El Autismo. Historia Y Clasificaciones
chavina3 de Noviembre de 2013
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El autismo. Historia y clasificaciones
Jean Garrabé de Lara1
1Miembro del Comité Internacional de SALUD MENTAL.
Correspondencia: Prof. Jean Garrabé de Lara. 7, Place Pinel, 75013, París, Francia. E-mail: jean.garrabe@wanadoo.fr
La historia de las ideas concernientes al autismo ha pasado
desde hace un siglo por varios periodos que reflejan las discusiones
alrededor de la nosografía de los trastornos calificados
como autísticos y de su clasificación en los sistemas
utilizados sucesivamente, especialmente aquellos publicados
desde hace 30 años, la CIE-10 y los DSM-III y IV, y en
aquellos en proceso de revisión para una publicación probable
en 2013 o 2014. Vamos a tratar de demostrar cómo se ha
llegado a la situación actual marcada, hay que reconocerlo,
por una cierta confusión.
De 1911 a la Segunda Guerra
Mundial: El abordaje clínico
y psicopatológico del autismo
El término autismo aparece por primera vez en la monografía
Dementia praecox oder Gruppe der Schizophrenien1 redactada
por Eugen Bleuler (1857-1939) para el Tratado de Psiquiatría
dirigido por Gustav Aschaffenburg (1866-1944) y publicado
en Viena en 1911.
Bleuler sustituye la noción de Dementia praecox, enfermedad
que Emil Kraepelin (1856-1926) había definido con
base en una evolución progresiva hacia un estado terminal
de empobrecimiento intelectual (Verblodung) por un grupo
de psicosis esquizofrénicas que tenían en común, cualquiera
que fuera la forma clínica bajo la cual se manifiestan, un
cierto número de mecanismos psicopatológicos, siendo el
más característico la Spaltung (escisión) que da su nombre
al grupo, así como síntomas fundamentales especialmente
el autismos o autismo. Este término, creado por Bleuler, tiene
una etimología griega “autos” que significa “sí mismo”
opuesto a “otro”. El autismo está caracterizado según él por
el repliegue de la vida mental del sujeto sobre sí mismo, llegándose
a la constitución de un mundo cerrado separado de
la realidad exterior y a la dificultad extrema o la imposibilidad
de comunicarse con los demás que de allí resulta. Escribió
en 1911: “una lesión particular y completamente característica
es la que concierne a la relación de la vida interior
con el Mundo exterior. La vida interior adquiere una predominancia
morbosa (autismo)… El autismo es análogo a lo
que Freud llama autoerotismo. Pero para Freud, erotismo
y libido tienen una significación mucho más extensiva que
para las otras escuelas. El autismo expresa el lado positivo
de lo que Janet nombra negativamente pérdida del sentido
de la realidad… El sentido de la realidad no está totalmente
ausente en el esquizofrénico. Sólo le falta para ciertas cosas
que están en contradicción con sus complejos”. El psiquiatra
francés de origen polaco Eugène Minkowski (1885-1972), un
tiempo asistente de Bleuler en el Burglözli a principios de la
Primera Guerra Mundial e introductor después de la guerra
de la psicopatología fenomenológica en Francia, definirá
más tarde al autismo, dentro de esta perspectiva en referencia
a la noción de Élan vital introducida por el filósofo Henri
Bergson, como “la pérdida del contacto del élan vital con la
realidad”, definición que será la base de su propia concepción
de la esquizofrenia.2 Por razones de espacio no puedo
recordar lo que Eugen Bleuler opinó en su obra ulterior sobre
el pensamiento que llamó autístico o dereístico.
Señalemos que estos autores, a pesar de las diferencias
entre sus respectivas concepciones, nos hablan de enfermedades
cuyos trastornos, dementia praecox o esquizofrenia,
comenzaron al final de la adolescencia, de modo que el autismo
estaba relacionado para ellos a la patología mental del
adulto joven y los psiquiatras clasificaron a los trastornos
esquizofrénicos entre las psicosis propias de esta edad. Desde
1871 Ewald Hecker (1843-1909) había descrito la clínica
de lo que llamó hebefrenia [de Hebe, diosa de la juventud,
hija de Zeus, en la mitología griega] para significar que se
trataba de una patología del adulto joven, siendo la forma
clínica hebefrénica una de las más características de la psicosis
esquizofrénica. La existencia de psicosis en el niño y de
sus manifestaciones también se discutió en la primera mitad
del siglo XX a pesar de que la paidopsiquiatría estaba dando
sus primeros balbuceos y de que tenía tendencia ya sea a
aplicar al niño concepciones surgidas de la patología mental
del adulto, ya sea a limitarse al estudio de los estados de
retraso del desarrollo intelectual.
