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Diversidad Transculural En La Enfermería

Janny6426 de Diciembre de 2013

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Diversidad Transculural en la Enfermería

En los últimos años hemos podido comprobar cómo el término Enfermería Transcultural se va oyendo con más frecuencia entre los profesionales de la enfermería. El aumento de la inmigración en Puerto Rico y Estados Unidos y el hecho de tener que relacionarnos y cuidar a pacientes con unas características y costumbres culturales radicalmente diferentes a las nuestras, tanto en el ámbito hospitalario como en el comunitario, ha propiciado en gran medida la aparición de nuevos términos que relacionan a la Enfermería con la diversidad cultural, marcos teóricos y modelos de cuidados culturalmente competentes, así como bibliografía que responde a las nuevas necesidades de una sociedad cambiante.

El personal de enfermería debe adquirir un conocimiento cultural con respecto a las diversas visiones del mundo que en las personas, para proporcionar una atención a los pacientes. Dicho profesional debe utilizar después este conocimiento para adquirir la conciencia, las actitudes y las técnicas necesarias para cuidar de poblaciones diversas. Aunque los profesionales de enfermería posiblemente no podrán aprender todas las perspectivas culturales, como mínimo sí pueden familiarizarse con las culturas que existen dentro de las comunidades en las que ejercen, y ser receptivos ante los diferentes puntos de vista. No obstante, a pesar de la unidad biocultural de la especie humana, no se puede, ni se debe, obviar la diversidad tanto biológica como cultural del hombre. Y es en este aspecto donde el concepto de enfermería transcultural cobra sentido en tanto que cada cultura requiere un tipo de atenciones, que varía según los distintos significados del qué es cuidar, de los diversos tipos de prácticas y creencias que sobre la salud y la enfermedad se tenga.

Esta diversidad es hoy en día más manifiesta y cobra más importancia que en el pasado. Vivimos en un mundo cambiante, en rápida transformación, un mundo que cambia a una velocidad mucho mayor que en época anteriores, y que tiene sus propias características. Procesos de cambios que en ocasiones son patentes y fácilmente constatables, y en otras ocasiones son menos evidentes. Así por ejemplo las nuevas tecnologías, Internet, que se traduce en una realidad virtual, están provocando que los conceptos de tiempo y espacio cambien. El contacto físico tiende a disminuir y las relaciones se establecen por medio de la red. La impersonalidad va creciendo, sobre todo en las grandes ciudades, y en ocasiones parece que él único contacto físico que se tiene es cuando uno enferma, no tanto con el médico sino con los profesionales de la enfermería. La transculturalidad se define como “aquellos fenómenos que resultan cuando los grupos de individuos, que tienen culturas diferentes, toman contacto continuo de primera mano, con los consiguientes cambios en los patrones de la cultura original de uno de los grupos o de ambos.” (Herskovits, 1995: 565). La transculturalidad, al igual que la multiculturalidad o interculturalidad, son conceptos que comprenden en su interior el término cultura, si bien cada uno de ellos hace referencia a algún aspecto concreto de ella, así la transculturalidad incide más en los sistemas de creencias y valores. Los profesionales de la enfermería tienen cada día una mayor variedad de pacientes, de personas a las que cuidar. No se trata ya tanto del paciente tradicional, de su propio vecino muchas veces, sino que son personas que llegan de muy diversos lugares y con distintas características y, en ocasiones, procedentes de culturas diferentes a la nuestra. De ahí la necesidad de conocer los condicionantes del paciente contextualizandolo en su propia cultura, comprenderlos desde su perspectiva, de entender qué es la salud y la enfermedad para estos individuos de cara a optimizar la relación persona a persona con ellos. La enfermería transcultural es, en palabras de Madeleine Leininger (1999: 6), su fundadora: un “área formal de estudio y trabajo centrado en el cuidado y basado en la cultura, creencias de la salud o enfermedad, valores y prácticas de las personas, para ayudarlas a mantener o recuperar su salud, hacer frente a sus discapacidades o a su muerte”. No obstante esta definición no ayuda demasiado a comprender exactamente el significado de ésta área de conocimiento. El relativismo cultural consiste en la capacidad de comprender las creencias y costumbres de otros pueblos o sociedades desde el contexto de su propia cultura, partiendo de que todas las culturas son iguales y ninguna es superior a otra. El relativismo cultural es lo opuesto al etnocentrismo, es decir, la tendencia a juzgar las creencias y costumbres de otras sociedades desde la propia cultura. Estos son dos conceptos que se deben tener muy en cuenta a la hora de hablar de diversidad cultural.

