AL OIDO DE LOS QUE DIALOGAN DE PAZ
Enviado por ANAMAGOPI • 13 de Diciembre de 2013 • 3.620 Palabras (15 Páginas) • 227 Visitas
AL OÍDO DE LOS QUE DIALOGAN SOBRE LA PAZ
23-05-2013
Uno de los puntos más importantes de la Agenda acordada entre el Gobierno y las FARC para sus diálogos sobre la Paz en La Habana, es el problema de la PARTICIPACIÓN. Se está entendiendo como la apertura de posibilidades para que algunos ex combatientes se inserten en la manera tradicional de hacer política en Colombia. Sin embargo, los mismos subtemas de la Agenda dan pie para entender el tema de manera mucho más amplia y analizar los verdaderos obstáculos del pueblo raso de Colombia para participar libre y conscientemente en decisiones que le conciernen. Aquí se analizan CUATRO MURALLAS que cierran las posibilidades de participación y se sugiere a los dialogantes buscar la manera de derribarlas.
Dr. Humberto de la Calle Lombana -
Delegados del Gobierno Nacional a los Diálogos de Paz.
Sr. Iván Márquez y delegados de las FARC a los mismos Diálogos.
De toda consideración.
Estando cerca el estudio del segundo punto de la agenda para los diálogos que ustedes adelantan en La Habana, punto referido a la participación política como tema general y que contempla, como sub-temas:
“los derechos y garantías para el ejercicio de la oposición política en general, y en particular para los nuevos movimientos que surjan luego de la firma del Acuerdo Final.
Acceso a medios de comunicación.
Mecanismos democráticos de participación ciudadana, incluyendo los de participación directa en los diversos niveles y diversos temas.
Medidas efectivas para promover mayor participación en la política nacional, regional y local de todos los sectores, incluyendo la población más vulnerable, en igualdad de condiciones y con garantías de seguridad”,he querido poner a la consideración de ustedes algunos análisis y reflexiones que desde hace mucho tiempo me inquietan y que tienen que ver justamente con este aspecto de nuestra problemática nacional.
En primer lugar, quisiera invitarlos a tener una mirada amplia en la misma comprensión de la Paz. La violencia y el conflicto que afectan a la sociedad colombiana no se reducen a la lucha armada, aunque ésta sea una expresión, la más dramática, de ese conflicto. La violencia y el conflicto tienen raíces muy hondas en Colombia, tanto económicas como políticas, históricas y sociales, y la paz jamás se lograría sin afectar esas raíces. Por ello, los puntos de la agenda acordada para estos diálogos, como son los problemas de la tierra, la participación política, las garantías de derechos, la situación de las víctimas y el problema de la droga, nos afectan a todos y debiera escucharse y promoverse la participación de todos los sectores sociales del país en la búsqueda de soluciones.
Más específicamente, en el aspecto de la participación política, los diálogos no deberían centrarse en encontrar fórmulas para garantizar la inclusión de los excombatientes o de nuevos grupos o movimientos políticos en los procesos electorales, con el fin de lubricar nuevamente los mecanismos tradicionales de la actividad política. Esto sólo podría desembocar, en las actuales circunstancias, o bien en nuevos genocidios de los movimientos que pretendan convocar a grandes cambios, o bien en nuevas formas de cooptación y corrupción, mediante la asimilación de las costumbres políticas por parte de un puñado de nuevos integrantes del establecimiento político, que por su exigua minoría no tendrán incidencia alguna.
Antes de pensar y encontrar caminos para que nuevos sectores se integren a las estructuras llamadas “democráticas”, les suplico que analicen con sinceridad si esas estructuras vigentes son realmente democráticas.
¿Es realmente democrático el acceso de la población en general a los medios de información y comunicación? ¿Existe en la realidad un derecho a la información y a la verdad? ¿De qué tipo de “verdades” se alimenta la inmensa mayoría de la población colombiana? ¿Qué tipo de elementos de lectura de su propia realidad le son suministrados al pueblo raso? ¿Puede el pueblo sufriente comunicarse, en realidad, con el resto de pueblo sufriente? ¿Quién puede, en realidad, participar en unas elecciones en Colombia? ¿Acaso, quien decide participar en cargos de elección popular, no necesita tener muchos miles de millones de pesos? ¿Quién suministra ese dinero? ¿Cuál es el papel de los partidos? ¿No se revela aquí, acaso, un filtro económico ineludible, mediante el cual los poderes económicos más concentrados, cooptan, condicionan, seleccionan y someten a quienes van a ejercer el poder público?
¿Cómo funciona el aparato electoral? ¿No es acaso una verdad sabida y de público dominio, que este aparato está plenamente controlado por el narcotráfico fusionado con el paramilitarismo? ¿Acaso la arraigada “parapolítica”, en la medida en que fue fugazmente escrutada por altas Cortes, no reveló el más desvergonzado dominio y control del narco-paramilitarismo sobre el aparato electoral? ¿Acaso los mismos magistrados que incursionaron en esas pocilgas morales no se sintieron impotentes y temerosos de continuar explorando y se dieron por vencidos? ¿Acaso el país no recibe frecuentemente noticias que se filtran, sobre parlamentarios y políticos supuestamente privados de su libertad pero que mantienen sus poderes electorales intactos a través de renovadas estructuras? ¿No tiene acaso, el funcionamiento del aparato electoral, todas las características de una estructura “mafiosa”?
¿No es acaso evidente la persistencia del paramilitarismo a lo largo y ancho del país?¿Será posible ocultar por más tiempo el origen y las características del paramilitarismo,tal como fue diseñado por la misión militar estadounidense en febrero de 1962,comandada por el General William Pelham Yarborough, con su carácter de estrategia de Estado para el involucramiento de civiles, como brazos clandestinos de las fuerzas oficiales, destinados a combatir maneras de pensar no afectas a la ideología imperial, enun momento en que no existía oposición armada en Colombia? ¿Será posible ignorartodos los manuales impulsores del paramilitarismo que han tenido un carácter oficial clandestino durante estas cinco décadas y las estrategias semi-públicas de promoción del paramilitarismo, como las “Convivir”, las “Redes de Informantes y Cooperantes”etc.? ¿Será posible ignorar por más tiempo las numerosas y multifacéticas cooperaciones entre fuerza pública y estructuras paramilitares, así se llamen éstas “Bacrim” o tomen otros variados nombres? ¿No constituye, acaso, una ignorancia afectada el no percibir el carácter que tiene el paramilitarismo en sus más variadas versiones,
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