Garrabé de Lara
258 Vol. 35, No. 3, mayo-junio 2012
La Clasificación Internacional
de las Enfermedades antes
de la Segunda Guerra Mundial
Hay que recordar que en el periodo entre las dos guerras se
publicaron las primeras ediciones de la Clasificación Internacional
de las Enfermedades por el Bureau de la Santé de la
Société des Nations, fundada después de la Primera Guerra
Mundial y cuya sede estaba en Ginebra. En éstas no había
un capítulo específico para los trastornos mentales puesto
que sólo enlistaban las enfermedades de origen orgánico,
las infecciosas, tóxicas o tumorales y las muertes violentas
por suicidio o accidente, puesto que pretendían sobre todo
recolectar los índices de mortalidad en los países que las
utilizaban, y sólo lo hacían los países que formaban parte
de la Sociedad de Naciones, lo que no era el caso de los Estados
Unidos que no se había asociado a su fundación, ni
del Japón, Alemania o la URSS, que se habían retirado de
ella. No fue sino después de la Segunda Guerra Mundial
que la ONU, que había remplazado a la SDN, confió a la
Organización Mundial de la Salud, creada para promover el
Derecho a la Salud reconocida por la Declaración Universal
de los Derechos del Hombre, adoptada en 1948 e instalada
en Ginebra, la tarea de proceder a las revisiones ulteriores.
De modo que la primera edición revisada de la Clasificación
Internacional de las Enfermedades publicada por la OMS
fue la CIE-5. Subrayemos que la OMS se encarga de asegurar
que los ciudadanos de los países miembros de la ONU
se beneficien del Derecho a la Salud cualquiera que sean los
trastornos de los que sufren.
En la mayoría de los países se utilizaba, pues, en Psiquiatría,
entre ambas guerras, una nosografía basada en la
psicopatología descriptiva en la que el autismo sólo encontraba
su lugar dentro del capítulo consagrado a las psicosis
esquizofrénicas del adulto, o sea dentro del espíritu de la
descripción inicial de Bleuler. Ésta no reposaba sobre un
sistema internacional de clasificación de manera que había
grandes diferencias según las escuelas nacionales especialmente
en lo que concierne a esta psicosis, lo que casi no permitía
realizar estudios epidemiológicos comparativos válidos
entre los diferentes países.
Las clasificaciones de las
enfermedades mentales después
de la Segunda Guerra Mundial
Fue por esto que desde el Primer Congreso Mundial de
Psiquiatría, organizado en París en 1950 por las sociedades
francesas, donde estuvieron representadas 29 naciones entre
ellas el Japón, se expresó el deseo de disponer de un útil que
permitiera comparar los diagnósticos y los pronósticos formulados
en diferentes países para los principales trastornos
mentales descritos desde el nacimiento de la psiquiatría. Se
creó una Sección de Clasificaciones presidida largo tiempo
por el profesor Pierre Pichot. Él ha evocado estos modestos
principios del esfuerzo de unificación a nivel mundial de
la nosografía psiquiátrica en su obra Un Siglo de Psiquiatría,
publicada en 1983.3 Subrayemos que el profesor Pichot no
menciona allí los síndromes de los que vamos a tratar. Por
su lado, la OMS incluyó en la Clasificación Internacional de
Enfermedades, un capítulo específico para los trastornos
mentales, el capítulo V (F) acompañado, a partir de la octava
edición (1974), de un glosario4 redactado bajo la dirección
de sir Aubrey Lewis para precisar la terminología utilizada,
para lo cual se planteó también el problema de la traducción
de los términos a las diferentes lenguas. El inglés remplazó
progresivamente, como lengua científica psiquiátrica, al
alemán y al francés que hasta entonces desempeñaban ese
papel permitiendo los intercambios entre estas dos escuelas.
Este capítulo V (F) no comprendía un subcapítulo específico
consagrado a la psicopatología propia de las diferentes
edades de la infancia donde habrían podido tomar su lugar
las novedades aparecidas al final de la Segunda Guerra
Mundial, pero que no serían
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