David Marsh Y Jerry Stoker
Enviado por jorglz • 8 de Septiembre de 2014 • 2.948 Palabras (12 Páginas) • 403 Visitas
¿Qué es la ciencia política?
Los británicos nunca se han sentido cómodos al utilizar el término «ciencia políti¬ca». La London School of Economics (LSE) se inauguró en Londres en 1895 con el fin de enseñar economía y ciencia política. Sin embargo, a lo largo del siglo xx, las universidades británicas se han ido apartando de esta nomenclatura y han preferido utilizar denominaciones como: «gobierno», «política», «teoría e instituciones políti¬cas» y «política y relaciones internacionales». El Reino Unido tiene una Political Stu¬dies Association (Asociación de Estudios Políticos) y no una American Political Science Association (Asociación Norteamericana de Ciencia Política). Los escrúpu¬los que suscita el uso de la palabra «ciencia» reflejan sin duda la posición especial que las ciencias naturales reclaman para sí y el desprecio por las ciencias sociales que a veces han expresado políticos de renombre. La muestra más lamentable de la poca estima que algunos políticos tienen por las ciencias sociales la proporcionó el desapa¬recido Sir Keith Joseph al insistir en que el Social Science Research Council (Consejo para la Investigación en Ciencias Sociales del Reino Unido), la fuente principal de re¬cursos públicos para la investigación, fuera rebautizado como Economic and Social Research Council, ESRC (Consejo para la Investigación Económica y Social).
El elegir Teoría y métodos de la ciencia política como título de este libro fue algo completamente intencionado, porque de este modo se expresa el compromiso de re-cuperar el término «ciencia» para designar todas las disciplinas organizadas de forma académica. La palabra «ciencia» «procede del término latino scientia, que significa simplemente un conocimiento adquirido a través del estudio» (Potter et ai, 1981, p. 7). De acuerdo con Mackenzie (1967, p. 17 ) nos referimos a la ciencia política en el sentido de que «simplemente existe una tradición académica de estudio de la polí¬tica, una disciplina que se transmite de profesor a alumno, a través del discurso y de la escritura». La disciplina no copia los métodos de las ciencias naturales porque no serían apropiados. Presenta un «conocimiento estructurado» y exige que quienes la practican respeten ciertas normas intelectuales a la hora de debatir.
Por encima de todo, la disciplina de la ciencia política descansa en el principio de que todo conocimiento es público y cuestionable. No hay verdades ocultas ni infali-bles portadores de la verdad. La ciencia política exige a los que la practican que apor¬ten argumentos y datos que puedan convencer a otros.
Los vínculos emocionales, las corazonadas y la intuición no justifican adecuadamente las pre¬tensiones de conocimiento... La coherencia lógica y unos datos adecuados son los criterios más comúnmente aceptados para juzgarlas (Zuckerman, 1991, p. 3).
La ciencia política exige una coherencia lógica. Esto implica definiciones claras y precisas tanto de los conceptos principales como de sus correctas derivaciones. Los argumentos deben construirse evitando la incoherencia y la imprecisión. También
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hay que asegurarse de que los datos presentados para respaldar una afirmación sean realmente adecuados. Como se mostrará más adelante, los diferentes enfoques de la ciencia política hacen hincapié en diferentes tipos de datos, pero ninguno de ellos afirma que éstos no sean necesarios. Incluso en teoría política, los argumentos se ba¬san frecuentemente en el análisis de textos y los principios normativos se ilustran con ejemplos prácticos.
Una vez que hemos reivindicado el uso del término «ciencia», el lector podría pensar que se ha alcanzado el objetivo de este apartado pero, por desgracia, no es así. Si la palabra «ciencia» tiene muchas connotaciones, también las tiene «política». Como señala Heywood (1994, p. 16):
La mayoría de los estudios académicos comienzan dilucidando el objeto de la materia a partir de preguntas como «¿qué es la física?», «¿qué es la historia?» o «¿qué es la economía?». Tales discusiones tienen la virtud de mostrar a los estudiantes qué pueden esperar: qué es lo que es¬tán a punto de estudiar y qué asuntos y problemas van a suscitarse. Sin embargo, lamentable¬mente, al estudiante de la política la pregunta «¿qué es la política?» es más probable que le produzca confusión que alivio o tranquilidad. El problema de la política es que el debate, la controversia y el desacuerdo son inherentes a la misma, y que la definición de «lo político» no es una excepción.
El desarrollo de la ciencia política se ha visto acompañado del deseo de ampliar su área de estudio. Los capítulos que en la primera parte de este libro se ocupan de las tendencias en el estudio de la ciencia política ofrecen una serie de definiciones cada vez más amplias de lo que es «político». En Gran Bretaña, desde los años cin-cuenta, los estudios institucionalistas clásicos que centraban su atención en el parla-mento y la administración pública han debido ampliar su campo de interés para anali¬zar las elecciones, los partidos políticos de masas y los grupos de presión. En general, cabe atribuir el mérito de esta expansión a los politólogos de enfoque conductista. Como comenta Gamble (1990, p. 412):
Lo que los métodos conductistas han hecho... es desarrollar el estudio del comportamiento po¬lítico de las masas y ampliar la definición de los elementos que integran la política. El conduc-tismo ha abierto una brecha que han aprovechado otros enfoques metodológicos más gene¬rales.
En los años setenta y ochenta la presión en favor de ampliar la definición de lo político fue aún mayor. Dearlove y Saunders (1984) propugnan una ciencia política que preste atención a los aspectos no democráticos de la política y que la sitúe en el contexto de su medio social y político. Lo que se planteaba era una ciencia política que se ocupara de un mayor número de instituciones y que relacionara el análisis po¬lítico con los intereses de otras disciplinas, principalmente de la economía y la socio¬logía.
El feminismo llevó esta pretensión aún más lejos. La política no podía reducirse a un limitado espectro de asuntos públicos como la economía y los asuntos exteriores. Desde una perspectiva feminista, Jenny Chapman afirma en el capítulo 5 que «la po¬lítica trata de todas las decisiones que configuran nuestra vida, y no sólo de aquellas que se toman en el ámbito restringido que tradicionalmente se define como "políti-
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ca"». Los asuntos privados pueden convertirse en asuntos públicos. Como afirma 1 le-11er (1991, pp. 340-1): «Lo "político" se vuelve realmente político si hombres y muje¬res desean
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