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Tema: El malestar en la cultura


Enviado por   •  21 de Mayo de 2016  •  Ensayo  •  1.363 Palabras (6 Páginas)  •  415 Visitas

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MAESTRIA EN DOCENCIA UNIVERSITARIA XVI

EPISTEMOLOGÍA E INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA

ENSAYO DE LA OBRA “DESCOLONIZAR EL SABER, REINVENTAR EL PODER – DE SOUSA SANTOS ”

MAESTRANTE:

ANDRES ZALDUMBIDE

SANGOLQUÍ, 11 DE JULIO DEL 2015

EL MALESTAR EN LA CULTURA

Tema: El sacrificio de los impulsos naturales para un acuerdo de comunión con nuestros pares

Introducción

Una de las obras más relevantes de Sigmund Freud, que se convertiría en una de las críticas sociales más influyentes del siglo pasado, siendo el criterio por muchos influenciado por los tiempos que se vivían, ya que en 3 años después Hitler se convertiría en canciller del Reich, un momento de tiempos oscuros.

En este ensayo trataremos en breve de dar a conocer lo planteado en la obra El malestar en la cultura de Sigmund Freud, catalogada como su máxima en el sentido filosófico; siendo una analogía del sacrificio humano de los impulsos naturales grabados en la filogenia propia evolutiva, por ser parte de algo; ser parte de una cultura.

Cabe entender que pese a lo referido a Freud, no estamos hablando del psicoanálisis per se, tal vez podemos mencionarlo como orden situacional explicativo de un fenómeno más, la obra están enmarcada en el entendimiento de nuestro comportamiento y que nos trajo al sitio donde estamos ahora.

Sin duda alguna no podemos llegar a una máxima comprensión del viaje que propone Freud sin un exhaustivo y acucioso contexto propio del análisis de sus obras, que se reflejan en varios acápites de la presente; pero a groso modo, nos puede trasladar a un entendimiento de los impulsos propios de nuestras mentes y el comportamiento que subyace por nuestra carga genética. ¿Somos felices en dónde estamos?, ¿somos libres?, ¿nuestra sexualidad es saciada?

Desarrollo

El fons et origo del análisis de la cultura por Freud es supeditado por una ausencia del sentir de lo eterno, o llamado de igual forma un sentimiento oceánico, metafóricamente reflejando la inmensidad. El sentido yoico de la persona, no puede ser un factor que no haya estado expuesto al mismo proceso del que nos trajo donde estamos, es decir estuvo enmarcado de igual forma en un proceso evolutivo; donde el evitar el dolor se cimienta en procesos de disociar el yo exclusivo a un yo placiente, enfrentado con un no-yo.

 

El mundo en un momento dejó de ser estímulo para transmutar en percepción de dificultad, donde ineludiblemente requerimos de otros para poder garantizar la supervivencia; ¿qué otro animal sigue siendo inútil después de años de nacido?, requerimos de progenitores y nuestro entorno para poder seguir siendo parte del todo y ser parte de la nada al mismo tiempo.

Una parte del ser nunca será exclusivamente “yo”, sino de igual forma “ello”, que responde a las pulsaciones primitivas, como el hambre, el miedo, la agresividad, el sexo. El yo nos lleva a mediar la realidad con los instintos, es decir bajo la cultura sofocamos nuestras pulsaciones; brindando armonía global pero probablemente aniquilación interna de la esencia del hombre.

Para enfrentarse ante esta represión, el hombre debe canalizar los instintos hacia otro enfoque, donde nace el aspecto artístico y científico, que llevarán al sujeto a alejarse del mundo exterior. Una forma de llegar a ser feliz.

Lo que en el sentido más estricto se llama felicidad, surge de la satisfacción, casi siempre instantánea, de necesidades acumuladas que han alcanzado elevada tensión, y de acuerdo con esta índole sólo puede darse como fenómeno episódico (p, 13)

La religión se jacta de responder a la imperiosa necesidad humana de alcanzar la felicidad y alejar el sufrimiento, reduciendo el valor de la vida, deformando la percepción de lo real, propendiendo una inmersión general de un delirio colectivo, lo cual hasta algún punto puede ser lo adecuado para algunos que buscan un resguardo en lo que no se entiende pero según se proclama, se puede sentir.

Pero el sufrimiento humano es inminente, donde podemos enfatizar un poder de la naturaleza, el mismo desgaste del cuerpo hacia la muerte y el insuficiente poder para regular las relaciones sociales. Donde las dos primeras son inevitables y la tercera referencia a nuestro rol en la cultura, entendiendo a la cultura como la suma de producciones que nos diferencian de los animales; donde el hombre dejó su voluntad unitaria, para converger en una voluntad general, sinérgica. La cultura cortó nuestra voluntad única; y ¿es posible que al no sentirnos parte de esa voluntad sinérgica, aceptada, constituida por otros, tengamos a personas que “desencajan” por escuchar sus instintos y son los catalogados como locos?

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