EL PODER DEL DATO DURO
Enviado por Licarayen1980 • 5 de Agosto de 2013 • 871 Palabras (4 Páginas) • 441 Visitas
Autora: Francisca Licarayen
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Le propongo un ejercicio sencillo. Reemplazar todos los adjetivos que usamos en nuestros discursos políticos por datos duros y medir las consecuencias. Por ejemplo, en vez de decir “la lentitud de la reconstrucción”, decir “el terremoto destruyó 70 mil casas y en dos años sólo se han construido siete mil: un décimo del total”. En vez de decir “la codicia de los empresarios”, decir “en un año de crisis, las cuatro familias más ricas de Chile obtuvieron ganancias por 20 mil millones de dólares, casi el doble del presupuesto estatal destinado a educación para el 2012″. En vez de decir “represión policial”, decir “en democracia han muerto 28 civiles en manos de uniformados”.
Algo así hemos intentado hacer con la reconstrucción de la Villa Olímpica y luego de dos años de intenso trabajo, obtuvimos una promesa: diez mil millones de pesos para rehabilitar 11 edificios que el terremoto del 27 de febrero del 2010 dejó en condiciones inhabitables.
Nuestra elección fue abandonar las viejas consignas, a costa de la desconfianza de los políticos de camarillas. Abandonamos las apariencias, el simulacro, la figura mítica del dirigente social a la vanguardia de las columnas callejeras y nos convertimos en investigadores, estrategas y periodistas ciudadanos. Ratones de biblioteca absortos en el ordenador, buscando información. En dos años de trabajo hicimos 30 solicitudes de acceso a información pública y usamos esa información para presionar, desmentir, negociar y denunciar. En síntesis, para amplificar nuestra voz, esa voz pichiruche de ciudadano insignificante, nacido sin poder.
Cuando uno lee la prensa alternativa y los medios autogestionados de las organizaciones sociales, suele sentirse reconfortado por escuchar voces amistosas en medio de un panorama que suele ser hegemónicamente desolador. Pero lo cierto es que las consignas de esas voces amistosas son estériles. El exceso de adjetivos le quita todo el peso político a sus discursos y los convierte en meros saludos a la bandera, en grafitis que endulzan el paisaje, pero cuya capacidad de transformar el futuro es nula. Como decía Huidobro, el adjetivo cuando no da vida, mata. Y en política, mata diez veces.
Hubo un tiempo pasado, que como pocos, ciertamente fue mejor. La época dorada de los periodistas, cuando tenían razones suficientes para autodenominarse, el cuarto poder. Cuando la mayoría de ellos, tenía un ideal de verdad y justicia que se anteponía a sus intereses personales. La época en que el periodismo era capaz de derribar al hombre más poderoso del mundo, a punta de investigación y datos duros, como sucedió con Nixon y el watergate.
Esto no debe olvidarse nunca: fue con información y no con consignas, que se derribó al hombre que sentenció el futuro de la democracia chilena.
Pero si una parte
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