DROGADICCION EN JOVENES
Enviado por tereguerrero • 28 de Noviembre de 2019 • Síntesis • 4.155 Palabras (17 Páginas) • 284 Visitas
“Drogadicción juvenil”
Las drogas pueden definirse como sustancias que son de origen natural o artificial y que son capaces de afectar el sistema nervioso central y eso a su vez afecta el funcionamiento del cuerpo humano.
Una adicción es aquella acción de repetir una actividad o el consumo de sustancias que dañan la salud, así mismo no es posible tener autocontrol de sí mismo.
El problema de la drogadicción juvenil se refiere al abuso de sustancias ilegales o al uso excesivo de las legales.
En este ensayo se abordará un tema muy interesante, se darán a conocer algunos riesgos de consumir drogas, pero de igual manera acciones para poder evitar caer en esa adicción, también se dirá algo de lo que piensan las personas de estos jóvenes.
Este tema debería y debe ser considerado como uno de los temas más importantes dentro de la sociedad, ya que hoy en día los jóvenes están inmersos en las drogas, la gente los ve con asco, como delincuentes cuando deberían tratar de ayudarlos a salir de eso.
Dentro del desarrollo del tema entran preguntas muy importantes. Las drogas en los jóvenes son consideradas como el abuso de las ilegales y el uso excesivo de las legales, en mi opinión son sustancias que dañan nuestro cuerpo, esto a su vez genera adicciones, lo cual consiste en una enfermedad crónica del cerebro por una búsqueda de alivio a través del uso de las drogas, ya que una droga es una sustancia que daña nuestro sistema nervioso central, pero a su vez los jóvenes las buscan y usan para sentirse relajados. La mayoría de los jóvenes drogadictos están inmersos en eso debido a problemas personales, familiares o con los amigos, se la pasan en la calle fumando o bebiendo, cuando la gente los ve piensan que lo que tienen es una enfermedad y a veces tienen una doble opinión respecto a ellos, unas personas los ven con asco y no quieren ni toparse con ellos, a otras les da un poco de lastima, tratan de ayudarlos y/o apoyarlos.
El uso de sustancias “drogas” traen a la persona que las consume muchas consecuencias, de las cuales destacan: daño en la memoria, impulsos, aumento en el ritmo cardiaco y afecta mayormente el funcionamiento del sistema nervioso central, esto se puede prevenir teniendo una plática con los padres y ellos a su vez los ayudan a integrarse dentro de la familia y a fomentar la participación en actividades recreativas.
Se puede concluir que las drogas son un problema social que está muy presente en los jóvenes y a consecuencia de ello, los jóvenes sufren durante el transcurso de su vida, y solo una pequeña parte logra salir de ello gracias al apoyo de las personas que los quieren.
De igual manera para poder salir de este problema no se trata de solo recibir el apoyo de los demás, también para poder lograr superarlo es necesario que la persona o joven este consiente de los problemas que esto le puede traer y así tomar la decisión correcta.
Me llevo una gran reflexión sobre este tema tan importante, aprendí que, si un joven está dentro del mundo de las drogas, siempre hay que tratar de ayudarlo, escuchar sus problemas y así ayudarlo a tomar la mejor decisión para que este bien consigo mismo y pueda tener una buena salud.
