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Enviado por glover77 • 26 de Agosto de 2011 • 2.705 Palabras (11 Páginas) • 1.033 Visitas
“Reconocemos solamente una ciencia, la ciencia de la historia”
K. Marx y F. Engels, La ideología alemana
I
El materialismo histórico, en términos generales, no es más que una concepción materialista acerca de la historia. Desde el punto de vista filosófico, esta doctrina implicó una interpelación a los sistemas que pretendían hacer de la historia una abstracción especulativa, una metafísica más. Dichos sistemas hacían ver la historia de los hombres y su vida material como historia de la filosofía, como la historia del pensamiento humano y su desenvolvimiento. Hegel, por ejemplo, intenta reducir la historia a un desarrollo del espíritu que, en sus distintas fases, buscaba su autoconocimiento en el “Espíritu absoluto”, la idea. En ése contexto, no quedaba espacio para ningún protagonismo más que el de los espectros de la filosofía: Dios, el “espíritu”, la conciencia etc.
Marx y Engels, en el primer capítulo de La ideología alemana, desmintieron la serie de prejuicios metafísicos que recubrían la doctrina social de su país, polemizando principalmente con los jóvenes y viejos hegelianos. “Los viejos hegelianos – afirman Marx y Engels, lo comprendían todo una vez que lo reducían a las categorías lógicas de Hegel (...) Los jóvenes hegelianos coincidían con los viejos hegelianos en la fe en el imperio de la religión, de los conceptos, de lo general en el mundo existente”. Así, Marx y Engels pretendían formar, a través de la crítica del idealismo hegeliano, una concepción materialista de la historia.
La filosofía idealista y su concepción de la historia tienen como principal antecedente la filosofía kantiana. Immanuel Kant dejó impuestas, en el momento fundamental de su sistema, una serie de “categorías” que pertenecían a la razón pura. La razón pura, para Kant, no estaba determinada por la experiencia, y tenía formaciones trascendentes del pensar, fuera del alcance de la vida material de los hombres. Hegel deja a la razón pura defendida por Kant, la responsabilidad de ser protagonista de la historia; nos dice en más de alguna ocasión que “la constitución, la legislación, el estado total de un pueblo tiene su fundamento sólo en el concepto que el espíritu se hace de sí”. Es decir, la vida material de un pueblo, su historia desde el punto de vista marxista, está determinada por el espíritu, por la filosofía, por el mundo de las ideas.
Este viejo idealismo parecía nublarlo todo en Alemania. Los filósofos pretendían deducir, a partir de categorías externas a la realidad, sacadas de la especulación misma y del grave ejercicio metafísico, las leyes de la historia. Feuerbach, uno de los más fenomenales teólogos-filósofos del ateísmo, no logró escapar al “idealismo histórico” que tenía abrazado a todo el clima filosófico europeo en los tiempos de Marx y Engels. “En la medida en que Feuerbach es materialista, se mantiene al margen de la historia, y en la medida en que toma a la historia en consideración, no es materialista” dicen Marx y Engels.
Está claro, según lo que hemos visto, que el idealismo pretendió condenar a la historia a vivir encarcelada bajo las celdas de la universalidad trascendente, de las leyes exteriores que le determinaban y que guiaban su curso. Podía ser Dios, podían ser las categorías de la razón pura de Kant, podía ser el espíritu absoluto de Hegel, la religión o el amor. Cualquier fanfarronería fuera de la realidad que guiara la historia sería mejor que considerarla como producto de la vida de los hombres. Esta concepción de la historia tenía sus ventajas para la burguesía: Mantenía a los hombres como esclavos del dogma religioso, o, en otra circunstancia, le imponía a ellos la necesidad de creer en lo trascendente, cosas “en sí” que estaban fuera de su alcance en términos prácticos y cognoscitivos.
Además, el idealismo en su mayor grado de desarrollo, el hegelianismo, consideraba al Estado burgués y al capitalismo, como la realización máxima del “espíritu” que debía desarrollarse en éste mundo. Desde ese punto de vista podía ser, por ejemplo, la revolución francesa la más grande de las proezas históricas y el “final feliz” del desarrollo humano. Además, cave destacar la relación implícita de ésta concepción teleológica (es decir, que llega a su fin) de la historia con la teoría de “El fin de la historia” de los intelectuales neoliberalistas.
II
Marx y Engels tuvieron como tarea, en el clima de soberbia ignorancia, propio del floreciente capitalismo industrial, derribar la muralla de sistemas filosóficos con los que había absuelto sus culpas la burguesía desde hacía más de cuatrocientos años. Noblemente, entregados a la causa del proletariado, lucharon por entregar a los revolucionarios una guía para la acción eficaz, profundamente revolucionaria y radical. Sin embargo, en el camino de ésta elaboración teórica, no todo podía ser color de rosa: Hubo que polemizar arduamente con enemigos muy eficaces y talentosos, que pretendieron adueñarse del concepto de socialismo desde posturas que volvían y volvían hacia aquel detestable nudo de conceptos intrincados en que estaba transformado el idealismo hacia el siglo XIX.
Pero no sólo fueron los socialistas utópicos e idealistas los que pretendieron hacer retroceder al socialismo, en tanto ideología, hacia la barbarie retrógrada que significan las “leyes” externas al mundo y a la vida material de los hombres. También dentro del campo marxista, fueron apareciendo, una y otra vez, y tan rápido como las cucarachas, los “intelectuales” y “profesores” que intentaron reducir el pensamiento socialista a un recetario. Hoy, estos mismos profesores son explotadores, todo tipo de traficantes y mafiosos, que abandonaron sus puestos en el ex Comité Central del PCUS, para convertirse en verdaderos sostenedores del capitalismo en toda Europa del Este.
En su conocido prólogo de la “Contribución a la crítica de la economía política” Marx nos resume más o menos las conclusiones de su trabajo teórico así:
“En la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura [518] jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general.”
Nosotros queremos sencillamente, mostrar que ésta cita no es el conjunto del pensamiento de Marx, y está lejos
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