Totalisiro
22 de Mayo de 2013
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Definición de Totalitarismo
Lo característico del totalitarismo ha sido utilizar una determinada ideología, basada bien sea en el conflicto racial o en la lucha de clases para modificar las estructuras de la sociedad, por medio de la fuerza y la intolerancia, para crear una nueva sociedad homogénea y controlada en todos los aspectos. Por un lado hay que tener presente que si consideramos al totalitarismo como una forma contraria a la dignidad del hombre, no importa cual sea su fundamento ideológico, religioso o político. “
Si se asumimos que lo anteriormente se puede decir que todo totalitarismo implica un régimen autoritario y dictatorial, en las formas de totalitarismo moderno no importo mucho que las razones para fundamentarlo hayan sido de derecha o de izquierda. Tanto el comunismo soviético como el nazismo alemán fueron regímenes políticos despóticos que, para imponer su concepción del mundo, sepultaron a una gran cantidad de seres humanos. Así en palabras de Ebenstein “el totalitarismo como forma de gobierno y como sistema de vida se caracteriza por un propósito fundamental: el control total del hombre por el Estad, no reconociendo limites en cuanto a metas o a medios [...] el objetivo es máximo poder del Estado, conquistable únicamente mediante la represión máxima de la libertad individual. El estado es el amo, el individuo el servido, exactamente opuesto al concepto democrático”.
Así mismo totalitario es aquel régimen político no democrático en los que los poderes ejecutivo, legislativo y judicial están concentrados en un reducido número de dirigentes , que subordinan los derechos de la persona humana a la razón de estado. “en cuanto a los medios el totalitarismo no reconoce limites o restricciones”
Al hablar de autoritarismos y totalitarismos debemos tener en cuenta que se consideran tres contextos: la estructura de los sistemas políticos, las disposiciones psicológicas relacionadas con el poder, y las ideologías políticas.
Totalitarismo y la concentración de poder
En contraste con lo que ocurre en una democracia, el proceso principal en la sociedad nazi es la concentración de poder, que conduce a una organización rígida de la pauta de vida. Muchos de los aspectos de la concentración de poder nazi son pautas de la civilización occidental en general. El creciente poder del estado no es un producto alemán. Lo mismo es válido para la concentración de poder en el campo económico, que alcanza su apoteosis en el sistema monopolista, o para la concentración de poder político en resultante de ciertos aspectos en la evolución del sistema partidario, ”el gobierno autoritario aspira principalmente a fiscalizar las actividades políticas del hombre, en contraste con el sistema totalitario que procura el dominio de todos los aspectos de la vida, los apolíticos no menos que los políticos.” . A pesar de todo esto el nazismo se puede considerar un caso clásico en la concentración de poder de la Europa del siglo XX. Pues muestra como un Estado omnipotente se construye de inmediato como resultado de circunstancias históricas específicas, como el sistema monopolista se desarrolla al máximo por la técnica de los trust obligatorios y contribuye a la concentración de poder al integrarse el Estado omnipotente y, por fin, como único partido político devora a todos los cuerpos constitutivos de la sociedad alemana. Se trata de una sociedad basada en el individualismo político y económico, en el que la libertad individual aparece como una reacción contra un régimen absolutista de tipo medieval.
Durante el período de las dos guerras, la sociedad alemana desarrolló tendencias hacia un mayor poder estatal más fuertes y numerosas que en otras sociedades occidentales. En primer lugar, la idea de un poder central fuerte siempre a constituido un principio básico en la organización de esa sociedad.
En todos los estratos de la sociedad existía una tendencia a aceptar un gobierno fuerte y protector; y los nazis explotaron esta situación. En muchas democracias modernas, la evolución del sistema partidario ha exhibido cierta tendencia a la concentración de poder. R. Michels lo llama oligarquización. La oligarquización es el resultado de la tendencia de los partidos a basar sus actividades en un número limitado de miembros, y a considerar al electorado como un medio para alcanzar el poder, así como la inclinación natural de los líderes a organizar el partido de modo de consolidar su propia posición. En las democracias, cuando un partido gana por mayoría absoluta, se lo considera el máximo representante del pueblo y se tiende a dejar de lado a los demás partidos, así el régimen político se convierte en un sistema unipartidario. En la república de Weimar había dos partidos políticos principales, ambos en una estructura oligárquica, el socialdemócrata y el comunista, cada uno de los cuales intentaba monopolizar el poder. Por tanto fue natural que surgiera un nuevo partido, de derecha, con idéntico propósito.
