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De Los Delitos Y Las Penas


Enviado por   •  25 de Noviembre de 2014  •  1.226 Palabras (5 Páginas)  •  247 Visitas

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La obra de Cesare Beccaria “De los Delitos y de las Penas” (1764), aun cuando fue escrita hace más de 200 años, en un contexto y realidad social totalmente distinta a la actual, presenta por primera vez una serie de postulados completamente novedosos para la época, los cuales trascenderían y se convertirían en los principios fundamentales del Sistema Penal

En sus postulados Beccaria manifiesta que es necesaria una reforma de la Legislación Penal, así como una humanización en la aplicación de la justicia. Funda la sociedad sobre un contrato encaminado a salvaguardar los derechos de los individuos, garantizando el orden, definió los delitos como violaciones de este contrato. En este sentido, estableció que la sociedad en conjunto al regirse por un contrato, todos los individuos que la conforman tienen el derecho a defenderse, y este derecho debe ser ejercido con medidas proporcionales a los delitos cometidos, es decir que debe existir un principio de la proporcionalidad de la pena.

Beccaria propone algunas bases que hoy en día sería bueno tener en cuenta y darles su correcta aplicación.

No es en ningún caso la voluntad del juez, sino las leyes, lo que puede dictar las penas. En las leyes deben estar fijadas de manera minuciosa y comprensible las normas de convivencia. Cualquier persona debe poder saber de antemano si sus actos son constitutivos de delito o no, y cuáles son exactamente las consecuencias de los mismos.

Las penas deben ser tan leves y humanas como sea posible mientras sirvan a su propósito, que no es causar daño, sino impedir al delincuente la comisión de nuevos delitos y disuadir a los demás ciudadanos de hacerlo lo que más disuade a los ciudadanos de violar la ley no es la exagerada gravedad de la pena, sino la inexorabilidad de la justicia. No se debe aplicar castigos inhumanos, sino aplicar castigos relativamente leves pero con toda seguridad.

La tortura aplicada al reo para que confiese y/o delate a sus cómplices debe abolirse, porque beneficia al culpable fuerte y perjudica al inocente débil.

Las penas deben ser proporcionales a la gravedad de los delitos. Si todas las penas son igual de rigurosas, el delincuente cometerá siempre el delito mayor.

La única medida válida de la gravedad de un delito es el grado de daño que causa a la sociedad. Las penas deben ser iguales para todos los ciudadanos, nobles o plebeyos. El poder legislativo y el judicial deben estar separados.

La pena y el delito deben estar tan próximos en el tiempo como sea posible, para que aquella cumpla su fin. Deben fijarse plazos mínimos para la presentación de pruebas, el juicio y la aplicación de la pena.

Por lo general los hombres suelen descuidar las precauciones más importantes, abandonándose a la prudencia diaria o a la discreción de aquéllos cuyo interés pueda ser oponerse a las leyes más providentes, de ventaja universal por naturaleza; y resisten asimismo al esfuerzo por el cual tienden a condensarse un poco tanto en unos el colmo del poder y de la dicha y en otros toda la debilidad y la miseria.

Por lo cual, si no después de haber pasado entre millares de errores en las cosas más esenciales a la vida y a la libertad, sí después de estar cansados de sufrir los males, y llegados a su extremo, no se entregan a remediar los desórdenes que les oprimen y a reconocer las verdades más palpables, las cuales, escapan por su misma sencillez a los entendimientos vulgares no acostumbrados a analizar los asuntos, sino a recibir las impresiones de golpe, más por tradición que por examen.

Las leyes, que son, o que deberían ser, pactos entre hombres libres, por lo general no han sido más que instrumento de las pasiones de unos pocos, cuando no han nacido de una

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