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Análisis La Lámpara Maravillosa


Enviado por   •  25 de Junio de 2015  •  1.967 Palabras (8 Páginas)  •  475 Visitas

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Escrito sobre el libro “La lámpara maravillosa” de William Ospina

Para iniciar el análisis del texto parto del fragmento en cual el autor hace referencia a la competencia aludiendo a un concepto expresado por Jorge Luis Borges en el cual le preguntan su opinión sobre el mejor poeta de Francia y su respuesta expresa el sentido literal que debería tener la educación en la parte formativa de las personas y es que todos son los mejores porque cada uno es el mejor en lo que hace, cada persona puede ser la mejor cuando desarrolla sus capacidades únicas. Por esto es fundamental que la escuela propicie los espacios de interacción y aprendizaje que le ayuden al sujeto a desarrollar sus habilidades y potencial al máximo, formar pensamientos críticos frente a su realidad y entorno.

También es importante que la escuela forme a sus estudiantes en competencias ciudadanas que les permitan entenderse con los demás, ser amigos, respetar los espacios, colaborar con el otro, sentir y reconocer al otro como un sujeto de derechos.

Una leyenda que circula por las redes sociales hace referencia a las actitudes y comportamientos de una tribu africana, en la cual se explica como el bien común prevalece sobre los interese individuales, en resumen la leyenda se refiere a un experimento antropológico que se realiza con un grupo de niños a los cuales se les propone un juego para que compitan por un premio, cuando inicia la competencia todos los niños se toman de sus manos, corren juntos sin dejar a ninguno de sus compañeros atrás, el antropólogo pregunta por qué todos se tomaron de sus manos y llegaron en grupo al punto donde se encontraba el premio; los niños contestaron: “¿cómo uno de nosotros podría estar feliz, si todos los demás están tristes?” según la leyenda, en esta cultura su ideología se resume en esta expresión: “yo soy porque nosotros somos”. Esta pequeña historia resalta la importancia de pensar en el otro, y contrasta con nuestra cultura en la cual las actitudes individuales y el bienestar personal prevalece sobre el bien común, nuestra cultura nos forma para sentir orgullo cuando dejamos atrás a los demás (así lo expresa el autor en el texto), en este sentido son bien conocidas frases que demuestran este arraigo popular como “aprovechar la papaya” que desde niños inculcan a los ciudadanos en el medio; es precisamente esta, una de las cosas que Ospina propone para el cambio educativo, una educación que piense en el bien común.

Desde mi punto de vista, el autor propone un cambio educativo basado no sólo en el bien común, sino también en dejar atrás la mala costumbre de separar todos los aspectos que forman parte fundamental de la vida de las personas: el estudio, trabajo, recreación, entre otros, son segregados haciendo sentir que no debe haber una relación entre ellos, si trabajamos, solo es un trabajo y no un estilo de vida o algo que nos haga sentir plenos. Como lo plantea Luis Carlos Restrepo en su libro “El derecho a la ternura” y aun el mismo William Ospina, ¿Por qué debemos separar nuestras actividades y actitudes entre lo público y lo privado? ¿Será que acaso estas dos formas de vida no pueden ser visibles al mundo y útiles a la educación?

La educación tradicional propone comportamientos que promueven la individualidad, el poco cuestionamiento, la falta de búsqueda y promueve que formemos parte del sistema sin una postura crítica, dejándonos manipular y siendo sujetos de consumo. En la propuesta que hace el autor se puede entender que la armonía de la sociedad se encuentra no preocupándose únicamente por el saber y la destreza, sino en el formar ciudadanos solidarios que puedan pensar en el otro, que cada ser humano sea una representación del mundo entero y de la humanidad misma en sus valores, comportamientos y cultura.

En este momento en el cual el desarrollo tecnológico principalmente en comunicaciones nos ha sumergido en la cultura de la inmediatez, en la alienación de nuestros criterios, perdemos el valor de lo propio, nuestro idioma se llena de extranjerismos, nuestras costumbres son reemplazadas por otras ajenas. En este sentido, Ospina cuestiona la función de los medios de comunicación, cómo estos la están llevando acabo y parte de la idea de que el ejemplo es fundamental para los diferentes procesos de aprendizaje, refiriéndose a si en realidad estos medios son un buen ejemplo para nuestras nuevas generaciones que se cree se están formando en la era de la información, cuando en realidad están más desinformadas que nunca.

En este momento en el que la información y los medios de comunicación son el “boom” de la modernidad, las personas son menos críticas, más apáticas y más manipulables, cualquiera pública, nadie cuestiona y todos olvidan pronto. Simplemente nos movemos por la aparente necesidad de consumo; consumir ideas, medicinas, ropa, alimentos, tecnología y todo aquello que nos aleja más de la razón, haciéndonos cada vez más autómatas. Nos movemos en el mundo de la naturalidad, en donde todo se vuelve normal y aceptable. Andamos por la vida limitándonos al consumo y a la inmediatez, sin sentarnos a pensar en todo lo que nos lleva a hacerlo; preferimos seguir siendo títeres del sistema y aun en ocasiones es el mismo sistema educativo quien nos lleva a no razonar, no cuestionar, no comprender y a actuar porque sí. Podríamos decir que no poseemos un sistema de valoración que nos permita actuar de manera coherente frente a la teoría que memorizamos en las aulas de clase, pareciera que asistimos a la escuela a repetir saberes en lugar de construirlos; olvidamos que los verdaderos procesos de aprendizaje se dan en aprender cosas verdaderas, bellas y buenas, que contribuyan a que nos formemos de manera integral.

Nuestra cultura ha limitado a la escuela a enseñar procedimientos en lugar de maneras de razonar, a separar la vida pública de la vida privada, convirtiéndonos en sujetos que nos dejamos llevar de apariencias y de momentos superfluos,

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