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El Existencialismo Es Un Humanismo


Enviado por   •  23 de Mayo de 2012  •  9.311 Palabras (38 Páginas)  •  729 Visitas

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El existencialismo es un humanismo

Jean-Paul Sartre

Quisiera defender aquí el existencialismo de una serie de reproches que

se le han formulado.

En primer lugar, se le ha reprochado el invitar a las gentes a permanecer

en un quietismo de desesperación, porque si todas las soluciones están

cerradas, habría que considerar que la acción en este mundo es totalmente

imposible y desembocar finalmente en una filosofía contemplativa, lo que

además, dado que la contemplación es un lujo, nos conduce a una filosofía

burguesa. éstos son sobre todo los reproches de los comunistas.

Se nos ha reprochado, por otra parte, que subrayamos la ignominia

humana, que mostramos en todas las cosas lo sórdido, lo turbio, lo viscoso, y

que desatendemos cierto número de bellezas risueñas, el lado luminoso de la

naturaleza humana; por ejemplo, según Mlle. Mercier, crítica católica, que

hemos olvidado la sonrisa del niño. Los unos y los otros nos reprochaban que

hemos faltado a la solidaridad humana, que consideramos que el hombre está

aislado, en gran parte, además, porque partimos dicen los comunistas de la

subjetividad pura, por lo tanto del yo pienso cartesiano, y por lo tanto del

momento en que el hombre se capta en su soledad, lo que nos haría incapaces,

en consecuencia, de volver a la solidaridad con los hombres que están fuera

del yo, y que no puedo captar en el cogito.

Y del lado cristiano, se nos reprocha que negamos la realidad y la

seriedad de las empresas humanas, puesto que si suprimimos los

mandamientos de Dios y los valores inscritos en la eternidad, no queda más

que la estricta gratuidad, pudiendo cada uno hacer lo que quiere y siendo

incapaz, desde su punto de vista, de condenar los puntos de vista y los actos de

los demás.

A estos diferentes reproches trato de responder hoy; por eso he titulado

esta pequeña exposición: El existencialismo es un humanismo. Muchos

podrán extrañarse de que se hable aquí de humanismo. Trataremos de ver en

qué sentido lo entendemos. En todo caso, lo que podemos decir desde el

principio es que entendemos por existencialismo una doctrina que hace

posible la vida humana y que, por otra parte, declara que toda verdad y toda

acción implica un medio y una subjetividad humana. El reproche esencial que

nos hacen, como se sabe, es que ponemos el acento en el lado malo de la vida

humana. Una señora de la que me acaban de hablar, cuando por nerviosidad

deja escapar una palabra vulgar, dice excusándose: creo que me estoy

poniendo existencialista. En consecuencia, se asimila fealdad a

existencialismo; por eso se declara que somos naturalistas; y si lo somos,

resulta extraño que asustemos, que escandalicemos mucho más de lo que el

naturalismo propiamente dicho asusta e indigna hoy día. Hay quien se traga

perfectamente una novela de Zola como La tierra, y no puede leer sin asco una

novela existencialista; hay quien utiliza la sabiduría de los pueblos que es bien

triste y nos encuentra más tristes todavía. No obstante, ¿hay algo más

desengañado que decir la caridad bien entendida empieza por casa, o bien al

villano con la vara del avellano? Conocemos los lugares comunes que se

pueden utilizar en este punto y que muestran siempre la misma cosa: no hay

que luchar contra los poderes establecidos, no hay que luchar contra la fuerza,

no hay que pretender salir de la propia condición, toda acción que no se

inserta en una tradición es romanticismo, toda tentativa que no se apoya en

una experiencia probada está condenada al fracaso; y la experiencia muestra

que los hombres van siempre hacia lo bajo, que se necesitan cuerpos sólidos

para mantenerlos: si no, tenemos la anarquía. Sin embargo, son las gentes que

repiten estos tristes proverbios, las gentes que dicen: qué humano cada vez

que se les muestra un acto más o menos repugnante, las gentes que se

alimentan de canciones realistas, son ésas las gentes que reprochan al

existencialismo ser demasiado sombrío, y a tal punto que me pregunto si el

cargo que le hacen es, no de pesimismo, sino más bien de optimismo. En el

fondo, lo que asusta en la doctrina que voy a tratar de exponer ¿no es el hecho

de que deja una posibilidad de elección al hombre? Para saberlo, es necesario

que volvamos a examinar la cuestión en un plano estrictamente filosófico. ¿A

qué se llama existencialismo?

La mayoría de los que utilizan esta palabra se sentirían muy incómodos

para justificarla, porque hoy día que se ha vuelto una moda, no hay dificultad

en declarar que un músico o que un pintor es existencialista. Un articulista de

Clartés firma El existencialista; y en el fondo, la palabra ha tomado hoy tal

amplitud y tal extensión que ya no significa absolutamente nada. Parece que, a

falta de una doctrina de vanguardia análoga al superrealismo, la gente ávida de

escándalo y de movimiento se dirige a esta filosofía, que, por otra parte, no les

puede aportar nada en este dominio; en realidad, es la doctrina menos

escandalosa, la más austera; está destinada estrictamente a los técnicos y

filósofos. Sin embargo, se puede definir fácilmente. Lo que complica las cosas

es que hay dos especies de existencialistas: los primeros, que son cristianos,

entre los cuales yo colocaría a Jaspers y a Gabriel Marcel, de confesión

católica; y, por otra parte, los existencialistas ateos, entre los cuales hay que

colocar a Heidegger, y también a los existencialistas franceses y a mí mismo.

Lo que tienen en común es simplemente que consideran que la existencia

precede a la esencia, o, si se prefiere, que hay que partir de la subjetividad.

¿Qué significa esto a punto fijo?

Consideremos un objeto fabricado, por ejemplo un libro o un

cortapapel. Este objeto ha sido fabricado por un artesano que se ha inspirado

en un concepto; se ha referido al concepto de cortapapel, e igualmente a una

técnica de producción previa que forma parte del concepto, y que en el fondo

es una receta. Así, el cortapapel es a la vez un objeto que se produce de cierta

manera y que, por otra parte, tiene una utilidad definida, y no se puede

suponer un hombre que produjera un cortapapel sin saber para qué va a servir

ese objeto. Diríamos entonces que en el caso

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