El SIMCE, un elemento importante de cohesión social

                       
   Magíster en Política Educativa                                                                                          [pic 1]

    Sociología de la Educación

El SIMCE, un elemento importante de cohesion social.

Por Francisca Pilar Rojas

En este ensayo se plantea una discusión conceptual en torno a la tensión de contradicción existente entre democracia y capitalismo en la educación. Se vislumbra el SIMCE como un elemento importante de cohesión social en la medida que este cohesiona a la sociedad en un mismo discurso de productividad y exitismo.

Para esto, se desarrollarán algunos argumentos que permitan elaborar dicha discusión, usando los análisis de dos textos y autores principales, el primero es el análisis de Javier Corvalán en el que se plantea un cambio de narrativa educativa a principios de los años 80 y el segundo es el análisis de Dubet, que plantea un declive del programa insitucional de la escuela.

Si el principio fundamental de la democracia es la igualdad y el mercado se legitima en la desigualdad; cabe reflexionar en torno a cómo estos conceptos logran coexistir en la escuela, y por ende en las sociedades democráticas capitalistas.

“Es por ello que la historia de la educación moderna es indiferenciable del desarrollo de los Estados modernos y de la identificación de estos últimos con la ampliación de la igualdad civil y política” (Archer, 1984, como se citó en Corvalán, 2013).

La escuela moderna trae consigo un cambio de paradigma donde los sujetos dejan de estar sometidos a la voluntad divina y quedan a merced de la idea de que ellos son quienes pueden hacer historia por medio de la razón. Una fe secularizada que abandona la visión sacra de la existencia, llevando así la bandera de las ciencias y la noción ilustrada de progreso, en la que se pierde la cohesión social del programa institucional planteado por Dubet (2008), y este es reemplazado por la Escuela Moderna.

En Chile, según Corvalán (2013) la narrativa educativa centro – estatista se convierte en una narrativa de mercado, esto surge a raíz de los procesos sociohistóricos y políticos de la dictadura militar, sin embargo este cambio se aloja particularmente en la década de los 80.

“La transformación de fines de los años setenta y comienzos de los ochenta modifica esta perspectiva e introduce a la economía neoliberal como la principal e incluso única disciplina capaz de generar lenguaje explicativo y analítico del sistema educativo” (Corvalán, 2013, p.68).

Uno de estos lenguajes se puede ver encarnado en el SIMCE (Sistema de medición de la calidad) creado en 1988, pero legitimado y promovido por la LOCE en 1990, el cual logra arraigarse y comenzar su desarrollo en el marco de dicha narrativa de mercado, la que  “se trata del cambio de regulación o control del sistema educativo desde una institucionalidad (el Estado central) hacia un mecanismo (el mercado y en particular la demanda)” (Corvalán,2013, p. 73).

Por lo tanto, desde ese momento lograr eficiencia en los aprendizajes, será observar objetivos específicos, cumplidos o no, por los alumnos, privilegiando así los comportamientos observables, es decir que puedan estar sujetos a intervención. Se reduce de esta forma el conocimiento más amplio o variable, separando las áreas del saber especializando los conocimientos, para luego poder establecer una evaluación.

Como dice Corvalán (2013) “la selección y clasificación de los individuos a partir de sus habilidades y talentos es una necesidad imperiosa de las sociedades complejas y en particular del sistema laboral”.

Se pasa de entender la democratización en educación como aumento en las matrículas y masificación, a entenderla dentro de un propósito de avanzar en calidad y equidad. Esto permite comparar la oferta educativa en tanto dicha calidad, genera que los establecimientos tengan que competir por captar matrícula, regulándose así el sistema educacional en su conjunto desde la ley de la oferta y demanda, propia del neoliberalismo.

El SIMCE perpetúa la desigualdad, basándose en un principio de libre elección que asumen las familias frente a instituciones educativas desiguales, si estas ofrecieran la misma calidad, no habría necesidad de elegir. Es así como esta “Educación de mercado” existe como un simil o una instancia previa a salir al mercado laboral, que también es desigual.

En esta escuela democrática, de modernidad tardía es válido preguntarse hasta dónde se puede realmente elegir. Aquí existe una contradicción, ya que la educación se torna un bien de consumo, la calidad está en función de la cantidad de dinero que se tiene para pagar por ella, aumentando de manera abismal las desigualdades.

De igual manera, en esta reflexión el SIMCE puede entenderse como un mecanismo que supone una reducción de complejidad, ya que este sistema de medición puede ser una respuesta liberal, atendiendo los planteamientos de Dubet (2013), a la complejidad en la que se ve envuelto el sistema educacional en la actualidad.

“Esas instituciones, que antes eran organismos relativamente simples, ya que se descontaba que todos los individuos compartían los modelos y las creencias, hoy son progresivamente reemplazadas por organizaciones cada vez más complejas, cada vez más administradas” (Dubet, 2008, p.26)

Por lo tanto, la manera en que se logra mantener de alguna manera democracia y capitalismo, a la vez en la escuela, y por ende en las sociedades democráticas; es justamente a través de la reducción de complejidad, en tanto dicha reducción se traduce en sistemas de medición estandarizados, simplificados, que permiten externalizar la información y los datos, e incorporar a la nación en la toma de decisiones respecto al tipo de educación que prefiere para sus hijos/as.

En palabras de Corvalán (2013) “Probablemente sea el SIMCE el elemento que reúne más fehacientemente el encuentro entre las producciones discursivas de ambas narrativas educacionales”.

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