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Día De Muertos En Chimalhuacán Atenco, Estado De México.


Enviado por   •  17 de Marzo de 2012  •  1.769 Palabras (8 Páginas)  •  5.186 Visitas

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Nuestro pueblo de Chimalhuacán, no es ajeno a este proceso histórico y en la mezcla de sus costumbres ancestrales y de la imposición de la religión católica por la conquista española, conserva sus tradiciones las cuales se van transmitiendo de generación en generación.

Estas tradiciones y en especial la del día de muertos, contribuye a estrechar más los lazos de parentesco y el intercambio socioeconómico dentro de la población en general, ya que se elabora y se produce por los habitantes de nuestro pueblo los elementos y materia prima para celebrar y conservar nuestras tradiciones.

En toda la República Mexicana, existen lugares importantes como Mixquic y San Antonio Tecomitl, en el Distrito Federal; Janitzio, en el Estado de Michoacán; Iguala en el Estado de Guerrero y muchos mas donde se celebra con algarabía el “día de muertos”, aprovechando para compartir con ellos los alimentos, adornar sus tumbas, quemar el copal e inclusive brindar con ellos y por ellos.

A todos nos agrada admirar los altares adornados y las ofrendas que se colocan dedicados a los muertos, ya que se desarrolla gran ingenio y elegancia, con un asentado colorido, pero de igual manera es agradable ver y conocer los preparativos.

Los elementos con que se realizan las ofrendas, son muy variadas y se elaboran desde los meses de septiembre y octubre y la siembra de las flores normalmente se hace desde los meses de mayo y junio de cada año.

Chimalhuacán también se prepara con anticipación para esperar a sus muertos; en cada una de las familias nativas de este pueblo es tradicional preparar la ofrenda de muertos, que consiste en la formación de flores como la crisália de tonos rojos, morados, magenta o blanca; flor de nube; alhelíes blancas y moradas, pero sobre todo la flor de los cuatrocientos pétalos o flor de los muertos, el cempoalxochitl, el clemolito; todas estas flores son cultivadas, tanto en el ejido de Sta. María Chimalhuacán, como en los terrenos donde otrora se encontraban las chinampas o en las arenas del propio cerro por campesinos de nuestro pueblo. Hay una flor que crece en las laderas del cerro de Chimalhuachi principalmente en sus barrancas, muchas personas acostumbran adornar la ofrenda con ella, es una flor de olor penetrante y muy peculiar de color amarillo requemado se le conoce como cocoszacle; también se le coloca fruta como naranjas, manzanas, guayabas, plátano morado y tabasco, cañas, ciruelas, limón real, lima, etc., frutas que normalmente se compran en la merced o central de abastos del D.F.; también se coloca en la ofrenda el famoso pan de muerto, que es de diferentes figuras o huesos entrelazados y de formas amorfas y que son preparados en las casas de nuestras familias. Sin dejar de colocar las tradicionales calaveritas de azúcar, chocolate o amaranto. Es muy común encontrar en las ofrendas lámparas de aceite que preparan las ama de casa, en un vaso de vidrio se coloca agua en el fondo y aceite encima, en donde con una mariposa de metal soportada con corcho y mecha en medio que sirve para arder el aceite. Como elementos principales no deben faltar el agua y la sal, el copal o incienso, el papel picado, las velas o veladoras y la fruta, la bebida y los alimentos preparados. Todos ellos tienen una connotación de la sabiduría de nuestras culturas prehispánicas que concibieron la muerte como una dualidad con la vida. Y hacían referencia de los cuatro elementos básicos de la creación de nuestro Universo.

Según la tradición de los abuelos relata la señora Inés Jiménez Castañeda nacida en 1913 y nativa de Chimalhuacán Atenco, que el día treinta y uno de octubre a las doce horas del día se espera la llegada de los niños difuntos, para este momento ya debe estar colocada la ofrenda y además de colocar las flores y el pan a los niños difuntos hay que colocar agua y leche en tazas pequeñas, dulce de calabaza o chacualole, dulce de tejocote (caca de loco), además se les debe prender su vela invocando el nombre del difuntito. Antiguamente las velas que se prendían eran de la cera de las abejas, hoy son de parafina y se colocaban en órganos o en pencas de maguey que se recolectaban en el cerro del Chimalhuachi, a las cuales se les hacia una hendidura y se colocaban de lomo y estas servían para sostener las velas. No era usual la veladora porque a decir de la señora Inés Jiménez Castañeda al llevar su luz para el camino, se podían quemar con el calor del vaso y que la vela era de más seguridad; nuestros abuelos decían que los difuntos después de la visita a sus casas regresaban en procesión al campo santo con su luz prendida y que si no la llevaban prendida, no regresaban y andaban penando todo el año. Los niños difuntos están con nosotros veinticuatro horas, llegando el día último de octubre y el día primero de noviembre a las doce horas del día se retiran.

Así el día primero de noviembre a

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