ANÁLISIS HISTÓRICO SOBRE LOS MOVIMIENTOS MIGRATORIOS
Enviado por Ailed Reyes Tovar • 15 de Noviembre de 2017 • Documentos de Investigación • 1.543 Palabras (7 Páginas) • 270 Visitas
Análisis histórico sobre los movimientos migratorios en México
La ciudad de la Europa medieval transformó las relaciones sociales y los derechos y deberes legales. Las obligaciones feudales habían sido definidas por ascendencia y parentesco; los derechos y deberes urbanos, en contraste, fueron definidos por la ubicación residencial. Al residir dentro de su espacio amurallado, los nuevos ciudadanos rompieron los lazos feudales que los ataban a la tierra, quedando sujetos a la ley escrita y no a los caprichos del señor. Las noticias de esta libertad para vivir y comerciar se dispersaron rápidamente, y un número cada vez mayor de migrantes buscó el mismo destino detrás de las murallas urbanas. Conforme el capitalismo avanzó a partir de estos frágiles inicios, activó permanentemente corrientes diversificadas de migración. Vale la pena notar, sin embargo, que no todos los desplazamientos de la población, en los siglos posteriores, estuvieron dirigidos hacia los espacios urbanos. Los muchos emporios mineros y agrícolas pronto agotaron la oferta local de trabajadores y activaron nuevos movimientos de población que tampoco se dirigieron a las ciudades. El más prominente de tales flujos llevó a miles de africanos a laborar como esclavos en las plantaciones y minas del Nuevo Mundo. Incluso durante tal periodo, caracterizado por movimientos de trabajo forzado, la correlación entre urbanización y libertad persistió. Los migrantes libres fueron a trabajar en ciudades; aun cuando algunos esclavos también terminaron allí, la mayoría de los cautivos estuvo destinada a la producción de riqueza agrícola y minera en el sector rural. (Esta correlación se fortaleció con el advenimiento de la Revolución Industrial. Desde el principio, el capitalismo industrial estuvo basado en el trabajo libre exento de cualquier lazo descriptivo con sus empleadores. Las masas de campesinos italianos, polacos y rusos que cruzaron el Atlántico para trabajar en las fábricas durante la época de expansión industrial estadunidense, encontraron en esos duros empleos los medios para escapar a los grilletes de la pobreza y la opresión semifeudal en sus tierras. Desde luego, los trabajos industriales de la época eran peligrosos e inseguros, pero proporcionaron a estos ex campesinos un medio para escapar a la servidumbre e iniciar la difícil marcha hacia una mejor estructura de oportunidad. Una vez más, el aire de la ciudad hizo a los hombres (y a sus familias) libres (Thomas y Znaniecki, 1984; Rosenblum, 1973; Handlin, 1973, y Kraut, 1982). Hasta el momento actual, la misma correlación existe entre migración y urbanismo. Los aproximadamente 26 millones de inmigrantes, que llegaron a constituir el 10 por ciento de la población de Estados Unidos en 1996, se han asentado arrolladoramente en las ciudades. No sólo es cierto que los migrantes están mucho más ligados a lo urbano que los nativos, sino que entre las ciudades prefieren a las más grandes, y dentro de las áreas metropolitanas de mayor tamaño es más probable encontrarlos en el centro. Solamente diez ciudades concentran a la mitad de la población nacida en el extranjero. Los Ángeles fue el punto de destino más frecuente para el mayor número de inmigrantes a mediados de los 1990 que cualquier otro lugar, con la excepción del estado de California mismo. En el otro extremo, menos del 5 por ciento de los inmigrantes legales fue a vivir en áreas no urbanas. Dentro de las zonas metropolitanas, el 45 por ciento de los inmigrantes se estableció en los centros citadinos, comparado con el 34 por ciento de los nativos (Portes y Rumbaut, 1991, y Oficina del Censo de Estados Unidos, 1990). Lo mismo se puede decir de otros países europeos receptores de masas de inmigración contemporánea. La libre elección de los migrantes por radicar en las ciudades es bastante similar a la de sus predecesores del siglo xii. Tanto antes como ahora los medios urbanos atraen con el señuelo de la oportunidad económica, lo novedoso, y el escape de rutinas paralizantes y opresivas. Todos estos factores han incitado a muchos grupos a abandonar sus lugares de origen y dirigirse hacia la metrópolis ya que es el surgimiento de una nueva economía de servicios, y lo que ella llama un "sector manufacturero degradado", lo que continúa atrayendo inmigrantes a Nueva York y a otros centros en rápida desindustrialización de los países avanzados. Tal como el corto pero peligroso se convirtió en la ruta normal, hace ocho siglos, para los miembros más ambiciosos del campesinado feudal, hoy el viaje de larga distancia a Nueva York, Los Ángeles, París o Frankfurt se vuelve "la norma" para aquellos que buscan una mejor suerte y las libertades -económica, social y política- que sólo la metrópolis moderna puede ofrecer. El contencioso encuentro entre la ciudad moderna y sus inmigrantes Estaba al alcance de la autoridad de la ciudad medieval determinar quién habría de ser o no admitido en calidad de miembro en la comunidad urbana. Después de haber forzado a reyes y barones feudales a conceder estatutos autónomos a las ciudades, los magistrados de las mismas también adquirieron derechos para reglamentar la vida citadina, incluyendo la admisión y asentamiento de recién llegados. Mucho después, en tanto que las ciudades medievales independientes quedaron subordinadas a Estados-nación expansionistas al inicio de la historia moderna, tales derechos fue-ron desapareciendo (Weber, 1958, y Pirenne, 1970). La nación soberana, no sus centros urbanos, se apropió del derecho para determinar y hacer cumplir políticas de migración. Esta situación continúa hasta nuestros días, conduciendo hacia la siguiente paradoja: las naciones inician y sostienen flujos de migración, pero son las ciudades quienes en gran parte los absorben. En Estados Unidos, las políticas que gobiernan la migración legal, que permiten la continuación de factores, un influjo de trabajo subrepticio y que autorizan la llegada masiva de refugiados, son establecidas a nivel nacional. Su impacto, sin embargo, no es sentido de manera uniforme a lo largo del territorio nacional, sino que está concentrado en unas cuantas áreas metropolitanas. Es en Nueva York, Los Ángeles, Houston y Miami donde las autoridades y ciudadanos deben enfrentar las diversas corrientes, acomodando y de algún modo integrando a las masas de recién llegados. A veces el gobierno federal ha buscado redistribuir la carga, colocando a grupos de inmigrantes y refugiados en diversas partes del territorio nacional, pero la mayoría de estos esfuerzos han sido infructuosos. Las principales fuentes de inmigración contemporánea hacia Estados Unidos se originan en México, Filipinas, Cuba, Taiwán y Vietnam. En cada caso, estos desplazamientos reflejan una historia de anteriores relaciones económicas y políticas entre naciones expulsoras y receptoras. Algunas veces estas relaciones están marcadas por la proximidad física, pero más comúnmente se originan en intervenciones y ocupaciones coloniales o semicoloniales de los países más débiles (expulsores) por los más fuertes (receptores).
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