El Horror Económico
Enviado por • 16 de Febrero de 2015 • 1.919 Palabras (8 Páginas) • 266 Visitas
La autora, Viviane Forrester nos conduce por una realidad desafortunada que estamos viviendo y nos habla de esos miles de destinos destruidos por el sistema económico actual, es decir del destino de los pobres, el desempleo, la marginalización, las tendencias actuales, porqué existen y cuáles son las posibles soluciones para enfrentarlos.
La gran mayoría de los seres humanos estamos encerrados en un paradigma que ya no existe: el mercado del trabajo. La población no se da cuenta de la casi inexistencia del trabajo, está ciega por culpa de los pocos ricos, quienes manipulan a las masas. El trabajo como un mito, como algo que ya no existe más, pero al cual la gente se aferra. Porque así siempre habían funcionado las cosas en nuestro mundo.
La actividad laboral es el cimiento de la civilización occidental. Es vital. Sirve para llenar el espacio. Al día de hoy, nos es indispensable para ganarnos el derecho de vivir. Es una de las muy pocas maneras que tenemos para demostrar nuestra utilidad, pasamos gran parte, de nuestra niñez y gran parte de nuestra juventud a prepararnos para la vida y para “el trabajo”, para convertirnos en alguien que es rentable, “empleable” o con palabras más crudas en entes explotables, ese es el precio que pagamos para tener el derecho a vivir, pero que sucede cuando las circunstancias actuales nos muestran que ese derecho es tan volátil y que tienda a desaparecer. Cuando no hay oferta de trabajo, ¿cómo puede uno cumplirse con esa “obligación”?. Es cuestión de una inserción social que es imposible. El trabajo y la economía son conceptos que ya no están a nuestro alcance y si no hay más promesas de empleo es porque casi no se hacen transacciones reales, con cosas concretas. En vez de eso, tenemos “especulaciones de especulaciones.” No hay producción sin apuestas. Y eso da lugar a un mercado totalmente “artificial, acrobático, […] ilusorio, basado en simulacros […] e invisible” que no requiere mano de obra o muy poca.
Si uno enciende la televisión o lee los periódicos o sale por la calle, se da cuenta de la pobreza, de la miseria. Se entera del sufrimiento humano. Contamos con millones de destinos destruidos, aniquilados en nombre de las ganancias. Las privaciones sufridas debilitan y marginalizan a las víctimas del desempleo, figura que es el actor principal de la fractura social. Dice el autor que hay “multitudes abandonadas en otros continentes, poblaciones enteras libradas al hambre, las epidemias y todas las formas de genocidio […] dominadas por los potentados aceptados y sostenidos por las grandes potencias”. Todos tenemos consciencia de esos acontecimientos, pero los poderosos de este mundo son muy inteligentes y recurren a medios inalcanzables para el común de la población mundial.
Los políticos y los gobiernos de nuestra época toman decisiones a favor de las empresas. Es decir que favorecen más el ámbito económico que el social. Aparentemente, se movilizan en torno a los conceptos de “trabajo” y “desempleo” pero en realidad, fingen, haciéndolo únicamente porque la masa representa potenciales electores. El estado es un instrumento que beneficia al mundo empresarial. No tiene ninguna autoridad, toda la tiene el poder (los muy pocos, muy ricos que nos manipulan.) Puesto que la deuda estatal está en manos de las multinacionales, el gobierno no tiene otra solución que obedecer y favorecerlas, lo que confiere a esas transnacionales una libertad de acción ilimitada. Para contentar sus electores, el gobierno hace promesas muy recurrentes: la creación de puestos de trabajo (o la desinflación, el aumento de sueldos), pero en vez de eso hay cada vez más despidos y menor poder adquisitivo y por lo tanto menos libertad individual. Dan la impresión que el sistema está funcionando cuando está obsoleto y manipulan a la opinión pública haciendo uso de términos suaves tales como: “mercado libre”, “planes sociales”, “estado providencial”. Por eso que seguimos creyendo en un mercado del trabajo.
Como ya se mencionó, el poder no está en mano de los gobiernos, como muchos lo piensan pero si en manos de esos “manipuladores de símbolos”. Ellos son un número limitado de personas poderosas quienes solo velan por incrementos constantes de sus ganancias a costa de lo que sea y pasando por sobre quien sea, no necesitan de los demás sencillamente es fuerza de trabajo reemplazable. Por esta razón existe el desempleo, pues cada vez es menos necesaria la mano de obra. En el sistema actual, las empresas no necesitan tener empleados entonces no los contratan o los despiden. Las industrias, quienes más se benefician de ayudas del estado son las quieren más. Sabemos muy bien que estas compañías, generan mucha riqueza. Pero en vez de ser solidarias con sus trabajadores, en vez de redistribuir estas ganancias, las invierten. Su ventaja (que no es despreciable) es que ellas a diferencia de los gobiernos y de los políticos, no tienen que ganarse al electorado. Por esta razón, podemos entender y explicar el fenómeno llamado deslocalización, que quita el trabajo a mucha gente. Esta práctica demuestra muy bien el carácter anti-social de las multinacionales. Prefieren generar menos costos que dejarle su empleo al trabajador. Son quienes gobiernan la economía mundializada por encima de las fronteras y de los gobiernos”, sin tener la menor ética ni sentimientos. Pero ¿cómo pudimos llegar a tal punto? Simplemente porque este régimen nunca ha sido proclamado cuando por supuesto tiene todas las “claves de la economía reducida por él al mundo de los negocios”.
Las muy famosas e impopulares organizaciones internacionales como el FMI, OCDE, BM, están a las órdenes de esas empresas internacionales y hacen todo para propiciarles beneficios. El mundo empresarial casi no encuentra obstáculos. Los pocos que encuentra vienen de sus pares. Pero los conceptos de competitividad existen únicamente en este círculo de gente poderosa. Eso no les agita porque es un “conjunto de alianzas
...