Consumismo que nos consume

Vivimos en tiempos donde la verdad ha perdido su importancia, poniendo en alza las creencias y las emociones generadas por información falsa que llega viralmente a manos de todos gracias a las redes sociales y medios de comunicación.

Allí es donde se define la expresión de pos verdad acuñada desde los años 2000, pero que actualmente ha renacido para establecerse firmemente en nuestra sociedad. Este tipo de mentira emotiva describe la distorsión deliberada de una realidad, con el fin de crear y modelar opinión pública e influir en las actitudes sociales, en la que los hechos objetivos tienen menos influencia que el apelar a las emociones y a las creencias de los receptores.

Así es como, a través del uso de este recurso, el mercado mundial y las empresas multinacionales crean necesidades en los distintos sectores de la población para lograr su objetivo de consumo masivo. Pero ¿Somos realmente conscientes de la manipulación que ejercen las grandes industrias con el único fin de que nosotros consumamos sin cuestionar?

De igual manera, cabe aclarar que el consumo como concepto no hace referencia a nada malo ni perjudicial. Podemos definirlo como el simple hecho de consumir para satisfacer necesidades o deseos. El problema llega cuando esta actividad se vuelve patológica. Entonces ya no hablamos de ‘consumo’, sino de ‘consumismo’. Así, La Real Academia Española define el consumismo como “la tendencia inmoderada a adquirir, gastar o consumir bienes, no siempre necesarios.”

Sin saberlo, las personas se encuentran encerradas en un ciclo dentro del mercado, que es respaldado por bancos y centrales de crédito que posibilitan, hasta cierto límite, nuestro acceso al capital necesario para poder llegar a satisfacer aquellas nuevas y constantes necesidades no indispensables. De este modo, el usuario ingresa en un estado de latencia donde no difiere entre la realidad en que se encuentra y su deseo próximo, es arreado mediante medios publicitarios hacia un abismo de materialidad absurda. Ante esto Zygmunt Bauman^[1] comentó en una de sus obras:

“Además de tratarse de una economía del exceso y los desechos, el consumismo es también, y justamente por esa razón, una economía del engaño. Apuesta a la irracionalidad de los consumidores, y no a sus decisiones bien informadas tomadas en frío; apuesta a despertar la emoción consumista, y no a cultivar la razón.”

El modelo de bienestar de la sociedad actual se basa en la posesión y acumulación de bienes, lo cual sirve de justificación para que se contagie el consumismo entre las personas. Así el objetivo de la vida comienza a basarse en tener muchas cosas, y por lo tanto la principal actividad que se ve beneficiada es, lógicamente, el consumo. La posesión y acumulación de bienes suele darse siempre de forma inmoderada e inconsciente.

Todo ha sido mercantilizado con el fin de producir dinero. Y todo lo que produce dinero es consumible. La comercialización de la sociedad está alcanzando maneras brutales. Nos están convirtiendo en máquinas carentes de sensibilidad. El valor de las personas está en función de su capacidad económica para consumir. Si no consumen no son personas. Deepak Chopra sobre esto dice:

"Cuando nos apegamos a algo, congelamos nuestro deseo, lo alejamos de esa fluidez y esa flexibilidad infinitas y lo encerramos dentro de un rígido marco que obstaculiza el proceso total de la creación."

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