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Movimientos Urbanos En Venezuela


Enviado por   •  17 de Octubre de 2011  •  3.969 Palabras (16 Páginas)  •  2.767 Visitas

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MOVIMIENTOS URBANOS EN VENEZUELA:

Movimientos sociales urbanos" (MSU) fue acuñado por Manuel Castells en La Cuestión Urbana (1977) tomando como caso paradigmático las movilizaciones ciudadanas de Chile que facilitaron el acceso del gobierno de la Unidad Popular de Allende al poder; lo que le permitió describir el desarrollo de las luchas urbanas entorno a la provisión y al acceso a los bienes públicos (consumo colectivo). Para Castells estas luchas expresaban contradicciones estructurales y eran capaces de provocar cambios radicales en la medida en que partidos políticos de izquierda y sindicatos se unieran a las mismas. Unos años más tarde en La ciudad y las masas (1986) Castells desarrolló más extensamente el concepto de MSU. Aunque abordó diferentes estudios de caso para ilustrar su argumentación, el caso paradigmático recayó esta vez en el movimiento vecinal de Madrid durante el tardo-franquismo. En este libro, Castells definió a los MSU como “acciones colectivas conscientemente determinadas a transformar los intereses y valores sociales de una ciudad históricamente determinada” (Castells, 1986:20-21). Para él, la ciudad, al igual que la sociedad, era un producto social de intereses y valores en pugna. La transformación de la ciudad obedecía tanto a la acción de los intereses dominantes como a la resistencia y desafío que oponían las bases populares a esa dominación. ¿Qué características tenía que cumplir la acción colectiva para hablar específicamente de MSU? Las tres siguientes: a) Que se autodenominaran urbanos, ciudadanos o se consideraran relacionados con la ciudad, b) Que estuvieran basados en la localidad y territorialmente definidos y c) Que se movilizaran entorno a tres objetivos, añadiendo una dimensión cultural y otra política al análisis recogido en La cuestión urbana: el consumo colectivo y la ciudad como valor de uso; la identidad, la autonomía cultural y la comunicación; y finalmente, la autogestión política basada en el territorio.

Con el primer objetivo, el consumo colectivo, se pretendía lograr para los residentes una ciudad organizada en torno al valor de uso, frente a la mercantilización de la vida y los servicios urbanos desde la lógica del valor de cambio. Este objetivo comprendía la provisión de viviendas como servicio público, la preservación de edificios históricos, la reivindicación de espacios libres o equipamientos para la mejora de la vida de la comunidad. El segundo objetivo se basaba en la búsqueda de la identidad cultural, a partir del mantenimiento o creación de culturas locales autónomas, étnicamente basadas o históricamente organizadas. El tercer objetivo se orientaba a la búsqueda de un poder creciente para el gobierno local, vía descentralización de los barrios o autogestión urbana, en contraposición con el modelo de Estado centralizado.

Para lograr su máximo impacto, es decir, la transformación del significado de la ciudad hacia un modelo alternativo constituido por “una red de comunidades culturales definida por el tiempo y el espacio, autogestionada políticamente con miras a la maximización del valor uso para los residentes” (Castells, 1986: 432), los MSU tenían que articular los tres objetivos en sus prácticas. Además, tenían que conectarse con la sociedad mediante una serie de “operadores organizacionales” (medios de comunicación, profesionales y partidos políticos), pero manteniéndose organizativa e ideológicamente autónomos respecto a los partidos políticos.

Venezuela pasa en estos momentos por unos de los procesos de transformación socio-política más importantes de nuestro continente. Proceso lleno de retos y contradicciones que tiene que ver con la misma evolución política de la revolución bolivariana y al mismo tiempo con las características de la sociedad que se ha ido formando en las últimas décadas, básicamente desde mediados del siglo XX.

Como bien se dice las revoluciones las hacen los pueblos, por lo cual es totalmente justo decir que cada pueblo hace “su revolución”, la que es posible y necesaria, pero a su vez cada revolución está cruzada por las propias contradicciones, límites y vacíos que se destacan dentro de ese pueblo, de sus formas de organización, de sus dirigentes y de la manera en que todos ellos confrontan los acertijos de su tiempo. La revolución bolivariana en ese sentido sólo puede ser vista en sus justos términos si confrontamos esos dos problemas: el pueblo que somos o que nos han llevado a ser y los mecanismos, políticas, caminos, que se han venido trazando para modificar radicalmente las condiciones de vida del pueblo que somos.

Uno de los primeros puntos que tenemos que destacar a la hora de juzgar este proceso es que es imposible confundir la revolución venezolana con el estado venezolano, con el poder instituido. La revolución es todavía una opción que ha abierto su propio camino a partir del momento en que Hugo Chávez logra unificar sobre un programa democrático y progresista (“bolivariano”) a los movimiento populares y revolucionarios de mayor beligerancia durante los años noventa, y al mismo tiempo desde mucho más abajo, desde ese pueblo disuelto y marginado que merodea por las calles, empieza a tomar fuerza su propia imagen simbólica como gran vengador de la historia. Esas multitudes, montoneras fuera de todo lugar dentro del sistema, empiezan desde entonces a “fabricar” el liderazgo de Chávez entre conversaciones y modos muy particulares de asumir la política. Chávez se convierte en el vehículo de una venganza histórica incumplida o traicionada por los liderazgos históricos ligados al populismo democrático e incluso de un gran parte de la izquierda ya incorporada a los mecanismos de reproducción del sistema de opresión y desigualdades. No es entonces un partido clásico de izquierda, una clase obrera organizada, ni un movimiento guerrillero, étnico o campesino, o de la sociedad civil organizada quien lleva a Chávez al poder, es la conjunción de múltiples espacios de resistencia social combinados y hasta cierto punto disueltos dentro de esta enorme conglomerado periférico (superior al 50% de la fuerza de trabajo) la que organiza las posibilidades y le da curso a la revolución bolivariana, poniendo en boca de Chávez los anhelos mas inmediatos de justicia y cambio social, todo el caudal libertario e igualitario que inspira desde sus inicios a la revolución bolivariana.

Comienza desde entonces un complejo proceso donde lo más importante es el crecimiento cualitativo de esa masa insurrecta pero desintegrada, de experiencias de formación, organización y lucha, primero contra el enemigo inmediato oligárquico e imperialista que intenta desde temprano cerrarle el camino por vía violenta a esta rebelión de los más miserables,

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