Tratado Sobre Riesgos En Poda Del Olivar

La poda del olivar y los trabajos adicionales que ésta conlleva (obtención de leña y eliminación de restos) constituye, casi con seguridad, la tarea que mayor actividad genera en las explotaciones olivareras, si excluimos del cómputo la recolección. En la práctica totalidad de los casos, las labores de poda no se realizan por empresas de servicios agrícolas sino por el titular de la explotación (en fincas de pequeña dimensión) o por cuadrillas de podadores, prácticos en la materia. Estos podadores (también denominados en muchas zonas taladores), no suelen disponer de formación teórico-práctica en materia de prevención de riesgos laborales más allá de la que, en su caso, les pueda proporcionar el empresario agrícola al que prestan sus servicios, quien en la mayoría de las ocasiones también presenta graves carencias en este sentido. Este escenario, unido a la utilización intensiva de máquinas intrínsecamente peligrosas como son las motosierras, aconsejan abordar el asunto desde un punto de vista global, identificando riesgos y elaborando directrices que contribuyan a eliminar o reducir aquéllos. Éste es el objeto del presente trabajo.

2. Metodología

A fin de valorar los riesgos presentes en la actividad se procederá a describir los puestos de trabajo, así como las condiciones que deben presentar los trabajadores y la maquinaria empleada. Hecho ésto, se analizarán los riesgos que concurren, realizando una valoración de los mismos precisando si se trata de riesgos triviales, tolerables, moderados, importantes o intolerables. Por último, se propondrá un plan de acciones correctivas y preventivas, consecuente con los datos puestos de manifiesto en la evaluación anterior.

3. Descripción de la actividad y estructura de la empresa

Como cualquier otra actividad agrícola, la poda del olivar ha evolucionado enormemente en los últimos tiempos. Tradicionalmente, los podadores procedían al corte de las ramas mediante serruchos y hachas dotadas de un mango largo, para alcanzar a las zonas elevadas del olivo. Además, se encaramaban a los troncos para acceder a las partes inaccesibles desde el suelo. Del material vegetal que quedaba sobre el terreno tras realizar la poda, se separaban, también con hacha, las partes finas, que posteriormente se amontonaban y quemaban. Las ramas gruesas restantes se troceaban mediante sierras o hachas para destinarlas a leña. Con todo ésto, finalizaba el proceso.

En la actualidad, el procedimiento suele ser el siguiente: los podadores para cortar troncos, ramas y tallos utilizan motosierras accionadas por un motor a explosión, algunas de ellas dotadas de una pértiga de una longitud de entre dos y tres metros, en cuyo extremo se aloja la cadena de corte. Se ha desterrado prácticamente la peligrosísima costumbre de trepar a los olivos para acceder a partes elevadas de los mismos. Tampoco es habitual el uso de

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