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Yara, la ratita pintora


Enviado por   •  9 de Noviembre de 2011  •  Ensayo  •  1.365 Palabras (6 Páginas)  •  505 Visitas

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YARA, LA RATITA PINTORA

Yara era una ratita rosa con una enorme melena castaña, era muy presumida y siempre le gustaba estar guapa y peinarse su precioso cabello con miles de formas, unas veces con trabas, otras con coletas...

Le gustaba pasear por el bosque, recoger flores o sentarse a la orilla del lago a dibujar, su gran pasión, dibujaba a todos los animalitos del bosque que veía.

Un día estaba recogiendo flores y vio algo que brillaba en medio de ellas, lo recogió, era un colgante muy bonito en forma de trébol de cuatro hojas y cada uno de sus pétalos era de un color distinto; Yara pensó:

-¡Qué bonito, además es un trébol, dicen que los de verdad traen suerte!

Y empezó a acariciar cada pétalo, entonces oyó un leve ruido en el árbol que tenía enfrente, la corteza desapareció dejando ver como un túnel. Yara, que era muy curiosa, se adentró en él, estaba lleno de raíces retorcidas y oía como una vocecita que la llamaba:

-Yara ven, ven, ven.

Yara intrigada siguió caminando hasta llegar a un lago de un verde esmeralda precioso, se agachó para poder tocarlo y el colgante trébol se introdujo en él, inmediatamente las aguas se separaron apareciendo ante ella una enorme y ancha escalera de mármol blanco, y de nuevo oyó la vocecita:

-Ven, ven.

Yara bajó por las escaleras que parecían no tener fin, al final de ellas se encontró en un mundo muy extraño, vio coches, caballos... pero todos estaban en blanco y negro, además de ser completamente planos, sin volumen; siguió caminando y vio árboles, un momento... ¿era la Sra. Mofeta, y aquel otro que venía por allí era el Sr. Caracol y familia? ¿Y más allá estaba el Sr. Ardilla y su Sra?

Rápidamente sacó su cuaderno de dibujo del gran bolso que siempre llevaba consigo, lo abrió pero allí no había nada. Todos sus dibujos habían desaparecido. Estaba tratando de comprender lo que pasaba cuando oyó otra vez la vocecita que la llamaba, esta vez salía de una papelería que tenía enfrente, entró en ella y se encontró con la Sra. Mariquita tras el mostrador:

- Hola Yara -le dijo.

- Sra. Mariquita -contestó Yara- ¿qué es lo que pasa, dónde estoy?

- Este es mi mundo, el mundo de Dibu, y necesitamos tu ayuda.

- Mi ayuda, ¿cómo? -preguntó Yara.

- Nosotros existimos porque tú nos dibujas, pero siempre dibujas a lápiz y nos estamos borrando, además, al ser siempre en blanco y negro estamos enfermando de tristeza, necesitamos algo de color en nuestras vidas.

-¡Oh lo siento! -dijo Yara- Yo no lo sabía, ¿qué puedo hacer para remediarlo?

-Bien -dijo Mariquita- aquí no existe el color, pero hay un mundo paralelo que sí lo tiene, así que coloca el trébol que llevas al cuello en esa hoja grande de papel y entrarás en él.

Yara así lo hizo, puso el trébol pegado al papel y al instante se quedó grabado en él una copia que empezó a crecer y crecer hasta quedarse del tamaño de Yara, lo empujó suavemente y se abrió, entró por el camino que había delante y según caminaba el paisaje iba cambiando, de blanco y negro pasó a tener los más hermosos colores que había visto nunca, eran tonos fuertes, vivos, alegres; a lo lejos oyó un rumor, como si de una cascada se tratara, y al llegar a ella se estremeció por la belleza, era una cascada con todos los colores del Arco Iris y al pie de ella crecían flores de iguales tonalidades, haciendo que el conjunto resaltara de forma increíble.

Pero al acercarse más vio que no eran flores lo que crecía a sus pies, sino miles de lápices de colores, se apresuró a arrancarlos y los fue metiendo en su bolso, cuando de repente de la cascada salió el más extraño ser que viera jamás. Era un dragón, pero no un dragón cualquiera, su cuerpo tenía todos los colores inimaginables, un ojo azul otro verde, una oreja rosa otra violeta, la cola amarilla, el cuerpo dividido en varios colores y todas las escamas de la espalda de diferentes tonalidades.

-¡Cómo te atreves! -vociferó, enfadado- ¿Quién te ha dado permiso para coger mis flores?

-¿Sus flores?... -balbuceó Yara- Disculpe, no era mi intención.

-No hay excusas,

...

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