DUALIDAD ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE
Enviado por JOSEXAVILOPEZ • 16 de Noviembre de 2012 • 501 Palabras (3 Páginas) • 1.491 Visitas
En el México prehispánico varias eran las culturas que acostumbraban a honrar a los muertos, entre éstas destacan los mexicas, mayas, purépechas y totonacos. Para los mayas, la dualidad entre la vida y la muerte era un ciclo en el que la materia se desintegraba pero el alma subsistía, y tardaba cuatro o cinco años en llegar al Xibalbá o inframundo; después de ese tiempo, el espíritu se diluía y entraba por medio del suspiro en la boca de una mujer embarazada para revivir en otro ser y reiniciar así un nuevo ciclo.
Asimismo, el destino final del alma dependía de la forma en como moría; de esta manera existían cuatro “universos” o inframundos de la muerte: al Tlalocan iban a parar los que morían por causas relacionadas con el agua; el Omeyocán, que albergaba a los que murieron en la guerra o las mujeres al dar a luz; el Chichihuacuauhco a donde iban todos los niños; y, por último, Mictlán que era la tierra al norte donde llegaban todos los muertos acompañados por un Xólotl (perro gigante), que los ayudaba a cruzar las nueves dimensiones que conformaban Mictlán hasta encontrar el descanso eterno al término de cuatro largos años. Así que cuando una persona moría, sus familiares acostumbraban montar ofrendas con los objetos que pertenecían al muerto y que le servirían durante su tránsito en el Mictlán.
Con la llegada de los Españoles a México, la costumbre de honrar a los muertos se mezcló poco a poco con las festividades católicas de Todos Santos y Fieles Difuntos hasta terminar en lo que hoy en día conocemos como Día de Muertos, en la que cada 2 de noviembre las personas acostumbran a visitar los panteones donde permanecen toda la noche para acompañar a sus muertos y poner ofrendas que tienen por objeto agasajar al familiar que viene del más allá.
Con algunas variantes dependiendo de la localidad donde se celebre el Día de Muertos, es común encontrar en las ofrendas: flores de cempasúchil cuyo color representa la luz y se utiliza para ayudar a los muertos a encontrar el camino de regreso a casa; sal, agua e incienso, utilizados para purificar el alma; cruz de tierra, para recordarle al difunto su fe; cirios o veladoras que forman una cruz y que indican los cuatro puntos cardinales; pan de muerto y calaveras de dulce, la fotografía de o de los difuntos y la comida y bebida que en vida disfrutaba más.
Esta celebración recibe otros nombres en distintas poblaciones de México con actividades únicas de cada región, como es el caso de Xantolo en las Huastecas Potosina e Hidalguense caracterizado por las danzas y las máscaras, y Ninin en el Estado de Veracruz.
Y así como celebran un acontecimiento familiar o social, con música, manjares y colorido, en la muerte estas tradiciones continúan y los vivos recuerdan a sus difuntos de igual forma con fiestas y alimentos.
Nuestros ancestros concebían a la muerte tan solo como un salto dimensional a otra región,
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