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ANÁLISIS DEL PENSAMIENTO ESTÉTICO


Enviado por   •  26 de Noviembre de 2015  •  Práctica o problema  •  4.182 Palabras (17 Páginas)  •  199 Visitas

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ANÁLISIS DEL PENSAMIENTO ESTÉTICO                                                                      

TERCER ENSAYO

Alumna: Sandra R. Granados Ramiro[pic 4]

Profesor: Cuauhtzín Alejandro Rosales Peña Alfaro

                                       Fecha de Entrega: Junio de 2015


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INTRODUCCIÓN:

Cuando hablamos de arte solemos referirnos, a grandes rasgos, a la creación de determinada obra; una canción, una pintura, una escultura. Pero el arte y el proceso de creación van de la mano y aparecen prácticamente inseparables, pero ¿a qué nos referimos cuando hablamos de creación? La Real Academia Española define CREAR como “producir algo de la nada”, si bien debe haber múltiples definiciones para este concepto el uso habitual de esta palabra suele identificarse con esta definición.


           Por lo que el CREAR aparece entonces como algo que es producto de otra cosa. No se crea al azar, no se crea produciendo algo de la nada sino que se produce desde algo que, si se le tuviera que poner un nombre, sería precisamente, lo contrario a la nada.


           Una obra de arte es creación de un artista en tanto es algo nuevo que el artista produce, pero las raíces de esta creación parecen existir desde antes. El cuadro, la canción, no parecen algo “nuevo”, surgido de la nada, parecen más bien la cara visible de algo que ya existía. Sin embargo, cuando el artista se enfrenta al comienzo de su creación (a la hoja en blanco, al barro sin trabajar…) parece que está por darle existencia a algo que hasta el momento no la tenía.

En este ensayo trataremos de ver a varios autores que tratan  temas sobre la obra de arte o el objeto estético y el impacto que tiene en la actualidad.

Comenzaremos con algunos autores filósofos que nos dan su propuesta sobre el objeto estético o la obra de arte.

Max Bense propone el modo de ser de la obra de arte, es decir, cómo es elementalmente la obra de arte. Tratamos aquí de la obra de arte como producto de la actividad creativa de un individuo, el artista, que por medio de los materiales da forma a una idea. Identificamos, en primera instancia, los dos elementos que desde este punto de vista aparecen como esenciales en la obra de arte: los materiales que la componen y la idea que el artista introduce en ella.

Bense parte del carácter de único en el tiempo de una obra de arte, el carácter irrepetible de su génesis, son una consecuencia del hecho de que el nacimiento de una obra de arte corresponde a la percepción de un objeto estético que con ella se hace visible y que con ella se elaboró experimental, sintéticamente. De modo que lo que hay de irrepetible en un objeto estético, el cual para el autor está dado por la obra de arte, es la primera nota a destacar para una caracterización ontológica de estos objetos.

Sin embargo, Bense observa que a diferencia de lo que puede pensarse, realizar una descripción ontológica de los objetos estéticos requiere más que las categorías (desde Aristóteles a Hartmann). La teoría clásica de los modos del ser, que distingue entre necesidad, realidad y posibilidad, así como entre sus formas negativas se aproxima mucho al ser peculiar de la obra de arte y de los objetos estéticos, pero en cuadros y poemas que superan las realidades en virtud de las cuales ellos son: que son algo más que ellas, hablamos de la correalidad de las obras de arte y de la correalidad de los objetos estéticos.  

El artista crea, además de para sí, para los demás. Entonces, el único modo en que este cometido puede llegar a cumplirse es por medio del objeto material. De esta manera, la actividad creativa se ve en la necesidad de encontrar un momento en que su idea sea introducida en el objeto material. Este instante, en que la actividad creativa se ve truncada, es el momento que ve nacer a la obra de arte.

Podemos darnos cuenta de que el modo de ser de la obra de arte requiere del objeto real como condición necesaria para ser objeto de percepción estética y proporcionar gozo a quien la contempla. Bense denomina correalidad a este modo de ser de la obra de arte, a esta condición de ser en dos realidades. El ser estético, es decir, la obra de arte, necesita del objeto real para que el sujeto estético tenga manera de ser perceptible. En este sentido, podemos entender al objeto real como el contenedor, como el recipiente donde el artista vacía el contenido de la obra de arte, y el sujeto estético será entonces lo que el artista percibe y desea reflejar en su creación.

Esta condición necesaria de correalidad no implica que cualquier objeto fabricado que comunique una idea deba ser considerado una obra de arte. A este respecto, cabe considerar que como segunda condición necesaria debemos incluir el adjetivo bello en la categoría de la obra de arte. La belleza es inherente a la obra de arte. Pero es necesario aclarar que la belleza como tal no existe. Es una idealización que no pertenece a los objetos reales. El fondo aquí consiste en darnos cuenta de que los objetos que produce el artista son bellos gracias a la idealización que contienen. Lo bello en la obra de arte es la idea introducida en el objeto real. Esta belleza, desde luego, no se refiere a una belleza tangible, si no a los medios de los que se vale el artista para comunicar su sentir, lo que percibe como sujeto estético y desea expresar en un acto de voluntad e inteligencia, es decir, en un acto espiritual.

         Y por su parte, Nicolai Hartmann nos presenta una interesante visión de la estructuración  de la obra de arte. Hartmann, al igual que Bense, identifica este modo de ser correal en un primer término, lo real y un fondo, lo ideal de las obras de arte. Este primer término será nuestra puerta de acceso a lo ideal de la obra de arte. Es en este momento en el que aparece la percepción de cada individuo en el proceso de transmisión de lo ideal contenido en la obra de arte. Esta manera de percibir será lo que provoque que la idea llegue de muy distintas maneras a quienes contemplan una obra de arte cualquiera. Por ejemplo, un escultor no puede imprimir directamente el movimiento. Sin embargo, y en esto radica parte de la esencia del quehacer artístico, consigue capturar esta impresión. Hasta aquí la percepción general es la misma: captamos la idea de movimiento. Sin embargo, la ambición del artista no se limita a presentarnos una figura estática que contiene la impresión de movimiento.

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