Prácticas y conductas sexuales de riesgo en jóvenes: una perspectiva de género
Marly Johana Bahamón Muñetón, Mildred Alexandra Vianchá Pinzón, Adriana Reneé Tobos Vergara 2014
INTRODUCCIÓN
Uno de los fenómenos en los que se hace explícito el reconocimiento del “otro” a partir del contacto subjetivo y emocional es la sexualidad, pues el sujeto dirige sus acciones hacia el encuentro para darle continuidad y disfrute a su existencia. No obstante, su naturaleza parece atentar repetidamente contra sus deseos, en la medida en que sus acciones van en contravía de la posibilidad de extender su tiempo de permanencia en el mundo, pues la relación sexual, una de las tantas fuentes de placer que media la expresión emocional en una relación con el “otro”, se ha convertido en un núcleo de amenaza. La aparición de enfermedades de transmisión sexual y el embarazo no deseado constituyen unas de las tantas expresiones negativas que se derivan del encuentro sexual con “otro”. En este sentido, lo que se denomina comportamiento sexual acarrea riesgos para la integridad del ser humano. Pero, ¿a qué hace referencia el comportamiento sexual? La revisión de la literatura deja en evidencia que no existe un consenso sobre la tipificación de las conductas sexuales de riesgo, ya que cada estudio asume una clasificación distinta (Compte, 2012). A continuación se precisarán los conceptos de comportamiento sexual, prácticas y conductas sexuales. El comportamiento sexual se considera una práctica por el hecho de ser construido y compartido socialmente, lo que remite a la elaboración de las imágenes, sentidos y significados atribuidos al ejercicio de la sexualidad. En este sentido, las prácticas sexuales se definen como “patrones de actividad sexual presentados por individuos o comunidades con suficiente consistencia para ser predecibles” (Lanantuoni, 2008, p. 48). En los estudios es común encontrar que se emplean como sinónimos los términos de prácticas y conductas sexuales, no obstante, para efectos del presente artículo es preciso establecer que las conductas sexuales, a diferencia de las prácticas y, por ende, del comportamiento sexual, incluyen la masturbación y conductas homosexuales o heterosexuales, como el inicio del coito o actividad sexual. Así, las conductas tienen una connotación más individual y las prácticas se enmarcan en lo común o compartido (López, 2003). 330 Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. Vol. 31 (2): 327-353, 2014 ISSN 0123-417X (impreso) ISSN 2011-7485 (on line) Marly Johana Bahamón Muñetón, Mildred Alexandra Vianchá Pinzón, Adriana Reneé Tobos Vergara Una vez definidos estos conceptos, es necesario enfatizar en las consecuencias negativas que conllevan tanto las prácticas como las conductas sexuales de riesgo. Se puede señalar que el interés sobre el tema ha transitado de lo estético a lo académico y científico, lo cual se hace explícito en las cifras, que son cada vez menos alentadoras, pues la tasa de prevalencia de personas infectadas con el virus de inmunodeficiencia humana (vih) y de las que padecen el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) en el ámbito mundial fue de 35,6 millones (Informe del Programa de Naciones Unidas sobre el sida, onu sida, 2012). Respecto a los datos de mortalidad en Colombia relacionados con el vih, para el año 2011, se notificaron 546 muertes (Ministerio de Salud y Protección Social, 2012), frente a 3.938 nuevos casos reportados hasta la semana 28 del año 2012, de los cuales 3.679 se encontraban en estadio de vih y sida y 259 habían fallecido (Instituto Nacional de Salud, 2012). Ahora bien, investigaciones sobre comportamientos de riesgo sexual, vih y sida señalan que existen incrementos en el número de personas infectadas, especialmente en la población adolescente y joven (Uribe & Orcasita, 2009), que se encuentra entre los 15 y los 24 años de edad (Fina, 2009; Bermúdez, Castro & Buela-Casal, 2011; Compte, 2012). Por lo tanto, se puede afirmar que los jóvenes están expuestos a una alta vulnerabilidad en el ejercicio de su sexualidad, hecho que se vincula con la búsqueda social de autoafirmación y aceptación, fenómenos que frecuentemente involucran la necesidad de establecer relaciones de pareja y experimentar contactos sexuales pasajeros (Ospina & Manrique, 2007). Estos hechos, sumados