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Una fábrica De Monstruos Educadísimos


Enviado por   •  2 de Septiembre de 2014  •  598 Palabras (3 Páginas)  •  504 Visitas

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"Estoy -me escribe un muchacho- hasta las narices de la educación del palo y del

miedo. Para mí, la educación que carece de lo esencial no es educación, sino un

sistema de esclavos. Si la educación no sirve para ayudarnos a ser libres y personas

felices, que se vaya a hacer puñetas."

Con su aire de pataleta infantil, este muchacho tiene muchísima razón. Y es evidente

que algo no funciona en la educación que suele darse cuando tanta gente abomina de

ella.

Hay en mi vida algo que difícilmente olvidaré. En 1948, siendo yo casi un chiquillo, tuve

la fortuna-desgracia de visitar el campo de concentración de Dachau. Entonces apenas

se hablaba de estos campos, que acababan de "descubrirse", recién finalizada la guerra

mundial. Ahora todos los hemos visto en mil películas de cine y televisión. Pero en

aquellos tiempos un descubrimiento de aquella categoría podía destrozar los nervios de

un muchacho. Estuve, efectivamente, varios días sin poder dormir. Pero más que todos

aquellos horrores me impresionó algo que por aquellos días leí, escrito por una antigua

residente del campo, maestra de escuela.

Comentaba que aquellas cámaras de gas habían sido construidas por ingenieros

especialistas. Que las inyecciones letales las ponían médicos o enfermeros titulados.

Que niños recién nacidos eran asfixiados por asistentes sanitarias competentísimas.

Que mujeres y niños habían sido fusilados por gentes con estudios, por doctores y

licenciados. Y concluía: "Desde que me di cuenta de esto, sospecho de la educación

que estamos impartiendo."

Efectivamente: hechos como los campos de concentración y otros

muchos hechos que siguen produciéndose obligan a pensar que la educación no hace

descender los grados de barbarie de la Humanidad. Que pueden existir monstruos

educadísimos. Que un título ni garantiza la felicidad del que lo posee ni la piedad de sus

actos. Que no es absolutamente cierto que el aumento de nivel cultural garantice un

mayor equilibrio social o un clima más pacífico en las comunidades. Que no es verdad

que la barbarie sea hermana gemela de incultura. Que la cultura sin bondad puede

engendrar otro tipo monstruosidad más refinada, pero no por ello menos monstruosa.

Tal vez más.

¿Estoy, con ello, defendiendo la incultura, incitando a los muchachos a dejar sus

estudios, diciéndoles que no pierdan tiempo en una carrera? ¡Dios me libre! Pero sí

estoy diciéndoles que me sigue asombrando que en los años escolares se enseñe a los

niños y a los jóvenes todo menos lo esencial: el arte de ser felices, la asignatura de

amarse y respetarse los unos a los

...

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