El etnocentrismo es consustancial a cada cultura en tanto que refuerza al grupo y es uno de sus mecanismos de reproducción. Desde que el individuo nace es educado en las creencias, valores y prácticas de su propia cultura, a la que considera distinta y superior a las demás (a esto se denomina enculturación o endoculturación). El antropólogo norteamericano Kroeber definió en 1948 el etnocentrismo como “aquella tendencia a suponer el universo girando en torno al pueblo propio, y que considera al endogrupo siempre situado en lo correcto y verdadero, y todos los exogrupos equivocados o incorrectos, cada vez que su conducta difiere de la del propio grupo”. Es decir, define una clara diferenciación entre el “nosotros” frente el “otros” que son todos aquellos que no pertenecen a mi mismo grupo, al tiempo que establece una desigualdad significativa en tanto que los “otros” son los que están equivocados en todo aquello en lo que no son iguales a “nosotros”, y por lo tanto son inferiores.

Este etnocentrismo es el que, cuando se habla de la diversidad cultural, induce a que se tienda a pensar sólo en las diferencias respecto a “nosotros”, y no en las similitudes o en el por qué de esas diferencias. Y se pierde de vista que al caracterizar un sistema, una sociedad o una cultura hay que tratar tanto de las diferencias como de las semejanzas verificables en un momento dado o en un tiempo determinado.

Cuando se habla de transculturalidad, interculturalidad o multiculturalidad se está aludiendo a la diversidad cultural, pero también a la diferencia. Es más, cuando se habla de prácticas multiculturales para preservar la identidad étnica de los pueblos, está implícita la tendencia a considerar a los “otros” desde una posición de superioridad estructural, para marginarlos de nuestro grupo. Ya que la diferencia implica desigualdad.

La presencia en los hospitales y centros de salud de personas con características diversas o procedentes de otros países o etnias presentan una serie de cuestiones que los profesionales sanitarios deben resolver en el día al día. Se tiende a ver las situaciones de contacto cultural como conflictivas, en tanto que la proximidad al “otro”, el desconocimiento que sobre los otros grupos culturales se tiene, provoca diversas reacciones. Reacciones que van desde las posturas más paternalistas, como son las posiciones de superioridad implícita al considerar al “otro”, al culturalmente distinto, como alguien que no sabe, un menor de edad al que hay que guiar y dirigir, al que se debe educar, hasta las posturas más racistas y xenófobas en las que el “otro” constituye un buen blanco sobre el que se proyectan nuestras fobias colectivas y el horror a lo diferente. No obstante, no se debe problematizar al grupo distinto, a aquello que lo caracteriza, es decir a su identidad y a lo que se percibe como conflictivo su cultura, en relación a la nuestra, ya que esto conduce a la marginación del grupo o grupos distintos, a situarlos en una posición estructural de marginalidad, de inferioridad respecto al resto. Con ello se les niega de entrada la posibilidad del pleno acceso a la sociedad mayoritaria. Se trata más bien de aprender a relativizar, de construir un marco, un mismo espacio social en el que sea posible la convivencia, no coexistencia sino convivencia, de las distintas culturas.

El contacto cultural provoca modificaciones, intercambio y adopción de elementos y patrones culturales en mayor o menor medida, en todos los grupos que entran en relación, es lo que se denomina procesos de aculturación. De ahí una necesidad de conocimiento, pero un conocimiento dinámico, en acción, entendido como un proceso de intercambio. Teniendo en cuenta que las diferentes formas de concebir y elaborar la realidad constituyen modos específicos y particulares, es decir, culturales, de ver y explicar el mundo que nos rodea. Y es la interacción de las personas con sus contextos la que define su realidad.

No obstante el proceso de aculturación no funciona del mismo modo ni con la misma intensidad en todas las culturas. Así en el caso de los inmigrantes extranjeros, por ejemplo, la sociedad mayoritaria, la española, va cambiando tanto en la medida que integra rasgos procedentes de otras

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