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Capital Social Y Cultura


Enviado por   •  22 de Junio de 2012  •  7.145 Palabras (29 Páginas)  •  738 Visitas

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Capital Social y Cultura

Claves olvidadas del desarrollo

Bernardo Kliksberg *

I. EL NUEVO DEBATE SOBRE EL DESARROLLO

A fines del siglo XX la humanidad cuenta con inmensas fuerzas productivas. Las revoluciones tecnológicas en curso han alterado sustancialmente sus capacidades potenciales de generar bienes y servicios. Los avances simultáneos en campos como la informática, la biotecnología, la robótica, la microelectrónica, las telecomunicaciones, la ciencia de los materiales y otras áreas, han determinado rupturas cualitativas en las posibilidades usuales de producción, ampliándolas extensamente, y con un horizonte de continuo crecimiento hacia adelante. Sin embargo, 1300 millones de personas carecen de lo más mínimo y viven en pobreza extrema con menos de un dólar de ingresos al día, 3000 millones se hallan en pobreza, teniendo que subsistir con menos de dos dólares diarios, 1300 millones de personas carecen de agua potable, 3000 millones no tienen instalaciones sanitarias básicas, y 2000 millones no reciben electricidad.

Alcanzar la deseada meta del desarrollo económico y social es más viable que nunca en términos de tecnologías y potencial productivo pero, al mismo tiempo, el objetivo se halla muy distante de amplias poblaciones en diversos continentes, entre ellos, en América Latina. La “aldea global” en que se ha convertido el planeta, en donde las interrelaciones entre los países y los mercados se multiplican continuamente, parece caracterizarse por una explosión de complejidad, direcciones contradictorias de evolución, y altas dosis de incertidumbre.

Exploradores de las fronteras de las nuevas realidades, como Ylia Prygogine (1988), Premio Nóbel de Química, ha señalado que la mayor parte de las estructuras de la realidad actual, son “estructuras disipativas de final abierto”, es difícil predecir en qué sentido evolucionarán, y las lógicas tradicionales son impotentes para explicar su curso. Edgar Morín (1991) resalta que en lugar del “fin de la historia”, vaticinado por algunos que alegaron que al desaparecer el mundo bipolar, la historia sería previsible y hasta “aburrida”, lo que tenemos ante nuestros ojos es que “de aquí en adelante el futuro se llama incertidumbre”. La historia en curso está marcada por severas contradicciones. Así, al mismo tiempo, por ejemplo, que el conocimiento tecnológico disponible ha multiplicado las capacidades de dominar la naturaleza, el ser humano está creando desequilibrios ecológicos de gran magnitud, poniendo en peligro aspectos básicos del ecosistema, y su propia supervivencia. Mientras que las capacidades productivas han llevado la producción mundial a más de 25 trillones de dólares, las polarizaciones sociales se han incrementando fuertemente y, según los informes de las Naciones Unidas (1998), 358 personas son poseedoras de una riqueza acumulada superior a la del 45% de la población mundial. Las disparidades alcanzan los aspectos más elementales de la vida cotidiana. Los acelerados progresos en medicina, han permitido una extensión considerable en la esperanza de vida pero, mientras en las 26 naciones más ricas la misma alcanzaba en 1997, a 78 años de edad, en los 46 países más pobres era, en dicho año, de 53 años.

Las opiniones expresadas en este trabajo son de responsabilidad del autor y no representan necesariamente las de la institución donde se desempeña.

La idea del progreso indefinido está siendo suplantada por visiones que asignan un rol mayor a las complejidades, las contradicciones, y las incertidumbres y buscan soluciones a partir de integrar las mismas a las perspectivas de análisis de la realidad. En este marco general, hay un nuevo debate en activa ebullición en el campo del desarrollo. Buscando caminos más efectivos, en un mundo donde la vida cotidiana de amplios sectores está agobiada por carencias agudas, y donde se estima que una tercera parte de la población activa mundial se halla afectada por serios problemas de desocupación y subocupación, el debate está revisando supuestos no convalidados por los hechos, y abriéndose hacia variables a las que se asignaba escaso peso en las últimas décadas.

Hay una revalorización en el nuevo debate de aspectos no incluidos en el pensamiento económico convencional. Se ha instalado una potente área de análisis en vertiginoso crecimiento que gira en derredor de la idea de “capital social”. Uno de los focos de esa área, a su vez con su propia especificidad, es el reexamen de las relaciones entre cultura y desarrollo. Como señala Lourdes Arizpe (1998), “la cultura ha pasado a ser el último aspecto inexplorado, de los esfuerzos que se despliegan a nivel internacional, para fomentar el desarrollo económico”. Enrique V. Iglesias (1997), subraya que se abre en este reexamen de las relaciones entre cultura y desarrollo, un vasto campo de gran potencial. Resalta “hay múltiples aspectos en la cultura de cada pueblo que pueden favorecer a su desarrollo económico y social, es preciso descubrirlos, potenciarlos, y apoyarse en ellos, y hacer esto con seriedad significa replantear la agenda del desarrollo de una manera que a la postre resultará más eficaz, porque tomará en cuenta potencialidades de la realidad que son de su esencia y, que hasta ahora, han sido generalmente ignoradas”.

Ubicado en este contexto bullente en reclamos por rediscutir la visión convencional del desarrollo, e integrar nuevas dimensiones, este trabajo procura poner a foco un tema relevante del nuevo debate, las posibilidades del capital social y de la cultura, de aportar al desarrollo económico y social. Particularmente, el trabajo se centra en sus posibles contribuciones a América Latina, una región con graves problemas en los campos de la pobreza (afecta a vastos sectores de la población) y de la inequidad (es considerado el Continente más desigual del Planeta). Seguramente la integración de estos planos complejizará aún mucho más la búsqueda de estrategias y diseños adecuados. Pero esa es la idea. Las políticas basadas en diseños que marginan aspectos como los mencionados, han demostrado muy profundas limitaciones.

El trabajo se propone cumplir su propósito a través de varios momentos sucesivos de análisis. En primer lugar se presentan aspectos de la crisis del pensamiento económico convencional. La nueva atención prestada a capital social y cultura, se inscribe en esa crisis. En segundo término se explora la idea de capital social. El énfasis se pone, en este caso, no en la discusión teórica, sino en la presencia concreta del mismo en realidades actuales. En tercer término, con apoyo en los desarrollos anteriores, se ingresa a observar “el capital social en acción” en realidades latinoamericanas. Se indaga a través de experiencias concretas de la región, cómo el capital

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