El Papel Del Padrastro
Enviado por marychole • 4 de Octubre de 2013 • 2.609 Palabras (11 Páginas) • 453 Visitas
Los padrastros o madrastras deben establecer primero una relación con los niños que se parezca más a la un amigo o "consejero de campamento", en lugar de parecer alguien que impone la disciplina. Las parejas también pueden acordar que el padre que tiene la custodia es el principal responsable del control y disciplina de los niños hasta que el padrastro o madrastra y los niños establezcan un vínculo sólido.
Hasta que los padrastros o madrastras puedan asumir más responsabilidades de crianza, simplemente pueden controlar la conducta y las actividades de los niños y mantener informados a sus cónyuges.
Las familias pueden preparar una lista de normas del hogar. Estas pueden incluir, por ejemplo, "acordamos respetar a cada miembro de la familia" o "cada miembro de la familia acuerda limpiar lo que ensucia".
Relaciones entre padrastro o madrastra y los hijos
Si bien los nuevos padrastros o madrastras pueden desear integrarse de inmediato y establecer una relación cercana con los hijastros, deben considerar el estado emocional y el sexo del niño primero.
Los niños y las niñas en familias reconstituidas indicaron que prefieren las muestras de afecto verbal, como elogios o cumplidos, en lugar de la cercanía física, como abrazos y besos. Las niñas, en especial, dicen que se sienten incómodas con las demostraciones físicas de afecto de su padrastro. En general, los niños parecen aceptar a un padrastro con mayor rapidez que las niñas.
• Una de las causas principales de esa resistencia a la hora de irse a dormir es el miedo. Las horas de sueño el niño se queda absolutamente solo, separado de los padres y afrontando sus propias fantasías y temores. A esta edad empieza a despertarse el pensamiento mágico que puede hacerle imaginar peligros y seres amenazadores. Por eso no debe extrañarnos que ese momento de transición de la vigilia al sueño sea para ellos un trago duro de pasar.
• Pero no se trata solo de miedo, a esta edad los niños son enormemente activos e inquietos, el mundo es para ellos una experiencia fascinante, y les cuesta mucho abandonar sus actividades del día. Además, tienen dificultades para relajarse y abandonarse tranquilamente al sueño.
• La resistencia al sueño también puede aparecer cuando ambos padres trabajan y el niño apenas los ve. Normalmente, les cuesta mucho separarse de papá y mamá y si además no han tenido mucho tiempo para estar con ellos, la razón para negarse a perderlos de vista se multiplica. En estos casos, lo mejor es permitir que el niño nos acompañe en los quehaceres rutinarios: hacer la cena, preparar las cosas para el día siguiente, incluso incluirlo en nuestro rato de merecido reposo.
• Los hábitos inadecuados pueden ser otra causa. Amenazarse con mandarle a la cama si se porta mal y no establecer unas rutinas a la hora de acostarse, no son precisamente una ayuda para que coja la cama con alegría.
Rutina nocturna
El organismo de los niños funciona como un mecanismo de relojería, por eso hay que establecer un horario y ser muy estrictos en su cumplimiento. Un crío acostumbrado a ir a la cama todos los días a la misma hora, empezará a sentir sueño cuando se acerca esa hora. En cambio, si no somos estrictos se generarán resistencias de dos tipos:
• Una de tipo psicológico: el niño se opondrá si un día le acostamos demasiado pronto, y al otro demasiado tarde. Pensará que al día siguiente tiene derecho a lo mismo.
• Otra de tipo fisiológico, ya que el organismo infantil no desarrollará el mecanismo de realizar sus funciones a la misma hora, en este caso dormirse.
Por tanto, hay que ser muy firmes y no permitir que se cambie la hora de irse a la cama. Lo cual no implica gritos ni violencia, sino tenacidad y persuasión. El mismo hecho de que lo convirtamos en un hábito, es decir, en un automatismo, hace la mitad del trabajo.
La otra mitad la realiza eso que llamamos "el ritual". A los niños les gusta que ciertas cosas transcurran todos los días de la misma manera y en el mismo orden. El baño antes de cenar, la cena, hacer pis, ponerse el pijama... todo ello en nuestra compañía y como un juego placentero, les predispone a meterse en la cama y dormir.
Una vez entre las sábanas, el niño afronta el delicado momento de quedarse solo y a oscuras. Para aliviar este paso, ayuda mucho pasar un rato junto a su cama, una canción, algún cuento, unas palabras tiernas, el beso de buenas noches, un relajante "Duerme tranquilo que papá y mamá te cuidan" y un peluche que sea un buen compañero para la travesía nocturna.
¿Y si se levanta de la cama?
Si una vez solo en la cama el niño salta de ella, hay que volver a acostarlo tranquilamente y salir de la habitación. Si vuelve a hacerlo, se repite la jugada y así sucesivamente. Si llora, el procedimiento es semejante: se le tranquiliza cariñosamente sin sacarle de la cama (esto es importante) y, sin demasiada demora, salimos de la habitación. Al principio tal vez haya que volver a acostarle o tranquilizarle una docena de veces, pero si se actúa con cariño y constancia, acabará habituándose a dormirse tranquilamente solo.
La imagen de los padrastros y, sobre todo, de las madrastras, tiene por lo general, connotaciones negativas y estereotipadas. Esta imagen influye en la construcción de las relaciones entre los miembros de la familia ensamblada. Con frecuencia, los niños los ven como usurpadores del lugar de la mamá o del papá - según se trate – en la estructura familiar. También, suelen atribuirles el origen de cualquier problema o conflicto en la familia, tengan o no injerencia en el mismo. Otros chicos, se niegan a quererlos porque sienten que al mostrarles afecto, traicionan al progenitor del mismo sexo. Pero, no sólo los niños los ven a través de esta lente negativa: también suelen hacerlo muchos adultos.
Su aceptación se complica, aún más, cuando su inclusión en la familia se produce tras la muerte del padre o de la madre, debido a que - en estos casos - el recuerdo del progenitor fallecido está altamente idealizado: nada de lo que haga o diga el padrastro/tra será comparativamente lo suficiente bueno. Aquí, lo importante es que los adultos puedan ser pacientes y conceder a los niños el tiempo que necesiten para adaptarse y darse cuenta que, si bien la nueva persona desempeñará un rol parental, en tanto los cuidará y atenderá sus necesidades, no viene a ocupar el lugar vacío que dejara el progenitor fallecido. Siempre su recuerdo será respetado y amado.
Así como para los hijos es difícil la aceptación de la llegada del padrastro/a, para éstos, su incorporación al grupo familiar preformado, tampoco es fácil.
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