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Cultura Empresarial


Enviado por   •  8 de Diciembre de 2013  •  7.837 Palabras (32 Páginas)  •  238 Visitas

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1.Introducción:

Es conocido que cuando se vive dentro de una determinada situación, de una configuración cultural, de un paradigma, casi no se acierta a pensar que las cosas podrían ser de otro modo. Y, sin embargo, basta contar con una experiencia de diez, veinte o más años para poder asegurar que las cosas sí han sido de otro modo. Uno mismo lo ha visto. Esa reflexión, que puede aplicarse a casi todo, viene bien para pensar en la valoración que, desde la recuperación económica de los ochenta, se hace de la libre empresa. No fue así antes, desde hacía tiempo, salvo en algunos países, como los Estados Unidos, que mantuvieron la visión “liberal” (en sentido europeo) de la economía. Como resulta muy conocido, la depresión de los años treinta, prácticamente mundial, fue la ocasión para que el Estado interviniera más activamente en la economía. En realidad, la tendencia venía de antes, de la primera guerra mundial: una economía de guerra es, inevitablemente, una economía intervencionista. La recuperación económica, los prósperos años cincuenta y sesenta, fueron consecuencia, sobre todo, de esos ánimos que suelen darse en las épocas de reconstrucción. La empresa funcionó activamente, pero los Gobiernos –que en esos años empezaban la construcción

general del Estado del Bienestar mantenían una voz si no dominante, sí decisiva. Por otro lado, la larga moda izquierdista-marxista, obligaba a hacer un solo paquete con el capitalismo, la economía de mercado y la libre iniciativa y a someterlos a una común denigración. Una cosa es la ideología y otra la práctica.

Con independencia de las modas, las empresas siguieron funcionando, aunque vergonzantemente desde el punto de vista de las ideas de moda. Hasta que llegaron los críticos años setenta. Entonces se supo que, a la hora de la

verdad, ni las ideologías aseguraban mucho ni el Estado del Bienestar era una construcción solidísima. Y cuando la crisis fue remontada por una mezcla de trabajo, de inteligencia y de azar, se vio muy claro que la empresa tenía que

trabajar al máximo si se deseaba crear riqueza. Verdades tan evidentes como que el Estado no produce sino que gasta, afloraron a la conciencia general. En cualquier caso, a partir de los ochenta, también en Europa occidental la libre empresa se prestigia ampliamente. Y, si faltara algo, desde 1985, las aperturas más o menos tímidas que se registran en los países comunistas, de forma clamorosa en 1989, van, aunque lentísimamente, hacia una desestatalización de la economía. Resurge una vez más el liberalismo, que se llama, también una vez más, neoliberalismo. Varios países ponen en práctica audaces políticas de privatización, con desigual fortuna. En cualquier caso, está de moda lo libre, lo personal, lo privado. Se va al consumo sin ningún prejuicio. Los hombres de empresas famosos son más célebres que cualquier celebridad, cosa que no se había registrado desde hacía más de setenta u ochenta años. En fin, aumenta en todas partes la demanda de conocimiento y de información económicos.

En este panorama no es extraño que la literatura tradicional sobre management se multiplique y, a la vez, se llegue a otras esferas que habían sido escasamente tratadas: la ética empresarial, por ejemplo, o la cultura empresarial.

Como se verá, cultura empresarial es una expresión técnica, pero, sin necesidad de saber en qué consiste, empresarios y otros hombres que trabajan en la empresa suelen oír una palabra de prestigio -cultura- al lado de empresarial: el conjunto es, obviamente, prestigioso. Con este nombre o con alguno semejante, han aparecido en el mundo, en los últimos años, unos veinte libros de cierto nivel –sin contar los numerosos artículos en revistas de management- sobre cultura empresarial.

Las reflexiones que siguen se destinan, en efecto, tanto a quienes deseen tener

una idea de qué se entiende por cultura empresarial como a quienes, desde fuera o desde dentro de la empresa, desean diagnosticar una cultura concreta. Aunque cada día sean más frecuentes las que ya se llaman auditorías culturales, el procedimiento está muy lejos de ser un recurso habitual. Se ha evitado, por otra parte, hacer una obra técnica, en el sentido de “sólo interesante para quienes estudian el tema como investigadores o lo ponen en práctica como profesionales”. En los dos casos habría que haber hecho algo mucho más extenso, más detallista, probablemente más tedioso.

En cualquier caso, estas consideraciones pueden tener interés para todos aquellos, de cualquier rama de actividad, que se sienten afectados por la creciente importancia que se concede a la empresa, en la medida en que la

empresa, no sólo no se separa de la cultura general, sino que establece con ellas lazos cada vez más estrechos. Puede observarse, por último, que una cultura empresarial existe siempre. Hablar del tema no es, por tanto, referirse a un ideal o a una posibilidad. No se ha inventado en los últimos años esa cultura. Como en el tan citado ejemplo de aquel personaje de Moliére, que cae en la cuenta de que se ha pasado la vida hablando en prosa sin saberlo, los que están en una empresa tienen contacto continuo y diario con la cultura. Buena o mala, es. De lo que se

trataría, si es el caso, es de conocerla para mejorarla.

2. Entorno actual de la cultura empresarial:

La cultura empresarial no es algo que le ocurre a la empresa o que tiene aisladamente. Como bien se sabe, no hay aislamiento en los procesos sociales y menos en una época como la contemporánea, en la que la mayor novedad es quizá la comunicación. El enfoque de la cultura empresarial ha sido, en gran

parte, un caer en la cuenta de algo que se daba desde siempre, porque todo grupo social tiene, casi por definición una cultura. Lo que hay que preguntarse es qué circunstancias se han dado, qué momento histórico se registra para que esa realidad haya aflorado. La principal circunstancia es un retroceso ideal del Estado y un correspondiente avance de la sociedad civil, entendiendo por esa

expresión, por así decirlo, el conjunto de los particulares, es decir de los que no están constituidos en autoridad ni son funcionarios. El retroceso del Estado ha venido como consecuencia de la crisis económica del Estado del Bienestar y, en general, de una disminución de la actividad económica gestionada directamente por el Estado. Todo esto, naturalmente, sobre los niveles ya alcanzados. No ha habido, en casi ningún país, si se exceptúa la Gran Bretaña de Margaret Thatcher y los Estados Unidos de Ronald Reagan una disminución sensible de la participación de lo estatal en el PNB. Lo que se registró fue una evidencia: que el Estado es mal gestor cuando se trata

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