Cómic y sociedad: de la ficción a la realidad
Enviado por Daniela Contreras Díaz • 25 de Junio de 2016 • Ensayo • 2.860 Palabras (12 Páginas) • 325 Visitas
“Cómics y sociedad: de la ficción a la realidad”
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El cómic es un medio comunicativo reproducido en serie, cuya “articulación narrativa es por medio de imágenes fijas y textos con los diálogos de los personajes” (Vásquez, 2002, p. 100). Se puede clasificar en numerosos tipos o géneros: según el público al cual van dirigidos, ya sea infantiles o de adultos, hombres o mujeres; según el contenido o el tipo de historia, se pueden clasificar como épicos, políticos, cómicos, románticos, bélicos, terror, ciencia ficción, pornográficos, etc. (Díez, 2006). El cómic nace a finales del siglo XIX en los Estados Unidos, en un contexto de gran desarrollo de técnicas audiovisuales y de reproducción gráfica, y experimenta su apogeo en el marco de los grandes conflictos mundiales.
El cómic se inserta en un entorno sociocultural determinado, lo que le da la particularidad de transformarse en un vehículo transmisor no sólo de las características propias de una comunidad, cultura y contexto histórico, sino también de las diferentes ideologías imperantes en aquella determinada comunidad (Gubern, 1987).
Durante el siglo XX ocurren diversos cambios sociales, como consecuencia de las guerras mundiales, en los que las tiras cómicas tendrán un papel importante como mecanismo de transmisión y promoción de estereotipos masculinos y femeninos, manipulando (directa o indirectamente) las funciones y conductas socialmente aceptadas según el género.
En el presente trabajo, se abordará la influencia que ha tenido el cómic estadounidense de la primera mitad del siglo XX en la producción, reproducción e implantación de los estereotipos sociales considerados correctos y aceptables, dependiendo del contexto socio-histórico y las necesidades los grupos dominantes, que se ilustran en tres figuras femeninas presentes en los cómics: la figura de la mujer domesticada, la mujer como superheroína y la mujer como madre trabajadora.
I
Se ha instituido a lo largo de la historia una firme línea divisoria entre lo que es considerado masculino o femenino, encasillando a hombres y mujeres en determinados patrones de conductas y actitudes que los diferencian entre sí, incluso como algo opuesto. En palabras de Bourdieu (2000), esta división se encuentra inserta en el inconsciente colectivo, en los habitus de las personas, como un sistema de categorías de percepción, pensamiento y acción que hacen de esta segmentación social algo naturalizado y normalizado, a tal punto de volverse inevitable. Esto se traduce en relaciones sociales de dominio y explotación que se han establecido entre los sexos, exaltando los aspectos viriles en detrimento de los rasgos femeninos considerados infantiles, débiles y dependientes.
Si bien esta diferenciación sexual no es una característica propiamente moderna, es en la sociedad burguesa donde encuentra su forma canónica, acentuando la dicotomía mujer y hogar, hombre y trabajo cualificado. A finales del siglo XIX, el papel de la mujer se reducía a aquellas labores dirigidas a la conservación de la vida, tales como la alimentación y la reproducción, actividades que se desarrollaban en el ámbito privado y se hallaban circunscritas en un modelo de relación dominación – sometimiento. Estaba fuertemente arraigada la imagen de la mujer como un ser débil, sedentario y pacífico, que a causa de su menor fuerza física y las limitaciones impuestas por la maternidad debía estar confinada al hogar. Esta figura femenina marcará ciertos estereotipos de mujer que se verán fielmente reflejados en diferentes líneas artísticas y medios de comunicación, como lo son los cómics.
Las primeras historietas, publicadas entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, se caracterizaban por reflejar a familias cotidianas, exaltando sus desventuras en clave de humor. En estos cómics, el papel de la mujer era escaso y predominantemente secundario. Sin embargo, cuando aparecía, como sugiere Díez (2006), se le representaba principalmente de dos formas: (1) como la mujer joven y hermosa con evidente debilidad física, que busca amor y protección en un hombre alto, independiente y con fuerza sobrehumana (suele ser la hija del protagonista o las mujeres jóvenes que aparecen por la serie); y, por otro lado, (2) está la imagen de la mujer casada y madre, de actitud desagradable, regordeta y poco agraciada (por lo general es la esposa del protagonista).
El cómic, como objeto comunicacional dirigido a grandes masas, tuvo un rol fundamental en la producción y reproducción de estas figuras femeninas. A las mujeres se les exigía responder a ciertas actitudes y conductas socialmente aceptadas, enmarcarse en roles que se percibían como característicos de cada género, ya que se consideraban esenciales para mantener la estructura social. Es indudable que existen estereotipos fuertemente marcados en las tiras cómicas que, como se mencionó en el párrafo anterior, potencian el enaltecimiento de los rasgos masculinos, independencia y virilidad, por sobre los aspectos femeninos, como características físicas limitadas, dependencia, subordinación y circunscrita en los roles de maternidad y matrimonio.
Estudios realizados en Estados Unidos a mediados del siglo XX (Rodríguez, 2007), como el Male and Female Relations in the American Comic Strip, dirigido por Gerhart Saenger, y el The World of Sunday Comics, realizado por Francis E. Barcus, ponen de manifiesto la continuidad con la que aparecen estos modelos de comportamiento y actitudes frente al mundo en cómics del género Family Strips, publicados en la primera década del siglo XX. Estos estereotipos se transmitían fácilmente a través de los cómics de este período, ya que la población se sentía rápidamente identificada con sus narraciones realistas y cotidianas, internalizando y normalizando patrones que, directa o indirectamente, se pretendían reproducir.
II
En todas las culturas las mujeres desempeñan un papel importante dentro de la estructura familiar, adquieren cierto tipo de responsabilidades, deberes, quehaceres dependiendo de su contexto socio-histórico. Sin embargo, hasta antes de la Gran Guerra a principios del siglo XX, no tenían que asumir grandes responsabilidades más que el cuidado de los hijos y actividades domésticas, como el aseo y la alimentación.
Durante la primera mitad del siglo XX, tanto Europa como Estados Unidos, experimentan profundos cambios sociales, económicos y políticos que influyeron no sólo a las grandes potencias, sino que tienen impacto a nivel mundial: el impresionante aumento demográfico, el auge del capitalismo, la aparición del ejército de masas, la profesionalización de la carrera de las armas y, sobre todo, la aparición del complejo ciencia-tecnología, provocaron un cambio progresivo en la percepción que las personas tenían de sí mismas y del mundo.
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