la condición humana, a los relativamente pocos verdaderos problemas del hombre, lo ha despojado de sus circunstancias accidentales de posición social o contexto histórico, y lo ha enfrentado exclusivamente con las elecciones fundamentales, con las situaciones básicas de la existencia: el hombre encarado con el tiempo, esperando entre el nacimiento y la muerte; el hombre tratando de obtener un modesto lugar en la oscuridad y trivialidad que le envuelven, tratando de asir una ley moral siempre más allá de su comprensión; el hombre solo, encarcelado en su subjetividad, incapaz de alcanzar a otros.

Aunque el tratamiento que le da parezca frívolo y grotesco, representa una vuelta al enfrentamiento del hombre con la esfera de lo mítico y lo religioso. Como la antigua tragedia griega, el Teatro del Absurdo es un intento por hacer consciente al espectador de la precaria y misteriosa situación del hombre en el universo.

La diferencia está simplemente en que en la tragedia antigua las realidades aludidas eran sistemas metafísicos conocidos y aceptados por todos, mientras que el Teatro del Absurdo expresa precisamente la falta de sistemas cósmicos de valores aceptados. El Teatro del Absurdo no pretende explicar al hombre los caminos de Dios. Simplemente presenta una intuición individual del ser humano de las realidades fundamentales tal y como él las experimenta. Este es el tema del Teatro del Absurdo, lo que condiciona su forma, que necesariamente ha de presentarse en una convención distinta a la del teatro realista de nuestro tiempo.

Mientras el teatro realista trata de ampliar los ámbitos del drama introduciendo elementos narrativos que expliquen las motivaciones del personaje, el Teatro del Absurdo tiende a la concentración y profundización sobre un esquema esencialmente lírico y poético. El Teatro del Absurdo, al abandonar la psicología, la sutileza de caracteres y el tema en un sentido convencional, da al elemento poético un énfasis incomparablemente mayor. Mientras que una obra con una trama lineal describe una evolución en el tiempo, la obra absurda muestra una imagen poética concretizada, la extensión de la obra en el tiempo es puramente incidental, ya que es físicamente imposible presentar una imagen poética compleja en un instante. Como es un teatro de situaciones en vez de un teatro de sucesos hilvanados, emplea un lenguaje basado en patrones de imágenes concretas, no un lenguaje discursivo

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