"la Cantante Calva" Ensayo 8
Enviado por SoyYoO • 20 de Octubre de 2014 • 3.555 Palabras (15 Páginas) • 675 Visitas
ESCENA VIII
Los mismos y el CAPITÁN DE LOS BOMBEROS
EL BOMBERO (lleva, por supuesto, un enorme casco brillante y uniforme):
– Buenos días, señoras y señores. (Los otros siguen un poco sorprendidos. La señora SMITH, molesta, vuelve la cabeza y no responde a su saludo.) Buenos días, señora Smith. Parece usted enojada.
SRA. SMITH:
– ¡Oh!
SR. SMITH:
– Es que, vea usted... mi esposa se siente un poco humillada por no haber tenido razón.
SR. MARTIN:
– Ha habido, señor capitán de Bomberos, una controversia entre la señora y el señor Smith.
(al señor MARTIN):
– ¡Eso no es asunto suyo! (Al señor SMITH) Te ruego que no mezcles a los extraños en nuestras querellas familiares.
SRA. SMITH
SR. SMITH:
– Oh, querida, la cosa no es muy grave. El capitán es un viejo amigo de la casa. Su madre me hacía la corte y conocí a su padre. Me había pedido que le diera mi hija en matrimonio cuando tuviera una. Entre tanto murió.
SR. MARTIN:
– No es culpa de él ni de usted.
EL BOMBERO:
– En fin, ¿de qué se trata?
SRA. SMITH:
– Mi marido pretendía...
SR. SMITH:
– No, eras tú la que pretendías.
SR. MARTIN:
– Sí, es ella.
SRA. MARTIN:
– No, es él.
EL BOMBERO:
– No se enojen. Dígame qué ha sucedido, señora Smith.
SRA. SMITH:
– Pues bien, oiga. Se me hace muy molesto hablarle con franqueza, pero un bombero es también un confesor.
EL BOMBERO:
– ¿Y bien?
SRA. SMITH:
– Se discutía porque mi marido decía que cuando se oye llamar a la puerta es porque siempre hay alguien en ella.
SR. MARTIN:
– La cosa es plausible.
SRA. SMITH:
– Y yo decía que cada vez que llaman es que no hay nadie.
SRA. MARTIN:
– Eso puede parecer extraño.
SRA. SMITH:
– Pero está demostrado, no mediante demostraciones teóricas, sino por hechos.
SR. SMITH:
– Es falso, puesto que el bombero está aquí. Ha llamado, yo he abierto y él ha entrado.
SRA. MARTIN:
– ¿Cuándo?
SR. MARTIN:
– Inmediatamente.
SRA. SMITH:
– Sí, pero sólo después de haber oído llamar por cuarta vez ha aparecido alguien. Y la cuarta vez no cuenta.
SRA. MARTIN:
– Siempre. Sólo cuentan las tres primeras veces.
SR. SMITH:
– Señor capitán, permítame que le haga, a mi vez, algunas preguntas.
EL BOMBERO:
– Hágalas.
SR. SMITH:
– Cuando he abierto la puerta y lo he visto, ¿era usted quien había llamado?
EL BOMBERO:
– Sí, era yo.
SR. MARTIN:
– ¿Estaba usted en la puerta? ¿Llamó para entrar?
EL BOMBERO:
– No lo niego.
SR. SMITH (a su esposa, victoriosamente.)
– ¿Lo ves? Yo tenía razón. Cuando se oye llamar es porque hay alguien. No puedes decir que el capitán no es alguien.
SRA. SMITH:
– No puedo, ciertamente. Pero te repito que me refiero únicamente a las tres primeras veces, pues la cuarta no cuenta.
SRA. MARTIN:
– Y cuando llamaron la primera vez, ¿era usted?
EL BOMBERO:
– No, no era yo.
SRA. MARTIN:
– ¿Ven ustedes? Llamaron y no había nadie.
SR. MARTIN:
– Era quizás algún otro.
SR. SMITH:
– ¿Hacía mucho tiempo que estaba usted en la puerta?
EL BOMBERO:
– Tres cuartos de hora.
SR. SMITH:
– ¿Y no vio a nadie?
EL BOMBERO:
– A nadie. Estoy seguro de eso.
SRA. MARTIN:
– ¿Oyó usted que llamaban por segunda vez?
EL BOMBERO:
– Sí, pero tampoco era yo. Y seguía no habiendo nadie.
SRA. SMITH:
– ¡Victoria! Yo tenía razón.
SR. SMITH (a su esposa):
– No tan de prisa. (Al BOMBERO.) ¿Qué hacía usted en la puerta?
EL BOMBERO:
– Nada. Estaba allí. Pensaba en muchas cosas.
SR. MARTIN (al BOMBERO):
– Pero la tercera vez, ¿no fue usted quien llamó?
EL BOMBERO:
– Sí, fui yo.
SR. SMITH:
– Pero al abrir la puerta no lo vieron.
EL BOMBERO:
– Es que me oculté... por broma.
SRA. SMITH:
– No se ría, señor capitán. El asunto es demasiado triste.
SR. MARTIN:
– En resumidas cuentas, seguimos sin saber si cuando llaman a la puerta hay o no alguien.
SRA. SMITH:
– Nunca hay nadie.
SR. SMITH:
– Siempre hay alguien.
EL BOMBERO:
– Voy a hacer que se pongan de acuerdo. Los dos tienen un poco de razón. Cuando llaman a la puerta, a veces hay alguien y a veces no hay nadie.
SR. MARTIN:
– Eso me parece lógico.
SRA. MARTIN:
– También yo lo creo.
EL BOMBERO:
– Las cosas son sencillas, en realidad. (A los esposos SMITH.) Abrácense.
SRA. SMITH:
– Ya nos abrazamos hace un momento.
SR. MARTIN:
– Se abrazarán mañana. Tienen tiempo de sobra.
SRA. SMITH:
– Señor capitán, puesto que nos ha ayudado a ponerlo todo en claro, póngase cómodo, quítese el casco y siéntese un instante.
EL BOMBERO:
– Discúlpeme, pero no puedo quedarme aquí mucho tiempo. Estoy dispuesto a quitarme el casco, pero no tengo tiempo para sentarme. (Se sienta sin quitarse el casco.) Les confieso que he venido a su casa para un asunto muy distinto. Cumplo una misión de servicio.
SRA. SMITH:
– ¿Y en qué consiste su misión, señor capitán?
EL BOMBERO:
– Les ruego que tengan la bondad de disculpar mi indiscreción. (Muy perplejo.) ¡Oh! (Señala con el dedo a los esposos MARTIN.) ¿Puedo... delante de ellos...?
SRA. MARTIN:
– No se preocupe.
SR. MARTIN:
– Somos amigos viejos. Nos cuentan todo.
SR. SMITH:
– Hable.
EL BOMBERO:
– Pues bien, sea. ¿Hay fuego en su casa?
SRA. SMITH:
– ¿Por qué nos pregunta eso?
EL BOMBERO:
– Porque... discúlpenme, tengo orden de extinguir todos los incendios de la ciudad.
SRA. MARTIN:
– ¿Todos?
EL BOMBERO:
– Sí, todos.
SRA. SMITH (confusa):
– No sé... no lo creo. . ¿Quiere que vaya a ver?
SR. SMITH (husmeando):
...