Yaneth Gallegos

Primera Infancia

Está demostrado que en un breve lapso de 36 meses, los niños y las niñas adquieren capacidad de pensar y hablar, aprender, razonar, y desarrollar sus múltiples inteligencias, proceso que les permitirá establecer los fundamentos de los valores y los comportamientos sociales que los acompañarán durante la vida adulta.

Delors, ya mencionado, señala también como: “La relación entre profesor y alumno, el conocimiento del medio en que viven los niños, un buen uso de los modernos medios de comunicación, allá donde existen, todo ello puede contribuir al desarrollo personal e intelectual del alumno. Aquí, los conocimientos básicos, lectura, escritura y cálculo, tendrán su pleno significado. La combinación de la enseñanza tradicional con enfoques extraescolares tiene que permitir al niño acceder a las tres dimensiones de la educación, es decir, la ética y cultura, la científica y tecnológica y la económica y social”.

Existen muchos argumentos que justifican la inversión en la primera infancia: razones económicas, razones sociales y razones políticas. También la neurociencia y otras disciplinas afines, proporcionan otra justificación irrefutable que demuestra la influencia de los primeros tres años en el resto de la vida de los niños y de las niñas, lo cual requiere de una estrategia combinada de nutrición, afecto y aprestamiento físico y psicológico.

Todos estos y muchos otros argumentos determinan cómo la educación en la primera infancia es determinante e impostergable en su máxima atención, además de porque en ella se fundamenta psicobiológica y sociológicamente el ciudadano o ciudadana a que aspira el país para darle continuidad a su desarrollo.

De hecho, ante tal visión hay que señalar la importancia de llevar a cabo políticas y estrategias orientadas a fortalecer programas de educación inicial, especialmente dentro de un enfoque de desarrollo humano y de educación para todos.

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