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Arenívar, José. La vida en la escuela


Enviado por   •  17 de Septiembre de 2014  •  Informe  •  1.601 Palabras (7 Páginas)  •  222 Visitas

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La defensa.

La defensa.

El papel flotó en el pesado y cálido ambiente del salón de clases. Por azar, la maestra Sofía levantó su mirada del texto que en esos momentos leía con voz monótona y sedante.

– ¿Quién arrojó esa hoja de papel? –preguntó con timbre helado.

Nadie contesto, un silencio de negros presagios invadió el aula.

– ¿Quién fue? – preguntó de nuevo.

Sólo silencio, nadie se movía.

El metálico sonido de sus zapatos altos se escuchó mientras se dirigía hasta donde el papelucho se había posado, cerca de la ventana. Tomándolo en su mano, regresó al escritorio y con gestos teatrales ante la impaciencia de los alumnos lo miró; era un bello dibujo, en la parte superior un enorme corazón clásicamente atravesado por una flecha. En ambos lados aparecían dos nombres: Rosa María y Alberto. Bajo el corazón estaban dos siluetas de forma humana completamente desnudos. Un hombre y una mujer.

¡Vaya, vaya! –exclamó la maestra Sofía–, ¡con que ésas tenemos! ¿Quién fue el autor de semejante tontería? ¿Fuiste tú, Alberto?

Alberto se revolvió en la butaca, quiso decir algo pero las palabras le faltaron.

La maestra atacó de nuevo: – ¿acaso fuiste tú Rosa María?

La chica, con ojos vidriosos no contestó, sólo bajo su mirada hasta el piso.

–¿Cómo es posible, que mientras yo explico un tema tan importante como es la revolución francesa, la caída de la monarquía de los Luises, los anhelos de libertad del pueblo francés, la lucha fratricida, ustedes estén pensando en otras cosas? Perdiendo el tiempo de una manera tan miserable con esas tonterías. ¿Qué pensarán tus padres si vieran esto, Rosa María? Tu madre se llenaría de vergüenza. Y tú, Alberto, a tus dieciséis años no eres más que un muchacho inmaduro que sueña con ser hombre. ¿Acaso te sientes capacitado para sostener una familia? ¿Ya tienes trabajo? ¿Serías a tu edad un padre responsable? Y ahora díganme, ¿quién hizo esta porquería de dibujo?

Alberto no contestó, Rosa María tampoco. El salón se llenó de murmullos sordos adornados con una que otra sonrisa de burla.

–El vista de que no quieren confesar quién fue, me hacen el favor de presentarse a la hora del recreo en la dirección.

La maestra Sofía continúo su clase y el papelito, prueba de las urgencias juveniles, fue a parar en la enorme bolsa de mano de la maestra.

A la hora del descanso los dos jóvenes se dirigieron a la dirección. La autoridad máxima del plantel ya estaba enterada del problema y pronto los hizo pasar a su despacho.

Rosa María estaba a punto de llorar, con ojos angustiados buscaba la excusa, el perdón, y borrar de una vez por todas tamaña vergüenza. Alberto iba callado, aparentemente sereno.

–Lo que pasó hoy en la clase de ciencias sociales merece una severa amonestación, su delito es grave jovencitos y esto lo tendrá que considerar el Consejo Técnico Escolar y deberá tomar una resolución. Por lo pronto, quedan suspendidos hasta el día de mañana en que dicho consejo se reunirá a las cinco de la tarde y por lo tanto, ustedes deberán presentarse a esa hora.

Cuando los dos jóvenes salieron de la oficina, Rosa María con lágrimas en las mejillas le dijo:

– ¿Por qué lo hiciste?

–Perdóname, Rosa María. – Contestó Alberto–. Te juro que no sé qué me pasó, la clase estaba aburrida y yo empecé a imaginarme cosas...

–Ahora me has metido en un gran problema. ¿Es así como me demuestras el amor que sientes por mí? ¿Qué va a pasar si nos expulsan? ¿Y cuando mis padres se enteren, qué les voy a decir? ¡Dios mío! ¿Qué voy hacer ahora? Tú sabes Alberto, que te he correspondido, que te quiero, que lo nuestro ha sido un amor limpio. ¿Por qué tenías que llegar a esa vulgaridad? Ahora tendrás que confesar la verdad, que tú hiciste ese sucio dibujo y que en este caso tú eres el único culpable. Pues tú sabes que yo soy completamente inocente.

–Así es –replicó Alberto muy apenado–. Yo diré la verdad, yo fui quien hizo el dibujo y lo confesaré ante el consejo técnico.

No hubo respuesta, ni despedida. Cada uno salió en dirección opuesta.

Al día siguiente el Consejo se reunió, los maestros de las diferentes materias estaban presentes. Alberto y Rosa María permanecieron en el exterior del salón mientras se trataban los diferentes problemas que afrontaba la institución. Por fin, el maestro de Orientación Vocacional los llamó. Se sentaron y escucharon al director que daba a los maestros los pormenores de la acusación.

– ¿Quién hizo el dibujo? –preguntó el de Ciencias Naturales.

–Fui yo –contestó Alberto–. No sé qué me pasó, mi mente empezó a volar, a imaginarme cosas...

–Eres un inmoral, jovencito –dijo el maestro de español–. ¿Ese es el ejemplo que te dan tus padres?

–Debemos poner un remedio a esto. Hoy en día los jóvenes están enfermos de sexo

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