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DESIGULADAD DE GENERO EN EL MERCADO LABORAL


Enviado por   •  7 de Febrero de 2014  •  12.668 Palabras (51 Páginas)  •  575 Visitas

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DESIGUALDADES DE GÉNERO EN EL MERCADO LABORAL

UN PROBLEMA ACTUAL

María Antonia Ribas Bonet

Departamento de Economía Aplicada

Universidad de les Illes Balears

marian.ribas@uib.es

RESUMEN

En este documento se analizan los principales rasgos distintivos de las situaciones de discriminación laboral que sufren las mujeres en la actualidad.

Hombres y mujeres desempeñan roles diferentes tanto en el ámbito familiar como en el ámbito social y laboral.

En el mercado de trabajo de los países desarrollados se observa una acusada segregación ocupacional (tanto horizontal como vertical) a la vez que importantes desigualdades salariales entre hombres y mujeres.

Las consecuencias de estas diferencias laborales se manifiestan a todos los niveles: económico, social, laboral, familiar, de salud, etc., quedando siempre las mujeres en una situación de desventaja.

PALABRAS CLAVE: Sexo, género, discriminación, desigualdad, segregación ocupacional, mercado laboral.

1.- INTRODUCCIÓN.

En primer lugar se definen los conceptos “sexo” y “género” para determinar su relación con el ámbito económico y con el funcionamiento del mercado de trabajo en particular.

A continuación se define el concepto de discriminación y se presentan diversos indicadores para medir la discriminación laboral por razón de sexo.

Seguidamente se analiza el uso del tiempo en hombres y mujeres, dado que la dedicación de unos y otras a las tareas del ámbito doméstico y al trabajo remunerado es distinta y tiene repercusiones en la situación laboral de las mujeres.

Para continuar con el análisis se definen los principales rasgos discriminatorios que se observan comúnmente en el mercado de trabajo: segregación ocupacional horizontal, segregación ocupacional vertical y diferencias entre los salarios de hombres y mujeres.

A lo largo del desarrollo de los siguientes epígrafes se pone de manifiesto la importancia de analizar, valorar y combatir las prácticas discriminatorias ya que dichos comportamientos no implican únicamente una desigualdad de derechos formales sino que tienen importantes consecuencias para las mujeres tanto a nivel económico y social como a nivel de salud.

2.- LA PERSPECTIVA DE GÉNERO EN EL ÁMBITO ECONÓMICO.

Aunque algunos científicos no perciben diferencia alguna entre los términos sexo y género, otros piensan que la terminología (y por tanto el significado de cada uno de los términos) es importante (Jacobsen, 1994: 6).

En general se define el término sexo en función de la biología de las personas, mientras que el concepto de género se refiere a las características psicológicas, sociales o culturales asignadas en función del sexo.

Las autoras Meynen y Vargas siguiendo a Gayle Rubin definen “el sistema sexo/género como el conjunto de actitudes mediante las cuales la sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de actividad humana y a través de la cual estas necesidades son satisfechas...”. Según Jáuregui de Gainza (1992: 241) “las diferencias naturales marcadas por la fisiología y la anatomía femenina y masculina han sido distorsionadas y dado lugar a discriminaciones sociales que perjudican, marginan y oprimen a la mujer”. Para Reskin & Padavic (1994: 3-4) el término sexo se refiere a una clasificación en función de la biología humana que depende de los cromosomas y se manifiesta en determinados órganos y ormonas, mientras que el término género “se refiere a la clasificación que las sociedades construyen para exagerar las diferencias entre hembras y varones y mantener la desigualdad sexual”.

En este sentido, las autoras establecen que el concepto de diferenciación sexual se refiere a la clasificación de las personas según el sexo y que “las diferencias de género se refieren al proceso social que exagera las diferencias entre varones y hembras y crea otras nuevas que no existen de forma natural”, a la vez que distingue las actividades de ambos. Así, definen la construcción social del género como “el proceso de transformar varones y hembras que difieren mínimamente en términos biológicos en dos grupos que difieren notablemente en apariencia y oportunidades”.

En definitiva, según las autoras, las sociedades se fundamentan en el sexo biológico para construir el género, pero el género en realidad depende poco del sexo biológico, ya que en su mayor medida viene determinado por el modo en que las sociedades lo configuran.

En los ámbitos económico, profesional y laboral tradicionalmente se han venido otorgando funciones y papeles distintos a los hombres y a las mujeres.

Las teorías, los enfoques y los argumentos utilizados en la valoración del desarrollo económico se centran básicamente en indicadores que analizan la producción de bienes y servicios para el consumo, pero ignoran el trabajo de carácter reproductivo no remunerado (De la Cruz, 1992; Elson, 2000), que ejercen las mujeres en sus familias y comunidades.

Este hecho se refleja incluso en los conceptos más amplios de desarrollo que incluyen “el logro de la autoestima, de la dignidad, de la integralidad de todos los sectores y no sólo el crecimiento del PNB” (De la Cruz, 1992: 253-254).

La consecuencia es que las funciones de crianza y cuidado de los hijos y la atención de personas mayores, enfermas o disminuidas no son valoradas y registradas adecuadamente, y no son tomadas en consideración a la hora de adoptar políticas para lograr un desarrollo más justo.

Según Elson, el hecho de no tener en cuenta el trabajo no remunerado que realizan las mujeres origina que “las nociones convencionales acerca del modo en que funcionan las economías ofrecen directrices limitadas para políticas que promuevan la potenciación de las mujeres y los modos de combinar la justicia de género con la justicia económica”.

Contemplando la economía desde una perspectiva de género se llega a un análisis distinto de la restructuración económica: “los indicadores económicos convencionales pueden indicar que se está progresando, si más y más mujeres se incorporan al trabajo remunerado, y si las reformas económicas (incluyendo la liberalización y la privatización) producen aumentos en la eficacia económica.

Pero pueden oscurecer una transferencia de los costos reales (en el tiempo y en el esfuerzo de las personas) desde el sector público, donde dichos costos se monetizan y aparecen en la cuentas del gobierno, hasta

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