El Fascismo como totalitarismo.
El fascismo prende la estricta reglamentación de la existencia nacional e individual de acuerdo con ideales nacionalistas y a menudo militaristas; los intereses contrapuestos se resuelven mediante la total subordinación al servicio del Estado y una lealtad incondicional a su líder. ”el fascismo pone voluntariamente por delante la reconciliación del individuo y del Estado; pero la funcion unificadora como la funcion represiva son la consecuencia misma de esta reconciliación”. En contraste con los totalitarismos de izquierdas identificados con el comunismo, el fascismo basa sus ideas y formas en el conservadurismo extremo. Los regímenes fascistas se parecen a menudo a dictaduras —y a veces se transforman en ellas—, a gobiernos militares o a tiranías autoritarias, pero el fascismo en sí mismo se distingue de cualquiera de estos regímenes por ser de forma concentrada un movimiento político y una doctrina sustentados por partidos políticos al margen del poder.
La enérgica actuación de los fascistas les presenta ante buena parte de la sociedad italiana como defensores del orden. En octubre de 1922 se reúne el Consejo del P.N.F. (Partido Nacional Fascista) en Nápoles y comienzan los preparativos de la “marcha a Roma”, dirigida por los cuatro símbolos de los apoyos iniciales del fascismo: el Ejército, los propietarios rurales, los escuadristas y el sindicato fascista. Su objetivo es “convencer” al Rey para que acepte que Mussolini forme gobierno.
Cuando la oposición se debilitada era aún fuerte para dejar oir su voz y la libertad de prensa pervivía. Mateotti, secretario del grupo parlamentario socialista, con una documentación irreprochable, denuncia las graves violencias fascistas contra la libertad de voto en las elecciones de 1924 y exige su anulación. A pesar de las sospechas, el Gobierno niega su implicación. El affaire Mateotti pudo haber puesta fin a la dictadura fascista. La oposición hace una llamada a la nación y reclama al Rey la aclaración de los sucedido, la vuelta a las normas constitucionales y la abolición de la milicia fascista. Una vez más Víctor Manuel antepone sus temores al bolchevismo, al interés de la justicia y la salvación del estado democrático.
El abandono de la Cámara por parte de la mayoría de los diputados de la oposición -retirada del Aventino-, con la pretensión de que el Rey destituyera a Mussolini pone en manos de los fascistas las instituciones. A partir de 1925, da comienzo ya la institucionalización del Estado totalitario en su fase ascendente (1926-1936). Mussolini anuncia su propósito de “fascistizar” Italia y recibe de una Cámara en manos de los fascistas poderes muy concentrados.
Eliminada la oposición, suprimida la libertad de prensa y de reunión, comienza la represión y persecución -con registros domiciliarios- de los políticos no fascistas. En 1926 los poderes legislativos del Duce son ampliados y legisla mediante decretos-leyes al margen de la Cámara. El mismo año establece la Ley de defensa del Estado y crea un Tribunal especial para juzgar delitos políticos y una nueva policía, la OVRA (Organización para la Vigilancia y la Represión del Antifascismo).
El Partido Fascista, a pesar de que incrementa su influencia, es despojado de poder político y reducido a mero órgano burocrático de propaganda y encuadramiento de masas. El poder reside sólo en el Duce, asistido por el Gran Consejo Fascista que, desde 1928, es el órgano constitucional supremo y el que decide la composición de la Cámara de diputados. El Gran Consejo Fascista recibe el derecho de nombrar sucesor al Duce y aunque supeditado a él, en 1943 le derrocó.
Simultáneamente a la instauración del Estado totalitario que aspira a controlar todas las organizaciones sociales bajo el principio de la colaboración de clases, se establece el sistema corporativo. Con la Carta del Trabajo (1927) quedaba formado el Estado corporativo, regulador y legislador único de la actividad económica, subordinando la iniciativa privada al interés general. En su seno, las corporaciones unificaban a los representantes de la empresa y de los sindicatos para supuestamente organizar la economía, pero esto era una simple fachada para el creciente intervensionismo autoritario del Estado fascista en la economía.
En el plano educativo y cultural, el fascismo trata de extender sus brazos. La reforma escolar de Gentile en 1923 acentúa la orientación cultural greco-latina, dejando en segundo término los aspectos técnicos. Además de la fascistización de las instituciones políticas y de la economía, y de la identificación Estado-PNF y del control de la enseñanza, se regula el ocio de los niños y jóvenes encuadrándoles
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