Caminar como actividad lucrativa
Enviado por Maggy055 • 6 de Noviembre de 2018 • Documentos de Investigación • 1.915 Palabras (8 Páginas) • 167 Visitas
Alejandra Llamas Altamirano
Introducción a la Antropología
14.8.2017
Caminar como actividad lucrativa
Se habla mucho de la muerte y del desamor como momentos difíciles en la vida de todo ser humano. Ambos conceptos tan antiguos como la vida misma han marcado de tal forma el imaginario de todas las sociedades a lo largo de la historia. En cualquier epopeya, novela o cuento existirá siempre el temor a morir o a ser rechazado (“Morir de amor” sería ya el colmo de la desgracia, en donde ambos elementos se conjuntan en una fórmula devastadora). Otras desdichas, como el hambre o la miseria, han pasado a ser un tanto secundarias, aunque no dejan de ser importantes. Pero al parecer hay una circunstancia de la cual pocos hablan y que en recientes crisis se padece como epidemia: El desempleo.
Para el ser humano moderno es inconcebible no hacer nada de su tiempo, aún si dicha actividad ni siquiera es del todo satisfactoria. Todos nos dedicamos a algo, incluso aquellas salidas fáciles al trabajo implican la realización de diversas tácticas que a veces resultan más intrincadas que una labor de oficina. El trabajo, como actividad lucrativa, ha pasado de una actividad a un estatus y aquel que no dedique sus horas a hacer algo que se mida por una rutina, es invisible ante la sociedad.
Por ende, quedar en el desempleo es un fracaso absoluto, el cual pocas veces o ni siquiera se llega a mencionar, como si se tratara de lo más vergonzoso que le llegara a pasar a uno. Además de la incertidumbre que provoca no recibir salario alguno, está la de no saber que hacer cuando se ha perdido el hilo de la rutina. Del desamor y de cómo evitar la muerte existen un sinnúmero de fórmulas y libros de autoayuda y de bienestar, pero poco se dice de cómo aprovechar las horas muertas, sobre todo si el presupuesto es corto y la voluntad se ve minada.
Llevo exactamente un mes de haber sido despedida de mi último empleo. Poco he pensado sobre los motivos que me llevaron a esta situación, pero me consuela saber que no fue por ineptitud o por negligencia. Un recorte en el presupuesto me comentaron, aunque no termino de creérmelo. Con pocos he hablado de esto, sin contar a mis padres o a mi hermano, a quienes tampoco les conté con mayor detalle lo ocurrido.
Además de repasar una y mil veces las bolsas de trabajo en línea, he dedicado miles de horas mirando sin mirar mi feed de Facebook y la televisión (Mi cuenta de Netflix la he cancelado desde que el sueldo no los recortaron y los precios de la suscripción subieron). Por otra parte, me he visto obligada a volver al nido familiar y no me es posible contribuir económicamente a los gastos, por lo tanto compenso mi presencia con las labores de limpieza y de cocina, a fin de ser algo útil. Todas estas actividades llenan de algún modo las horas muertas y en total cubrirían una jornada laboral de exactamente 8 horas diarias.
Si bien no son tan enriquecedoras estas actividades (aunque a veces me parecen mucho más que las que desempeñaba en mi puesto), me hacen sentir útil aunque no compensan del todo el desasosiego que siento. Pienso en buscar otro tipo de actividades, desafortunadamente todas involucran desembolsar cierta cantidad de dinero. Aunque mi liquidación fue cuantiosa, algo que en cierta forma agradezco, no me brinda mucha seguridad financiera, sobre todo si no tengo la certeza de en cuánto tiempo me reincorporaré a alguna actividad en la que me paguen más o menos el mismo salario que percibía. Con el panorama económico actual, me parece que no será fácil.
Hace poco leí en alguna parte sobre los beneficios que las caminatas largas producen a la salud. Además de mover los músculos, parece ser que ayuda a la meditación y a la concentración, ambas actividades benéficas para la salud mental. No suena descabellado y puede que sea mejor que hacer zapping o espiar en los felices y perfectos testimonios de amigos y conocidos en sus respectivos timelines de redes sociales. La mejor parte es, por supuesto, que es una actividad gratuita, de las pocas que nos quedan en esta vida. Decidí entonces que, al menos uno o un par de días a la semana, dedicaría mi tiempo a caminar sin rumbo fijo por esta monstruosa pero fascinante gran ciudad.
Probablemente no sea tan lucrativo dedicar las horas productivas a caminar sin rumbo, pero ¿en qué otra cosa se puede invertir cuando no se tiene una rutina fija? Según Thoreau “Para la economía tradicional, (caminar) es tiempo perdido. No produce riqueza”, escribió. “Pero, para mí, el beneficio es inmenso.
Vivir es algo que nadie puede hacer por ti. En el trabajo puede sustituirte alguien, pero no al caminar. Ese es el gran criterio”. Ignoro quién estará ahora realizando las cosas que no extraño en absoluto, pero es seguro que nadie en esta vida es realmente importante.
Un día antes adelanté la limpieza de la casa para no tener pendientes. A mis padres parece importarles poco. Supongo que confían en mí y esperan que encuentre algo pronto o quizá están demasiado cansados de haberse preocupado tantos años por mi destino que prefieren no molestarse y dedicarse a sus asuntos. Al menos siento un poco de alivio en ese aspecto, pero prefiero cumplir moralmente con mi compromiso tácito de contribuir en el hogar.
Al día siguiente me levanté temprano (8:30 hrs.) y me alisté como si fuera a trabajar. Debo mencionar que desde hace cinco años no llevo ni traje sastre ni uniforme alguno para el trabajo, por lo que el proceso de alienación no ha sido tan contundente. Preparo el desayuno, como y salgo sin rumbo fijo, sólo notificando que regresaré quizá a las 18:30 hrs.
...