a las características propias de la adolescencia, como la búsqueda de identidad, la aceptación de los cambios que ocurren en el cuerpo, la iniciación sexual y las múltiples demandas que exige el medio (Bourdieu, 2000; Medina, Ayala & Pacheco, 2001; Mendieta, 2001), permean las manifestaciones sexuales (conductas y prácticas) que dan cuenta de representaciones que los jóvenes han construido sobre sus realidades sexuales. Prácticas sexuales de riesgo en jóvenes 331 Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. Vol. 31 (2): 327-353, 2014 ISSN 0123-417X (impreso) ISSN 2011-7485 (on line) CONDUCTA SEXUAL DE RIESGO Las conductas sexuales de riesgo han despertado gran interés debido a que hacen más probable la incidencia de situaciones nocivas para el sujeto. Tener relaciones sexuales sin condón o habiendo consumido licor (Fina, 2009; Rivera, Caballero, Pérez & Montero, 2013), o la promiscuidad, hacen vulnerables a las personas frente a las amenazas referidas. Diferentes autores se han interesado por comprender las conductas sexuales de riesgo, debido a que a pesar de existir un adecuado conocimiento de las consecuencias negativas que ello puede acarrear a mediano y largo plazo, su nivel de prevalencia continúa siendo alto. En el caso de los adolescentes, dicha situación se agudiza debido a las condiciones físicas, emocionales y psicológicas de desarrollo y elaboración, que los hacen más vulnerables. Al respecto, las investigaciones han planteado hipótesis que buscan explicar esta realidad: la falta de conocimiento a profundidad sobre mecanismos de protección (Andreu et al., 2008; Dávila & Piña, 2008; García, 2001; Rodríguez & Álvarez, 2006; Ruiz et al., 2010; Uribe & Orcasita, 2009; Urrea et al., 2006), la experiencia emocional (Caballero et al., 2005; Carrera et al., 2005), las habilidades comunicativas, específicamente la asertividad sexual (Jiménez et al., 2007; Pérez & Pick, 2006; Santos & Sierra, 2010; Kennedy & Jenkins, 2011; Fontanilla, Bello & Palacio, 2011; García-Vega et al., 2012), la toma de decisiones (Trujillo, Henao & González, 2007), la personalidad (Fernández et al., 2013) la funcionalidad familiar (González, 2009; Chávez & Álvarez, 2012; Santander et al., 2008) y las percepciones, actitudes y creencias (Moreno, León & Becerra, 2006). No obstante lo planteado anteriormente, las conductas sexuales de riesgo no se consideran como producto del desconocimiento de cómo protegerse, pues la mayoría de los jóvenes conoce las diferentes estrategias, sin embargo, se presentan altos índices de riesgo por no usar el preservativo y por las relaciones sexuales a edades cada vez más tempranas (Fierros, Rivera & Piña, 2011), aspectos que incrementan la vulnerabilidad frente a múltiples problemáticas. Estos planteamientos ponen en 332 Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. Vol. 31 (2): 327-353, 2014 ISSN 0123-417X (impreso) ISSN 2011-7485 (on line) Marly Johana Bahamón Muñetón, Mildred Alexandra Vianchá Pinzón, Adriana Reneé Tobos Vergara evidencia que las conductas y prácticas sexuales trascienden a hechos que van más allá del conocimiento sobre los métodos de protección, pues diferentes investigaciones muestran factores de orden subjetivo que están involucrados en los comportamientos sexuales ejercidos por los jóvenes (Cañón et al., 2011). Entre los estudios que demuestran que el conocimiento sobre los métodos de protección sexual no es una garantía de su uso se encuentra el de Ruiz et al. (2010), quienes trataron de identificar la asociación entre el mayor conocimiento en áreas del cuidado de la salud, que presumiblemente tienen los estudiantes de medicina, y el desarrollo de actitudes y comportamientos saludables en el área sexual y reproductiva. Si bien la hipótesis tenía sentido teóricamente, los resultados demostraron que a pesar de que los estudiantes tenían mayor conocimiento acerca de aspectos específicos de la salud sexual y reproductiva, su comportamiento no se diferenció del de otros jóvenes que no poseían el mismo grado de conocimiento al respecto. Por su parte, Urrea et al. (2006) encontraron resultados similares. Otra investigación señala que de acuerdo con los relatos de un grupo de jóvenes de sexo masculino, las prácticas sexuales estaban mediadas por múltiples categorías sociológicas como el género, el