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Zygmunt Bauman, con los ojos bien abiertos, el pasado jueves, en Madrid


Enviado por   •  7 de Agosto de 2014  •  1.386 Palabras (6 Páginas)  •  279 Visitas

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Zygmunt Bauman, con los ojos bien abiertos, el pasado jueves, en Madrid.

Hay pensadores a los que la edad les acaba cerrando el campo de visión y otros a quienes el paso del tiempo logra abrirles cada vez más el angular. El sociólogo Zygmunt Bauman pertenece a esta última categoría de sabios capaces de describir bosques donde otros apenas palpan árboles e interpretar significados donde la mayoría solo percibe señales. En 88 años, sus ojos han visto desfilar el fascismo, la guerra, la proclamación de la sociedad del bienestar y la discreta instauración de un sistema económico que en las últimas tres décadas ha ido agrandando la brecha que separa a una minoría acaudalada, cada vez más rica, del grueso de la población, cada día más precario.

En la era de la sociedad líquida

-término que él mismo acuñó-, la actual crisis parece haber llegado para atornillar ese modelo, contra el que el investigador lanza desde la portada de su último libro, editado por Paidós, una pregunta retórica:¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos?

-En 1960, el salario medio de un alto ejecutivo de Estados Unidos era 12 veces mayor que el sueldo medio de un operario. En el 2000, esa desproporción ascendía a 530 veces. ¿Este mundo quién lo ha diseñado, Rockefeller?

-Lo hemos diseñado las personas. El primer gran error que se suele cometer al analizar los fenómenos sociales consiste en creer que las cosas suceden porque sí, como si fueran fenómenos naturales. Falso. Somos los hombres y mujeres los que decidimos cómo vivimos, nada de lo que nos pasa nos viene dado de arriba, todo depende de nosotros. Las necesidades de hoy son el sedimento de las decisiones que se tomaron en el pasado.

-¿Cuándo decidimos vivir en un mundo en el que los ricos iban a ser cada día más ricos y los pobres, más pobres?

-Hay un momento clave: la década de los 70. La regulación de los mercados laborales que hubo en esos años cambió el panorama. Los sindicatos empezaron a perder fuerza, los trabajadores nos convertimos en competidores de los otros trabajadores y se rompió el equilibrio que había entre patrones y empleados.

-¿Qué equilibrio?

-Antiguamente, se temían pero se necesitaban. En los años 20, Henry Ford dobló el sueldo a sus operarios para que compraran los coches que fabricaban y, sobre todo, para tenerlos contentos y que no se fueran a la General Motors. Hoy los patrones están liberados de ese compromiso. Si el trabajador no acepta sus reglas, cierra la fábrica y se la lleva a China. Ante esto, la gente aguanta situaciones de desigualdad cada vez mayores, con el consuelo de ciertos mitos falsos.

-¿Como cuáles?

-El principal, el del crecimiento económico. Después de Margaret Thatcher, todos los líderes mundiales, igual de izquierdas que de derechas, abrazaron el dogma de que crecer era la solución de todos los problemas. De hecho, cuando no hay crecimiento entran en pánico. La mayoría de las economías llevan 30 años viendo aumentar su PIB, pero esto solo ha servido para hacer más ricos a los ricos y que crezca la desigualdad entre estos y los pobres.

-También ha disminuido la pobreza en el mundo.

-A cambio de aumentar la incertidumbre. Hoy no vemos harapientos por las calles, pero el sentimiento de exclusión social alcanza cada vez a más gente. Si pierdes el trabajo, el mensaje que te lanzan es: «La culpa es tuya». El antiguo proletariado ha sido sustituido por un precariado que pone rostro a la nueva generación de pobres y excluidos. Por primera vez en 100 años, los jóvenes van a ser incapaces, no solo de superar, sino incluso de igualar el nivel de vida de sus padres.

-Se nos dice que no hay un modelo alternativo.

-Cuando un grupo acepta una creencia como cierta, termina organizando su mundo para que sea congruente con ese pensamiento. Es decir: la realidad se adapta a esa idea, no al revés. Hemos asumido que el modelo liberal capitalista que tenemos es el único posible, pero no es cierto. Solo necesitaríamos reordenar los valores y las normas que nos guían para comprobarlo.

-¿Cambiar los valores de la sociedad?

-Imagine que nos rigiéramos por el patrón de la colaboración en vez de la competencia, que es la que gobierna nuestras

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