Cuáles son los factores que pueden proteger al menor de los factores de riesgo?

¿Cuáles son los factores que pueden proteger al menor de los factores de riesgo?

Actualmente, nos encontramos con un gran desafío el cual ha sido la implementación de estrategias de prevención que fortalezcan los factores protectores en las comunidades, familias y escuelas. Dicho desafío se dirige hacia un cambio en la focalización de las influencias ambientales en el desarrollo de los niños, pues en los últimos años se ha centrado sólo en los factores negativos de riesgo, por lo que es necesario dirigir la atención primordialmente hacia la promoción de estrategias positivas de acción.

Primeramente, ¿qué es un factor de riesgo? Los factores de riesgo se definen como elementos establecidos con respecto a los cuales existe una estrecha relación causal con un problema. Por lo que Acosta (2003) menciona que se trata de “conductas y comportamientos que limitan el desarrollo de potencialidades de los niños y jóvenes y que emergen como el resultado de procesos educativos que se dan en el interior de la familia, en la escuela y el medio sociocultural” (p. 113).

Por el contrario los factores protectores son aquellos que disminuyen la probabilidad de caer en un comportamiento de riesgo, es decir, que pueden influir sobre el nivel de riesgo en las experiencias que cada sujeto ha tenido o moderar las relaciones entre el riesgo y el efecto del comportamiento, aunado a esto, el concepto de factor protector alude a las “influencias que modifican, mejoran o alteran la respuesta de una persona a algún peligro que predispone a un resultado no adaptativo” (Cabrejos, 2005, p. 53).

A lo anterior, se ha tenido que llevar a cabo diversos procesos de intervención, en los cuales entran políticas que el sistema gubernamental debe desarrollar con el fin de contribuir a fomentar una situación de bienestar o por lo menos atenuar el efecto de los factores de riesgos. Sin embargo, todavía queda mucho por hacer para crear un mundo apropiado para la infancia. Los progresos han sido desiguales, y algunos países se encuentran más retrasados que otros en la obligación de dar a los derechos de la infancia la importancia que merecen.

Por lo que se han creado organismos como el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) en donde se hacen valer los derechos de los menores, por lo que en la Convención sobre los Derechos del Niño (2006) a lo largo de 54 artículos establece las medidas necesarias para dar efectividad a todos los derechos reconocidos en la presente Convención. Generando avances en la supervivencia, la salud y la educación, a través de la prestación de bienes y servicios esenciales; así como un reconocimiento cada vez mayor de la necesidad de establecer un entorno protector que defienda a los niños y niñas de la explotación, los malos tratos y la violencia.

Uno de los factores protectores es adoptar una cultura de resilencia, según Cabrejos (2005) para “fortalecer a los individuos frente a eventos similares sucesivos; es decir, se “aprende” a vivir y reaccionar bajo tensión” (p.51). Por otra parte, es de suma importancia conocer las condiciones bajo las cuales se desarrollan los comportamientos resilentes y así será posible generar intervenciones que vayan en la línea de prevenir, promoviendo y apoyando estas prácticas. Según el autor anteriormente mencionado, este enfoque implica que, por ejemplo, “…en el diseño de las prácticas educativas será indispensable no sólo contar con un mensaje adecuado, sino también con un mensajero que los transmita con respeto y cariño a los estudiantes” (p.61).

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