Derrumbe de monumentos

Ensayo sobre derrumbe de monumentos

Lo que quiero traer aquí no es una discusión sobre la importancia del patrimonio histórico, sino un debate de actualización intelectual que es más político que de conservación patrimonial, ya que considero que los monumentos de conquistadores son símbolos del poder brutal y violento que se ejerció sobre los pueblos originarios, que son de fácil interpretación, y en los que no se encuentra nada innovador o rescatable en cuanto a conceptualización, composición o técnica. No es suficiente, en la mayoría de los casos, el simple hecho de poner una placa que con una leyenda explique la importancia del individuo ahí representado y lo que éste a su vez representa. Entonces derribarlos es un tipo de violencia que no constituye una amenaza para nadie, y es una vía que tiene la población civil para demostrar su descontento frente a lo que ahí se está representando; se posiciona como un acto político y no vandálico: Más profundo aún si los que participan del ritual pertenecen a grupos de población indígena.

En un país que celebra su laicidad pero que sufre los rezagos de un colonialismo eclesiastico, un blanqueamiento de la historia y un estado que hasta principios del siglo XX, seguía siendo supervisado y manipulado por la iglesia, debía reemplazarse la historia aniquilada, con una que pudiera soportar el nuevo orden: una nueva historia en donde los eufemismos o directamente la mentira, adornada con la salvación espiritual y religiosa de los pueblos conquistados, crearon tan profundamente el arraigo del discurso de quienes aún hoy continúan usándolos para manipular a su beneplácito la realidad y la historia que se enseña y se celebra en monumentos y escuelas.

Todos los monumentos son reconocidos como símbolos de lo que representan; en el caso de los conquistadores y "fundadores de la patria", son una apología a la desigualdad y al genocidio étnico. Un país que honra en sus monumentos casi solamente a los ancestros españoles que obtuvieron el poder por medio de la sangre nativa, tiene un grave problema de memoria. Sobre todo si estos problemas aún están vigentes y, aunque sutilmente, se vean soportados por discursos colonialistas, racistas y clasistas, de los que podemos reconocer sus efectos en la desigualdad que vive el país aún después de 200 años. Estos monumentos han sido testigos de esta desigualdad y no la reivindican sino que la perpetúan.

El espacio público es donde confluyen todas las ideas y todas las razas que habitan un país. Lo indignante para la población, creo yo, es que se celebre de manera pública, en plazas y parques, una historia genocida sin un acompañamiento pedagógico, cuando podrían elegirse espacios en los que se hiciera el ejercicio juicioso de enseñar la historia desde una mirada universal, museos coloniales, reconociendo el daño histórico que

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