estrato socioeconómico, el color de piel y el ciclo de vida, es decir: adolescente y preadolescente (Ceballos, Campo & De Bedout, 2007). Si los estudios señalan que los jóvenes tienen conocimientos sobre la sexualidad y su cuidado, ¿entonces por qué no se implementan las recomendaciones que la mayoría conoce para evitar las consecuencias negativas que pueden generar las conductas sexuales de riesgo? La respuesta podría estar en varios elementos que han surgido como fuertes predictores: la experiencia emocional, las habilidades comunicativas, las características personales, la toma de decisiones, las percepciones, las creencias y las actitudes frente a la sexualidad (Carrera et al., 2005). En este sentido, Caballero et al., (2005) exploraron el papel de la experiencia emocional en la predicción de conductas de riesgo y encontraron que quienes habían experimentado emociones mixtas (alegría y miedo) Prácticas sexuales de riesgo en jóvenes 333 Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. Vol. 31 (2): 327-353, 2014 ISSN 0123-417X (impreso) ISSN 2011-7485 (on line) tenían la tendencia a repetir la conducta de riesgo en un futuro, por ello se estableció que las variables emocionales son más relevantes que la actitud, la norma social subjetiva y el control percibido. Además de la experiencia emocional, también se ha planteado de manera importante que la capacidad de comunicar al “otro” las diferentes necesidades asertivamente disminuye la probabilidad de realizar conductas sexuales de riesgo (Jiménez et al., 2007; Pérez & Pick, 2006; Santos & Sierra, 2010; García-Vega et al., 2012; Kennedy & Jenkins, 2011; Bermúdez et al., 2010; Schick, Zucker & Bay-Cheng, 2008), cuestión que se evidencia con mayor facilidad en las mujeres que en los hombres. Sobre la toma de decisiones los estudios refieren que la capacidad para elegir entre dos o más alternativas en un momento dado puede definir las conductas que el sujeto realiza en el campo de la sexualidad. Así, los conocimientos sobre la sexualidad y la fecundidad estarían mediando las elecciones del adolescente en el momento de afrontar una situación de riesgo sexual. Este proceso se da individualmente, y las creencias y actitudes juegan un papel importante. En este sentido, los investigadores reportan que la adhesión a los roles de género interviene en la ejecución de conductas de riesgo tanto en hombres como en mujeres; por ejemplo, los hombres tienden a exponerse más al riesgo, a diferencia de las mujeres, que tienden a ser más cuidadosas y precavidas (Trujillo et al., 2007; Chávez & Álvarez, 2012; Sterk, Klein & Elifson, 2003; Uribe et al., 2012). En el recorrido sobre el estudio de las conductas sexuales de riesgo de los adolescentes han surgido diferentes interrogantes, así como variables y categorías para explicar y comprender con mayor claridad el fenómeno de los embarazos a temprana edad y el contagio de enfermedades de transmisión sexual. Inicialmente, diferentes estudios concentraron su atención en el grado de conocimiento que se poseía sobre la salud sexual y reproductiva, incluyendo como elemento primordial los mecanismos de protección y el consumo de sustancias psicoactivas (Campos, Cabezas & Dueñas, 2006; Lomba, Apóstolo & Mendes, 2009; Becoña et al., 2008; Camera, Sarriera & Carlotto, 2007). No obstante, la experiencia ha demostrado que el fenómeno es mucho más complejo y que en él 334 Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. Vol. 31 (2): 327-353, 2014 ISSN 0123-417X (impreso) ISSN 2011-7485 (on line) Marly Johana Bahamón Muñetón, Mildred Alexandra Vianchá Pinzón, Adriana Reneé Tobos Vergara intervienen factores de orden personal, psicológico, biológico, afectivo y social. En coherencia con lo anterior, cabe resaltar que el estado evolutivo del adolescente conjuga un sinnúmero de características que se han tenido en cuenta en los estudios, y, en este sentido, las investigaciones han centrado su interés en el análisis de la experiencia emocional y la búsqueda de sensaciones. Actualmente los investigadores han concentrado su interés en el estudio de la asertividad sexual, la toma de decisiones, algunos rasgos de personalidad, percepciones, actitudes y creencias sobre la sexualidad y el género (Santos & Sierra, 2010; Jiménez et al., 2007; Pérez & Pick, 2006; Trujillo, Henao & González, 2007; Fernández et al., 2013; Moreno, León & Becerra, 2006). PRÁCTICAS SEXUALES DE RIESGO En este apartado haremos un análisis de las prácticas sexuales como un conjunto de expresiones personales que comparte un grupo de personas, para develar cómo se vivencia y expresa la sexualidad y específicamente cuáles elementos son compartidos por los jóvenes a pesar de ser considerados como riesgosos. Como se mencionó en la primera parte de este documento, las prácticas sexuales son definidas como “patrones de actividad sexual presentados por individuos o comunidades con suficiente consistencia para ser predecibles” (Ianantuoni, 2008, p.48). Dichos patrones pueden tener connotaciones positivas o negativas en función de las consecuencias que le puedan acarrear a los integrantes de determinado grupo social. En los jóvenes, por ejemplo, un alto porcentaje de relaciones sexuales y comportamientos de riesgo puede desencadenar problemas para la salud reproductiva, como altas tasas de fecundidad adolescente, aborto provocado y enfermedades de transmisión sexual (Ospina & Manrique, 2007; Santín et al., 2003). Así, el comportamiento sexual se constituye en una práctica por el hecho de ser construido y compartido socialmente, lo que remite a la elaboración de las imágenes, sentidos y significados atribuidos al ejercicio de la sexualidad, cuestiones que van más allá del conocimiento de los Prácticas sexuales de riesgo en jóvenes 335 Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. Vol. 31 (2): 327-353, 2014 ISSN 0123-417X (impreso) ISSN 2011-7485 (on line) diferentes mecanismos de protección y de la etapa de desarrollo en la que se encuentran los jóvenes. El ejercicio de la sexualidad mediante el establecimiento de relaciones sexuales, para los jóvenes tiene un sentido más amplio: por un lado, es posible inferir que les permite vincularse y relacionarse dentro de un grupo social y, por otro, busca expresar las interpretaciones que, basados en sus experiencias personales y familiares, dan a la sexualidad (González, 2012). Siguiendo lo planteado, en una investigación sobre las prácticas culturales de la sexualidad empleadas por los jóvenes como estrategias de autocuidado para prevenir el embarazo, se identificaron dos estrategias: precoital y postcoital. La primera involucra el uso del condón y de los óvulos, además de métodos no convencionales con arraigo de contenido popular, como tomar agua de ruda (planta medicinal de la familia Rutaceae, nativa del sur de Europa). La segunda implica prácticas como el coito interruptus, el método del calendario, dar tres saltos después de la relación sexual para evitar el embarazo y tomar hierbas calientes (Hernández, 2007). En congruencia con lo anterior, las prácticas sexuales de los jóvenes dan cuenta de cómo se relacionan dentro de un grupo1 desde las acciones que comparten para aumentar la protección y prevenir el embarazo. Sus prácticas se enmarcan en un contexto cultural que recoge no solo el conocimiento científico, sino el conocimiento con arraigo tradicional, que se transmite entre los integrantes del grupo. Así, es posible deducir que el autocuidado se percibe como un asunto de género y responsabilidad femenina, pues al analizar las creencias, estas giran en torno a lo que la mujer debe hacer para evitar quedar embarazada, en tanto que el hombre tiene un papel diferente y menos activo en ese sentido. Por otro lado, algunos investigadores (González, 2009; Chávez & Álvarez, 2012; Santander et al., 2008) plantean que los conocimientos, actitudes y prácticas de sexualidad de la población adolescente se relacionan con la estructura del hogar y la percepción de los jóvenes acerca de la funcionalidad del mismo. De esta manera, los jóvenes sostienen 1 En este caso, la etapa de desarrollo vital y la proximidad al contexto social. 336 Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. Vol. 31 (2): 327-353, 2014 ISSN 0123-417X (impreso) ISSN 2011-7485 (on line) Marly Johana Bahamón Muñetón, Mildred Alexandra Vianchá Pinzón, Adriana Reneé Tobos Vergara más relaciones sexuales cuando perciben como disfuncional a su familia, cuestión que pone de presente cómo las interpretaciones basabas en la realidad del sujeto se entrelazan con las prácticas sostenidas.
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