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Desnutricion Infantil


Enviado por   •  27 de Junio de 2012  •  4.947 Palabras (20 Páginas)  •  1.037 Visitas

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Desnutrición infantil: el verdadero riesgo país 

En Argentina sobreviven más de seis millones de chicos pobres. La desnutrición lleva décadas y ya se perfilan sus primeras secuelas: los argentinos somos más petisos. Las otras huellas del hambre en los chicos son más graves y afectan su coeficiente intelectual y su capacidad de aprendizaje.

Las cifras aterran. Pero lo que encierran esas cifras aterra mucho más. 

Más de la mitad de la población argentina es pobre: más de catorce millones de personas no tienen dinero suficiente para cubrir una canasta básica de alimentos. Según los datos de la organización de las Naciones Unidas que vela por los chicos, UNICEF, el 22 por ciento de la población urbana es indigente: seis millones de personas no acceden a la canasta básica de alimentos. Siete de cada diez chicos y adolescentes es pobre. La mitad de esos seis millones de chicos y adolescentes pobres es, además, indigente. Seis de cada diez hogares donde viven chicos y adolescentes no puede cubrir una canasta de alimentos básicos. En el noroeste de la Argentina ocho de cada diez chicos y adolescentes es pobre, la mitad vive en hogares que no tienen ingresos suficientes para cubrir sus necesidades básicas. El Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil (CESNI), en base a investigaciones propias, asegura que el 35 por ciento de la población no puede acceder a los alimentos básicos aunque destine a ellos el 66 por ciento de sus ingresos. Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censo, de seis millones y medio de chicos de 0 a 14 años censados en 31 aglomerados urbanos, cuatro millones ochocientos mil son pobres; de ellos, dos millones setecientos mil son indigentes. También según el INDEC viven en la Argentina un millón trescientos mil chicos de 0 a 2 años. Aunque no hay cifras oficiales, el CESNI, (que colabora con la Organización Mundial de la Salud) asegura que el cincuenta por ciento de los chicos de todo el país de entre 6 meses y dos años padecen anemia por falta de hierro, culpa de la mala alimentación. En el nordeste y en el noroeste la anemia alcanza el 66 por ciento. El CESNI asegura que más de dos millones de chicos no tienen cubiertas sus necesidades básicas.

Detrás de estos números acecha una tragedia que quedó reflejada hace casi un año, cuando la catástrofe de los chicos hambrientos estalló con impronta biafrana en Tucumán, y una serie de fotos y notas periodísticas revelaron en parte, sólo en parte, la magnitud de un drama casi incomprensible en un país que produce alimentos para trescientos millones de personas. 

Pero lo que los números no explican es que el infortunio de los más chicos y la mala alimentación llevan ya décadas en la Argentina. Las secuelas que deja el hambre, en especial en los dos primeros años de vida son en muchos casos, irreversibles. Se notan en la estatura: el país ha criado ya varias generaciones de "petisos sociales" como los bautizó el lenguaje médico y científico. Y en igual medida el hambre y la desnutrición dejan su huella profunda en el cerebro, en la capacidad intelectual, en la concentración y en la adaptación a la escuela y a sus exigencias. El país empeña de a poco, y de la manera más cruel, el futuro intelectual de millones de ciudadanos a los que condena cuando todavía son chicos. ¿Cuántos poetas, médicos, deportistas, músicos, políticos, físicos o carpinteros pierde el país con cada chico que no se alimenta bien?

El pediatra Lorenzo Marcos, director del Hospital del Niño Jesús cuando la crisis golpeó a Tucumán, es quien mejor habla de la calamidad ya añeja de la desnutrición: "Uno está en este hospital desde hace más de 25 años—dijo Marcos a Clarín— y ha visto a los abuelos y a los padres de los chicos desnutridos que atendemos ahora. Y ellos también tenían problemas de nutrición. Y en muchos casos, esos adultos sufren algún tipo de daño neurológico. En general, los desnutridos son chicos que no se adaptan después a la escuela, repiten grados, tienen un capital lingüístico muy reducido".

Pese a la conmoción que produjeron las fotos de los chicos tucumanos hambrientos, poco cambió en la provincia donde las cifras oficiales del Sistema Provincial de Salud (Siprosa) hablan de 25.975 chicos desnutridos en diferente grado: el 1, los chicos que perdieron del 10 al 20 por ciento de su peso esperable según talla y edad; el grado 2, los chicos que perdieron entre el 20 y el 30 por ciento de su peso y el grado 3, el de los chicos que perdieron más del 30 por ciento de su peso.

Marcos esboza lo que todos sus colegas consultados para esta nota también señalaron con mayor o menor crudeza, incluido el ministro de Salud de la Nación, Ginés González García, en un reportaje que será publicado mañana en estas páginas: el hambre de los chicos no es sólo un problema de salud."Si lo tomamos desde el punto de vista sanitario nunca lo vamos a solucionar. Es un problema social. Las personas tienen que tener trabajo, educación y una vivienda digna para que los chicos no sean desnutridos."

¿Por qué el hambre en los más chicos deja huellas serias e irreversibles?

El cerebro es el órgano que más rápido crece en los humanos: a razón de dos miligramos por minuto. Cuando nacemos el cerebro pesa 350 gramos y llega a los 900 gramos en 14 meses, lo que equivale al 80 por ciento del peso del cerebro de un adulto. La desnutrición detiene ese crecimiento cerebral. El doctor Alejandro O'Donnell, titular del CESNI lo explica en términos casi cibernéticos: "El cerebro empieza a crecer muy rápidamente en el tercer trimestre del embarazo y continúa hasta el segundo año de vida con menor velocidad. Después del segundo año de vida el cerebro ya está construido: lo que falta es que los chips se unan. Y lo que hace que los chips se unan es la estimulación: hablarles, jugar con los chicos, leerles. A menudo, en gente muy humilde, esos estímulos no se dan."

De nuevo, el hambre de los más chicos aparece asociado directamente con la pobreza. La doctora Norma Piazza, secretaria del Comité de Nutrición de la Sociedad Argentina de Pediatría, explica: "El chico que no se alimentó bien en los primeros años de vida tiene más trastornos de aprendizaje, con lo que su educabilidad cae. Lo que vemos a menudo es el deterioro en el lenguaje, que es el conductor para el desarrollo de la inteligencia. En La Plata hay un estudio hecho por un equipo de profesionales excelentes que demuestra que los chicos de clase media que ingresan a la escuela tienen un promedio de tres mil experiencias de lecturas; los chicos de las poblaciones marginales llegan con veinte. De manera que, además de la mala alimentación, también padecen de falta de estímulo por parte del grupo familiar: mamá que no

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