El Incario
Enviado por • 30 de Septiembre de 2014 • 482 Palabras (2 Páginas) • 223 Visitas
La espiritualidad del período aborigen: ritos religiosos, costumbres funerarias y centros ceremoniales.
La preocupación de las comunidades aborígenes por el destino de sus difuntos se reflejan en la existencia de cementerios organizados, situados junto a los poblados – base y usados por largo tiempo. Algunos de estos enterramientos estaban acompañados de ofrendas funerarias compuestas especialmente de pequeños guijarros, objetos de concha y hachas de piedra pulida.
Hace 4000-600 a.C para la sociedad andina de entonces, las conchas marinas constituían un material muy valioso y de un enorme significado. Los grandes caracoles marinos servían como trompetas, pututos o quipas, utilizadas en ceremonias religiosas. Se les consideraba también símbolo importante de la fertilidad masculina y servían de ofrendas a los dioses. Otras conchas eran apreciadas por su brillo y color, y con ellas se elaboraban ornamentos personales muy codiciados y diversos objetos de culto. Por sobre todas era estimada la concha de una ostra espinosa de la especie spondylus princeps (mullu, en quichua). Su bello color rojo sangre, su brillo y su forma particular, acaso permitía una identificación con una vulva, por lo que era considerada como elemento propiciador de la fertilidad, de la lluvia y del agua de riego y de la reproducción de los seres humanos, los animales y las plantas. Por su gran valor simbólico, se la creía el alimento preferido de los dioses e irreemplazable como ofrenda en los lugares de culto. Los hombres, a imitación de las divinidades, gustaban adornarse con objetos manufacturados con ese material. Todas estas características permitieron que esta concha no solo sea una importante mercancía comercial sino medida de valor y medio de acumulación de riqueza.
Hacia 300 a.C. Se establecieron grandes centros ceremoniales, conformados por multitud de tolas o pirámides de tierra, sobre las que se levantaban “templos” o edificios de culto. A estos lugares concurrían grandes multitudes a adorar a sus dioses, a enterrar a sus muertos y para participar en ceremonias religiosas colectivas. Constituían, además, centros de producción de objetos de adorno, tanto para uso ceremonial como funerario, todo con un marcado carácter de símbolo de posición social y poderío económico. Con este fin, se trabajaban diversos metales como el oro, la plata, el platino y el cobre, y se realizaban una serie de aleaciones con técnicas de enriquecimiento. En ceremonial o los recipientes de empleo doméstico, se producían representaciones artísticas de personas, animales, frutos y seres míticos.
Algunas de estas últimas, generalmente de gran tamaño, eran utilizadas como imágenes de culto, pero la mayoría de las figuras servían como señales de un beneficio solicitado y a menudo recibido de una divinidad. En muchos casos, estos objetos han llegado a nosotros como parte del ajuar que acompañaba a los difuntos. También
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